Un mito en decadencia

Roger Vadim y Brigitte Bardot conocieron la fama, como casi todo el mundo sabe, gracias al ¨¦xito de una misma pelicula: Dios cre¨® la mujer, cuyo autor todav¨ªa prefiere a todas las realizadas hasta la fecha. A la vez, testimonio de una generaci¨®n, la de los a?os cincuenta, y apuntando a la vez a miras francamente comerciales, a la postre este segundo empe?o acabar¨ªa arrastrando la mayor parte de la historia, cosa que casi siempre sucede con su realizador por encima de afanes m¨¢s o .menos innovadores.Los esquemas que sus filmes revelan y que se ha dicho abrieron paso, en cierto modo, a la nueva ola del cine franc¨¦s, se basaban, sobre todo, en un tratarniento m¨¢s sincero en apariencia (de los temas er¨®ticos, a los que Vadim a la postre acabar¨ªa traicionando cuando dentro de su estilo, m¨¢s o menos preciso y elegante, acomete la adaptaci¨®n, o mejor actualizaci¨®n, de novelas como Les Liaisons Dangereuses, esta vez con un reparto si no tan comercial, al menos mucho m¨¢s brillante.

El estilo de Vadim ha envejecido prematuramente, estancado en un falso clasicismo, como un mito en definitiva decadencia. Se dir¨ªa que su voluntario distanciamiento de la realidad viene a configurar sus ¨²ltimas pel¨ªculas de la que es buena muestra esta reciente que hoy llega hasta nosotros.

Al distanciarse tanto, Vadim ha acabado por alejarse de s¨ª mismo y as¨ª este relato del amor por el amor nos interesa poco como el final de su protagonista, interpretado acertadamente por John Finch, o el amor desgraciado de SyIvia Kristel.