Escala humana del proceso hist¨®rico
Catedr¨¢tico de Patolog¨ªa de la Universidad de Madrid Miembro de la Real Academia de MedicinaLos espa?oles asistimos hoy a un proceso hist¨®rico con la dram¨¢tica conciencia de ser sus protagonistas. A nadie se le oculta que no se trata de estar atravesando ?un episodio nacional?.
Desde los m¨¢s variados campos del conocimiento se intenta valorar en lo posible lo que a este proceso se le echa de menos y se le descubre como una carencia de dos algo o de que en ?¨¦l? hay pervivencias que deforman la identidad de nuestra marcha hacia el futuro.
Inmerso en la din¨¢mica evolutiva d¨¦ lo que sucede a la sociedad espa?ola, busco en la versi¨®n socio-cultural algo que explique ciertas ?insuficiencias? de vital significaci¨®n en las tesis explicativas y en las apelaciones a la opini¨®n p¨²blica de aquellos que se dirigen a ¨¦sta con el prop¨®sito de orientarla o dirigirla.
Muchos se expresan, m¨¢s con un sentido dial¨¦ctico, utilizando un acento d e lucha y un acento pugnativo que, a nuestro entender, es el m¨¢s ¨²til corruptor de los procedimientos para merecer del pueblo espa?ol una confianza.
El estilo de' todos los que hasta ahora vienen dirigi¨¦ndose a la conciencia pol¨ªtica de Espa?a presenta cierta analog¨ªa y proximidad de car¨¢cter y ¨¦ste consiste en un vago sentimiento auroral y el vestir sus proposiciones de un aire genes¨ªaco, generatriz y primigenio.
Se descubre una falta de preocupaci¨®n por elegir ese punto de enlace con la sensibilidad de los grupos humanos que es tan necesaria para poder incorporar su pol¨ªtica, ya vieja y experimenta da, ora nuevas, sin el peso de lo experiencialmente probado, o futuribles, basadas en el inmanente sentido humano del devenir.
Todos se ligan entre si por un hilo sutil del sentido escol¨¢tico (aparte de una minor¨ªa irreductible y con prop¨®sito definido a la incomunicabilidad) y est¨¢n proclives al compromiso, como sucedi¨® a los pol¨ªticos brit¨¢nicos del siglo XVIII, tan conocido con el t¨¦rmino wig, eran siempre moderados y negociadores de sus ideas.
El conceptismo, grave hipoteca de nuestro pensamiento nacional, hace a veces poco comprensibles los planteamientos filos¨®ficos y pol¨ªtico-social, y la carga de conceptos sin ir acompa?ados de la suficiente intuici¨®n, deja al concepto sin contenido. Y es que, como dijo Kant, los conceptos, si no van acompa?ados de intuici¨®n, son siempre vac¨ªos.
Los cuerpos de los discursos recuerdan a aquellos pacientes llenos de vitalidad, bien nutridos, porque reciben una alimentaci¨®n suficiente en calor¨ªas, pero a los que faltan sustancias vitales, insuplantables e insustituibles como son las vitaminas: declaraciones sin fuerzas argum¨¦ntales carenciales.
El exceso de seguridad con que se pronuncian nuestros pol¨ªticos descubre, la falsedad de nuestro occidentalismo y de nuestra europeidad, ya que Europa ha sido siempre insegura, y a ello se debe quiz¨¢ su prevalencia cultural y pol¨ªtica, singularmente en los dos ¨²ltimos 250 a?os.
Esta seguridad y fe en sus credos, dan un aire antirracional y fatalista a la actuaci¨®n p¨²blica de nuestros hombres p¨²blicos, los cuales se acercar¨ªan a la caja de Pandora hel¨¦nica sin esperar que guardase dentro de s¨ª ninguna clase de males y sin encontrar las necesarias esperanzas.
La nueva era at¨®mica y electr¨®nica modifica b¨¢sicamente nuestras relaciones interpersonales, intercontinentales e intercontinentales, hecho no registrado en la declaraci¨®n de los programas de los partidos.
La comunicabilidad el¨¦ctrica, del tel¨¦fono y del tel¨¦grafo, suplantada por los medios audiovisuales y electr¨®nicos, informan al hombre de una forma simult¨¢nea, polidimensional, sin tiempo ni puente verbal, sin la imagen fotogr¨¢fica ni pict¨®rica, sin la palabra sil¨¢bica.
Lo v¨¢lido es el mensaje con la verbalizaci¨®n unida a la imagen y el color con simultaneidad sin tiempo y sin distancia.
