Paquirri reclama el bast¨®n de mando
De nuevo otro ?maestro? hollando el albero de La Maestranza, un albero que es pura historia, con la plaza a reventar y dispuesta a acabarse de creer lo de la maestr¨ªa. Y de nuevo unos toros indecorosos, o a¨²n peor que nunca, porque lo que sali¨® ayer por los chiqueros, sin tipo, sin cara y sin casta, era una aut¨¦ntica verg¨¹enza.Y ya estamos otra vez con El Viti y su seriedad, cuando hasta eso es mentira, porque la seriedad hay que demostrarla no en el rictus, sino en los hechos, que en esto del toreo se traducen en una ejecutoria limpia, jalonada de gestos y gestas. Mira uno para atr¨¢s y en El Viti (me da lo mismo decir en Camino y en alg¨²n otro que presume de estar en los puestos cimeros del oficio) nos encontramos con el vac¨ªo que no puede llenar alg¨²n que otro hito espor¨¢dico.
Plaza de La Maestranza
D¨¦cima de Feria. Toros de Jos¨¦ Luis Osborne, incalificables por su falta de presencia, fuerza y casta; la m¨¢s indecorosa corrida del abono. Sexto devuelto por cojo y sustituido por otro del mismo hierro, noble.El Viti: Algunos pitos. Palmitas y pititos. Paquirri: Petici¨®n de oreja y vuelta. Oreja. Angel Teruel: Silencio. Vuelta.
Con esos perros de Osborne, sin agresividad, m¨¢s pendientes de refugiarse en tablas que de acometer, flojos, hasta el punto de que la suerte de varas fue una pantomima, naufrag¨® El Viti ahogado en su aburrida seriedad y en la grotesca prosopopeya con que prepara todas las suertes. No acert¨® a impedir que una de las reses se le aculara en la barrera, lo cual no era tan dif¨ªcil; la otra no ten¨ªa clase en su aborregada embestida y naturalmente los pases que intent¨®, tan sin gracia con tan desmedidos proleg¨®menos de altaner¨ªa, no pod¨ªan cuajar. ??Enfermero!?, le gritaban desde el sol. Y casi naufraga tambi¨¦n Teruel, que se limit¨® a tocarle por la cara a un perro que asimismo se refugiaba en tablas, y si se salv¨¦ fue porque el sobrero, lidiado en sexto lugar, result¨® ser el ¨²nico con embestida viva y noble, y pudo torearle con facilidad, aunque sin ligar los pases, sin imprimir hondura al trasteo, y siempre con el freno de su parsimonia, el andar sigiloso en todos los quites y todos los paseos, el mon¨®logo constante de sus ademanes contestando con la cabeza que s¨ª o que no, a preguntas que nadie le hab¨ªa hecho. ?Y qu¨¦ relamido todo!
De manera que el bast¨®n demando del toreo est¨¢ perdido en cualquier rinc¨®n de este planeta loco, pues en el ej¨¦rcito de la torer¨ªa mandan los sargentos, que nadie tiene coraz¨®n ni cabeza para alcanzar m¨¢s altas graduaciones. Unos pocos creen que es de su exclusiva pertenencia, sin que ninguno tenga reconocido derecho a empu?arlo. Pero nadie hab¨ªa contado con Paquirri, por su fama de torero acelerado y superficial, bien es verdad que ganada a pulso. Mas Paquirri, que ya en la feria de San Isidro ¨²ltima apunt¨® su poder¨ªo con dos mansos dif¨ªciles, ha llegado a La Maestranza sin cuentos, pisando firme; arrancando desde su triunfo incuestionable del s¨¢bado anterior. Y ayer se volc¨®. Ech¨® atr¨¢s al Viti cuando ¨¦ste se le interpon¨ªa en un quite, tore¨® a la ver¨®nica, por gaoneras y por chicuelinas; coloc¨® en suerte ante el caballo uno de los perros con una larga cambiada de rodillas y le hizo una faena que tuvo reposo y pulcritud. Y en el quinto, un colora, el ¨²nico de relativa presencia de toda la corrida, le esper¨® a porta gayola para darle tres largas cambiadas que pusieron la plaza boca abajo. La ovaci¨®n m¨¢s encendida y prolongada de la feria, con m¨²sica de fiesta mayor, a la que tuvo que corresponder montera en mano. En banderillas fue el Paquirri de siempre. Y con la muleta estuvo en figura verdadera, mand¨®n pase a pase y en el conjunto de los derechazos, naturales, de pecho y ayudados, siempre por encima de lo que la embestida de burro del Osborne pod¨ªa permitir. No hubo exquisiteces de ning¨²n tipo, pero nadie podr¨¢ exigir m¨¢s de lo que hizo Paquirri, borracho de toreo y de triunfo. Faena redonda, ligada, ajustada a las condiciones del animal y emotiva. Y la suerte suprema desprestigiada por cuanto la han vapuleado los coletudos de esta hora, maestrillos incluidos, recobra su grandeza en este torero, que ayer la ejecut¨® a ley, como los c¨¢nones mandan, volc¨¢ndose sobre el morrillo con el enga?o a rastras y saliendo del embroque con ritmo y con limpieza; incluso en el pinchazo soberano que precedi¨® a la gran estocada con que fulmin¨® al quinto toro.
Un r¨¢bano me importa que ma?ana Paquirri vuelva a ser el acelerado torero que fue, pues si tal ocurre, se le da el palmetazo y santas pascuas. Ayer reclam¨® el bast¨®n de mando perdido y les pudo decir a todos sus compa?eros: ?Lo cojo porque no tiene amo, con tanto derecho como vosotros, maestros ciruela, o con mejor derecho que vosotros, pues he venido a por ¨¦l y ¨¦stos son mis poderes. ?
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