El fabuloso Eugenio Mogilevsky
Sencillamente fabuloso. No otro adjetivo puede aplicarse a Yevgeni Mogilevsky que ha clausurado con un recital Prokoflev la serie de Grandes Int¨¦rpretes organizada por Iberm¨²sica.Nacido en 1945 (Odessa), Mogilevsky inicia su formaci¨®n en su ciudad natal para pasar, despu¨¦s, a las clases de los grandes maestros Neuhaus y Zak, en Mosc¨². En 1964 gana el primer premio absoluto Reina Isabel de B¨¦lgica. Inmediatamente, se difunde la grabaci¨®n discogr¨¢fica del Tercer concierto de Rachmaninov. Causa sensaci¨®n, pues se trata de una versi¨®n tan fascinante por poder¨ªo t¨¦cnico y musicalidad que ha quedado y quedar¨¢ como mod¨¦lica. ?Qu¨¦ sucede despu¨¦s con la biograf¨ªa de Mogilevsky? En la nota biogr¨¢fica del programa de mano nada se nos explica. Ser¨ªa aleccionador conocer el inmediato destino de un artista de la talla de Mogilevsky tras aparici¨®n tan fulgurante y sensacional.
Teatro de la Zarzuela
E. Mogilevsky, pianista. Sonatas 7y 8 y ?Visiones fugitivas?, de Prokofiev. 13 de Abril.
En fin, ahora ha llegado a Madrid con un programa monogr¨¢fico dedicada a Sergio Prokofiev. Por mucha admiraci¨®n que se sienta por figura de m¨²sico tan representativo, quiz¨¢ habr¨ªa resultado interesante conocer a Mogilevsky en un abanico de posibilidades m¨¢s extenso desde el punto de vista est¨¦tico, pues desde el t¨¦cnico, las dos sonatas escuchadas (s¨¦ptima y octava) y las Visiones fugitivas, bastan y sobran para medir la magnificencia del int¨¦rprete, su categor¨ªa de fabuloso, palabra que gustan utilizar los americanos a veces con exactitud y en ocasiones con precisi¨®n. Categor¨ªa tan evidente, calificaci¨®n tan exacta como se merece un artista situado m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable.
La extraordinaria belleza de las sint¨¦ticas Visiones fugitivas (1915-1917) que el propio Prokofiev interpretara en Espa?a durante su gira por nuestras Culturales del a?o 1935, fue apurada por Mogilevsky hasta el m¨¢ximo, tanto en sus valores gestuales como en sus aceradas significaciones psicol¨®gicas. Las Visiones ven¨ªan a ser una suerte de reposo del pianista entre dos grandes, soberanas sonatas: la octava, en si bemol mayor, op. 84 (1944) y la s¨¦ptima, op. 83 (1942). Prokofiev agota quiz¨¢ la posibilidad de herencia del gran romanticismo europeo y si en la primera obra citada podemos reconocer cierta ascendencia bralinisiana, en la segunda (la m¨¢s popularizada entre todas las sonatas de Prokofiev), el ¨¢rbol geneal¨®gico nos llevar¨¢ hasta ra¨ªces schubertianas. Pero hay en el compositor de Romeo y Julieta otras connotaciones derivadas de su radicalismo ruso y de la circunstancia general europea que envolvi¨® el discurrir de su carrera y, sobre todo, por las v¨ªas m¨¢s dif¨ªciles -la evoluci¨®n progresiva y sin ruptura- resplandece una personalidad de tan singular fuerza como ha explicado en sus escritos quien tanto colabor¨® en elcine como Proko, el realizador Eisenstein.
La hondura de una l¨ªrica que no acaba de entregarse al abandono de una delectaci¨®n sentimental (recordemos el andante caloroso de la s¨¦ptima sonata), el sentido constructivo, los plocesos arm¨®nicos tan ampliados sin llegar a romper con principios lonales, el virtuosismo lisztiano de quien pensaba en compositor para el piano desde el piano, cuajaron en una serie de piedras de toque del gran pianismo europeo que, aun relacionado con el de Scriabin, lo supera por varios costados.
Para abordar con brillantez estas obras de Prokofiev es necesaria una t¨¦cnica trascendente que abarque todos los aspectos del pianismo. Mogilevsky la posee en tal grado que, olvidamos las dificultades -?y qu¨¦ dificultades!- para escucharle hacer m¨²sica fresca, jugosa, natural. Importante entre los importantes, fuera de serie entre los fuera de serie, Mogilevsky es un pianista abocado al mito y la leyenda. La reacci¨®n del p¨²blico fue apote¨®sica y para corresponder a ella, nuestro visitante debi¨® ofrecer unos cuantos encores. No es necesario decir el n¨²mero, ya que fueron los que ¨¦l mismo quiso. Por parte del p¨²blico pod¨ªa estar tocando todav¨ªa.
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