El Sevilla no supo frenar al Atl¨¦tico de Madrid
Un fallo de la zaga del Sevilla y una jugada genial significaron para el Atl¨¦tico de Madrid, en el S¨¢nchez Pizju¨¢n, dos positivos que sit¨²an al equipo rojiblanco en el umbral del t¨ªtulo de campe¨®n de Liga. El Sevilla opuso al inteligente juego del l¨ªder un f¨²tbol basado en la fuerza f¨ªsica de once jugadores que se entregar¨®n con coraje a la tarea de levantar por dos veces un partido que se les escapaba de las manos.Carriega orden¨® a su zaga el marcaje por zonas. Juanito e Hita ?cog¨ªan? alternativamente a Aguilar y Ayala cuando pisaban su parcela. En el minuto seis, en un contraataque, con Gallego y Rivas preocupados por la presencia de Rub¨¦n Cano en el borde del ¨¢rea, tuvo Juanito que salir del terreno de su jurisdicci¨®n para cortar el paso a Leal. Ayala se qued¨® s¨®lo, recibi¨® el bal¨®n enviado por aqu¨¦l, lo templ¨® y remat¨® a placer. Era la primera vez que el Atl¨¦tico de Madrid ensayaba el disparo. Hasta ese minuto el juego se hab¨ªa desarrollado en el campo rojiblanco. El l¨ªder de la Liga se encontraba ahora en condiciones de hacer su f¨²tbol tipo. No sucedi¨® as¨ª.
El Sevilla no pens¨® dos veces en incorporar m¨¢s elementos al ataque. Juanito, en el minuto veinticuatro, obligaba a Reina a realizar una formidable parada. Dos minutos despu¨¦s Reina ?cantaba? un bal¨®n que Scotta aprovech¨® para centrar hacia atr¨¢s sin que nadie pudiera rematarlo. Scotta se encargar¨ªa con un lanzamiento de falta en el minuto 33 de desdibujar la labor del guardameta rojiblanco. El gol andaluz volver¨ªa a poner en guardia al Atl¨¦tico de Madrid, cuya delantera no entraba en juego. Leal era el ¨²nico hombre apto para el remate. Si su labor en el centro del campo fue oscura, en las proximidades del ¨¢rea de Paco se convirti¨® en una pesadilla. Leal monopoliz¨® el ensayo de disparos a puerta. En el minuto 35 el bal¨®n chocar¨ªa con el ¨¢ngulo derecho del portal sevillista. A partir de ese momento el ¨¢rea de Paco fue un terreno vedado. Los rojiblancos hab¨ªan renunciado al ataque.
El Atl¨¦tico de Madrid tuvo su fuerte en defensa. Pereira y Benegas anularon los esfuerzos de Scotta, director de juego de ataque del Sevilla. Cantudo trabaj¨® todas las zonas del ¨¢rea de Reina, pero sin intuir el gol. Y Montero no soport¨® el marcaje de Marcelino. Blanco, Ja¨¦n y Rubio podr¨ªan haber intentado el remate con frecuencia, pero se limitaron a bombear balones sobre la cabeza de Scotta. En esas circunstancias, saliendo siempre con el bal¨®n jugado desde atr¨¢s, los rojiblancos se negaron a ofrecer un repertorio m¨¢s completo, de contraataques. El centro del campo volvi¨® a ser propiedad andaluza. Leal se mostraba inhibido, Alberto sufr¨ªa demasiado con el juego destructivo de Rubio y Robi, trabajador a destajo, se preocupaba en demas¨ªa de Ja¨¦n.
Luis dej¨® a Aguilar, ap¨¢tico en el S¨¢nchez Pizju¨¢n, y Ayala, lesionado, en la caseta la segunda mitad del encuentro. Bermejo y Salcedo no pusieron remedio a los males de la delantera rojiblanca, a la que se incorpor¨® con descaro Robi. El Sevilla achuchaba mucho, pero no controlaba sus ataques. M¨¢s de un bal¨®n se pase¨® por los alrededores del marco de Reina, sin que nadie lo atajara. Esta situaci¨®n obligaba a los rojiblancos a trabajar todo el terreno de juego. Sin la velocidad de Aguilar en los ¨²ltimos treinta metros y la intuici¨®n de Ayala, el Atl¨¦tico ensayaba el contraataque con una patente pobreza. Cuando el cuarteto de atacantes se aproximaba al ¨¢rea rival, el Sevilla ten¨ªa replegadas sus l¨ªneas de cobertura.
Rub¨¦n Cano, a doce minutos del final del encuentro, realiz¨® la jugada m¨¢s bella de la ma?ana. Se sirvi¨® de un bal¨®n descontrolado para driblar a cuatro jugadores -portero incluido- y marcar el gol del triunfo. Rub¨¦n Cano combin¨® para ello obligaci¨®n y locura. Finaliz¨® la jugada ebrio de bal¨®n y regates. Pon¨ªa broche de oro a un partido que los rojiblancos jugaron de manera inteligente, arriesgando el m¨ªnimo imprescindible frente a un Sevilla que pag¨® a un alto precio un error de defensa. El gol de Rub¨¦n Cano tuvieron que aplaudirlo los propios andaluces. Signific¨® su derrota, pero fue genial, incluso para ellos.
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