Es grave cuesti¨®n el preguntarse c¨®mo ha de ser la calidad y significado cr¨ªtico y cultural de un hombre del pueblo, apenas alfabetizado por la imprenta y que recibe torrenciales informaciones con un m¨¦todo que s¨®lo por s¨ª mismo modifica su estado de conciencia y su emotividad.
La ense?anza primaria ya no es transmitida por la lectura lineal, y el ni?o no aprende en los libros empaquetados de letras, sino en su hogar, en los clubs infantiles de televisi¨®n, en el cine, en los videos, y por la comunicabilidad oral en la calle.
Trivial y pre-alfab¨¦tica es la cultura humana de las masas, sin tiempo para escuelas institucionalizadas y codificada, y en la que no se le descubre a nadie su habilidad.
La desescolarizaci¨®n de la ense?anza primaria tiene su compleja proyecci¨®n en la ?pedagog¨ªa superior?, en donde una ense?anza sin aulas, sin paredes, interdisciplinaria, nunca unipersonal interacad¨¦mica es base para proporcionar sabidur¨ªa, de forma ajustada a la avidez de sabidur¨ªa de los ense?antes y no a la sabidur¨ªa prendida muchos a?os antes por sus maestros para dotar a sus alumnos que s¨®lo piden titularidad.
Al campesino que posee un sentido de la existencia radicalmente diferente al ciudadano de la sociedad urbana y metropolitana no se le puede hablar con. id¨¦ntico lenguaje.
La medicina sociol¨®gica, epidemiol¨®gica, preventiva, profil¨¢ctica, asistencial, de cuidados m¨ªnimos a la familia, est¨¢ separada de la configurada en unidades intensivas y de hospitalizaci¨®n. Nadie plantea una aut¨¦ntica pol¨ªtica sanitaria de distintos niveles proyectivos.
No observamos que los que se definen en su pol¨ªtica bajo la advocaci¨®n del sustantivo y predicado de cristiano ofrezcan programas sobre el ?camino hacia lo sagrado?.
?D¨®nde est¨¢n sus relaciones con la fe abrah¨¢mica que late en las tres religiones monote¨ªstas, sem¨ªtica, mahometana y cristiana? ?C¨®mo piensan conjugarse en su prop¨®sito espiritual metaf¨ªsico con la conciencia religiosa hind¨², que siempre ha prometido al hombre que es necesario que viva envuelto en un ambiente de espiritualidad?
Nuestros cristianos dem¨®cratas ?son agustianos o maniqueos? ?Aspiran como el Dante a buscar la ciudad terrena y la ciudad ce leste? ?Sus preocupaciones sobre la ciudad hist¨®rica ?es social o hist¨®rico-eclesial? ?Qu¨¦ dicen nuestros hombres p¨²blicos de la sociolatr¨ªa, esa nueva aberraci¨®n teratol¨®gica de la econom¨ªa y de la sociolog¨ªa que lo ¨²nico que se propone es crear necesidades al hombre para satisfacerla con cosas in¨²tiles, coloc¨¢ndole de espaldas a una econom¨ªa humana que en un primer plano tropieza con la alimentaci¨®n de la humanidad, la ¨²nica especie biol¨®gica que mantiene con constancia invariable el progreso geom¨¦tirco de la magnitud de los que pasan hambre o mueren por ella?
?Qu¨¦ borroso sentido moral les obliga a mantenerse, hablando pol¨¦micamente de aborto, anticoncepci¨®n, demograf¨ªa, etc¨¦tera, sin de una forma honesta esclarecer, al margen de los principios ¨¦ticos y religiosos de cada grupo, el para qu¨¦ y el por qu¨¦ y el dativo de cada amor (compa?¨ªa, ternura, colaboraci¨®n fraterna etc¨¦tera)?
No buscar otra vez fuegos promete¨ªcos, sino ese calor que necesita la humanidad para consolarse del fr¨ªo existencial que padecemos todos.
Muy pocos hablan de una pol¨ªtica ?a fines? que no arrastra tras de s¨ª la necesidad de sacrificar la vida de nadie y, por supuesto, tampoco debe ser heroico el defenderla.
En la escala humana es donde debe centrarse el proceso hist¨®rico que vivimos con tanta ilusi¨®n. Hay que captar los hechos y valores nuevos (los que merecen esta dif¨ªcil denominaci¨®n) para con ellos construir concertadamente, entre todos, a corto y mediano plazo, un presente que ya es porvenir.
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