Deslindamiento entre el campo pol¨ªtico y el militar
Siempre se hab¨ªa atribu¨ªdo al almirante Pita da Veiga, el dimitido ministro de Marina, una importancia pol¨ªtica excepcional. Veterano entre los ministros militares, hab¨ªa acumulado sobre s¨ª experiencias de Gobierno con Carrero, Carlos Arias y Adolfo Su¨¢rez. Se le atribu¨ªa un cierto s¨ªmbolo de continuidad substante, bajo los devenires de la pol¨ªtica y del cambio de r¨¦gimen.El se hubiera sentido inc¨®modo con esas atribuciones. Pita ha sido sobre todo un hombre que se ha sentido arropado por un cuerpo de oficiales muy preparado, con el barco siempre a punto, bien pulido y armado. Este buen respaldo le ha permitido liberar energ¨ªas para seguir la l¨ªnea pol¨ªtica que ¨¦l cre¨ªa digna y defendible, y ¨¦sta se hab¨ªa formado esencialmente en tiempos del almirante Carrero. Su dimisi¨®n demuestra que la pol¨ªtica del Gobierno no es ya la suya. Esta su segunda dimisi¨®n, y marcha, es, por tanto, digna y defendible. Porque el almirante ya hab¨ªa presentado la dimisi¨®n anteriormente, con motivo del embarazoso incidente en que se meti¨® el Gobierno en el pretendido pase a la reserva de los generales Iniesta y De Santiago. El que Pita continuase en el Gobierno es prueba de que su sentido del deber y del compa?erismo le hab¨ªa impuesto sacrificios personales.
El estilo pol¨ªtico de Carrero, sin embargo, presentaba alguna caracter¨ªstica inservible en una sociedad abierta: la de que los militares deb¨ªan identificarse de tal modo con el r¨¦gimen que deb¨ªan intervenir en el control de la vida civil y en el control ideol¨®gico de la sociedad. Esta idea autoritaria corr¨ªa el peligro de hacer mella sobre todo en aquellos cuerpos armados a los que su estructura num¨¦rica exige mayor selectividad y exclusividad, f¨¢cilmente derivable hacia el elitismo. La Marina era, quiz¨¢s, el primero de esos cuerpos. Por eso se ha podido detectar en estos tres ¨²ltimos d¨ªas sobre todo entre algunos capitanes de nav¨ªo y contralmirantes, un sentido hipercr¨ªtico respecto de decisiones de Gobierno.
El cambio de r¨¦gimen y la imparcialidad que debe presidir la magistratura del Rey impon¨ªan un exquisito deslindamiento entre el campo pol¨ªtico y el militar. Este deslindamiento implicaba parad¨®jicamente, la necesidad de que las Fuerzas Armadas y sus jefes aumentasen su capacidad de buen juicio pol¨ªtico, esto es, su perfecta comprensi¨®n de las consecuencias sociales de sus actos. Esto ha tardado quiz¨¢s algo en ser comprendido por algunos sectores reducidos, y en el caso de la Marina baste recordar un incidente protagonizado por un alto jefe naval, en que se quiso comprometer al vicepresidente del Gobierno, o una truculenta conferencia, seguida del art¨ªculo en la Revista General de Marina, de contralmirante Daniel Novas, en que se acusaba nada menos que a Europa (a la que el Gobierno desea llevarnos) de practicar una estrategia global contra Espa?a, en cooperaci¨®n con la URSS.
El revuelo registrado en esos sectores de la Marina ha sido provocado, seg¨²n se cree saber, no tanto por la legalizaci¨®n del Partido Comunista, como por el modo como ha sido hecho, porque cuesta creer que ese punto no hubiese sido discutido y aprobado anteriormente en Consejo. Ser¨ªa entonces m¨¢s un problema de ?alevos¨ªa y nocturnidad? en el reconocimiento (como dijo un oficial), que el reconocimiento mismo, por desagradable que este hecho sea considerado.
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