R¨¦plica al conde de Montarco
En la secci¨®n ?Ecolog¨ªa? del diario EL PAIS del pasado d¨ªa 27, el conde de Montarco me hace el honor de ocuparse in extenso de uno de los programas de la serie ?El Hombre y la Tierra ? de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, dirigido por mi. A uno siempre le ilusiona que personajes de tan alta alcurnia se ocupen de sus modestas cosas, pero no tanto como para pasar por alto algunos conceptos que el se?or conde expone y de los que lamento mucho discrepar radicalmente.1 . Los cap¨ªtulos de la serie ?El Hombre y la Tierra?, que al se?or conde no le merecen m¨¢s importancia que el de ?reportajes trucados? han alcanzado los m¨¢s importantes premios mundiales de televisi¨®n, como la Ninfa de plata del Festival de Montecarlo, 1976, o la Gran Perla Mifed de Mil¨¢n, 1974, para no citar la mayor¨ªa de los premios nacionales.
2. Las decenas de prestigiosos profesionales que se sienten orgullosos de trabajar en el campo, en la sala de montaje, en el laboratorio o en el departamento comercial, en ¨¦sta serie de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, podr¨ªan explicarle muy bien al se?or conde que, cinematogr¨¢ficamente, se considera material trucado el que sufre manipulaciones fotogr¨¢ficas, cosa que como podr¨ªa aclararle cualquier experto, jam¨¢s ocurre en los documentales de ?El Hombre y la Tierra. ?
3. Estos ?reportajes trucados? que, seg¨²n el conde de Montarco, son el hazmerre¨ªr del medio rural, se han distribuido en los canales de televisi¨®n de todo el mundo civilizado, con los m¨¢s altos ratings en ciudades como Nueva York, Los Angeles, Tokio, Par¨ªs o Mosc¨²; constituyen una fuente de divisas y de prestigio cient¨ªfico para nuestro pa¨ªs, han merecido la m¨¢s positiva cr¨ªtica especializada en treinta pa¨ªses cultos y ocupan los primeros puestos en el panel de audiencia de RTVE, gracias a los votos que vienen, precisamente, del medio rural.
4. No me sorprende que los pastores del se?or conde se enfrenten a los lobos para defender al reba?o. Desde Mio Cid sabemos los espa?oles que esta tierra nuestra produce vasallos que defienden hasta la muerte los bienes de sus se?ores. En mi pueblo, al pie de los p¨¢ramos de Masa y de Poza, donde ha habido tantos lobos al menos como en las tierras del conde de Montarco, los modestos pastores que guardaban reba?os propios no ten¨ªan m¨¢s remedio que correr hacia el pueblo, en demanda de auxilio, para defender su ganado del ataque conjunto de cinco o diez lobos.
5. Tampoco me llama la atenci¨®n que los distinguidos amigos extranjeros del conde de Montarco se asombre de que en la salvaje Espa?a hay lobos que atacan los reba?os y dejan la huella de sus colmillos en la carlanca de sus mastines. Mis colegas zo¨®logos m¨¢s interesados en los hechos reales que en las an¨¦cdotas de sal¨®n hace varios a?os que han creado el Grupo Internacional del Lobo, en el que se integran prestigiosos zo¨®logos de m¨¢s de veinticinco pa¨ªses, que tratan de evitar con sus estudios y sus campa?as informativas, la desaparici¨®n de una especie tan importante en los ¨²ltimos pa¨ªses donde se refugia. Este grupo, a trav¨¦s del World Wildlife Fund, ha solicitado del Icona la pertinente autorizaci¨®n para realizar un estudio internacional con junto del lobo espa?ol.
6. Insisto en el hecho comprobado de que gran parte de lo da?os ocasionados en la caba?a ganadera espa?ola por presuntos lobos son el resultado de los ataques de grupos de perros asilvestrados, que han sustituido a los lobos en las regiones donde estos han desaparecido y cuyos cr¨¢neos y pieles -cuando han sido abatidos- est¨¢n en poder de cient¨ªficos espa?oles (equipo de Do?ana) que podr¨¢n mostr¨¢rselos al se?or conde o a sus pastores tan pronto como lo soliciten.
7. Es posible que las secuencias de la pel¨ªcula El lobo hayan sido el hazmerre¨ªr del c¨ªrculo rural del se?or conde de Montarco. Sus declaraciones, que parecen insinuar que se han empleado perros para hacer la pel¨ªcula, no han causado precisamente risa sino justificada indignaci¨®n a los naturalistas que llevan trabajando diez a?os con lobos, para estudiar la conducta de estos carn¨ªvoros y poner sus actividades al alcance de las c¨¢maras.
Si al conde de Montarco le complace continuar la pol¨¦mica, le invito, en compa?¨ªa de los especialistas -nacionales o extranjeros- que elija, a examinar cada fotograma del filme. En caso contrario, no me parece serio que menosprecie alegremente los sacrificios profesionales de unos hombres que dedican su vida entera al estudio de los animales y la divulgaci¨®n de la cultura. Porque no est¨¢n las cosas como para que andemos tirando piedras a nuestro propio tejado.
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