La crisis del sistema educativo / y 3
Hace varios meses se hicieron p¨²blicas unas normas oficiales relativas a la formaci¨®n c¨ªvico-social de los alumnos de educaci¨®n general b¨¢sica, dictadas con el prop¨®sito de contribuir a su preparaci¨®n para la convivencia pac¨ªfica y arm¨®nica en el seno de una sociedad democr¨¢tica. Si en todo sistema educativo existe, o debiera existir, ese objetivo, en el caso de Espa?a lo j¨²stifican doblemente el per¨ªodo de transici¨®n que vive hacia ese tipo de sociedad y las dram¨¢ticas consecuencias que han tenido en nuestro pasado los enfrentamientos violentos m¨¢s dolorosos que pueden producirse en la vida de los pueblos: las guerras civiles.Pero, ?cu¨¢les son las posibilidades reales que tiene un sistema educativo para la realizaci¨®n de tales, prop¨®sitos? Si se examinan causas u or¨ªgenes de las tensiones y los conflictos, se llega pronto a la conclusi¨®n de que muchos de ellos pertenecen a un plano distinto del educativo. Las discriminaciones, las desigualdades, las injusticias en el orden econ¨®mico y social, las diferencias ideol¨®gicas llevadas al ¨²ltimo extremo, la violaci¨®n de derechos humanos, crean situaciones de tensi¨®n extrema respecto a cuya soluci¨®n es poco lo que puede hacer el sistema educativo, al menos a corto plazo. O, peor todav¨ªa: puede contribuir con su acci¨®n a mantener esas situaciones cuando fomenta el clasismo o emplea el autoritarismo, m¨¦todo seguro para cultivar el conformismo, o la rebeld¨ªa.
Sociedad, individuo
Hay que considerar, que las instituciones educativas no pueden dejar de reflejar ciertas caracter¨ªsticas del tipo de sociedad en la que est¨¢n insertas; de ah¨ª el principio certero de la sabidur¨ªa plat¨®nica al se?alar que hay que educar a la sociedad para educar al individuo. En cambio, lo que la educaci¨®n puede hacer en el contexto de una sociedad animada por los ideales de paz y de convivencia, basados, no en la fuerza, sino en la justicia y el respeto a la igualdad de derechos de todos, puede ser una gran efectividad. Veamos algunas de las v¨ªas y de los medios posibles para ello.
Una primera condici¨®n para que la educaci¨®n contribuya eficazmente a la convivencia es la existencia de una estructura y organizaci¨®n del sistema educativo que asegure una aut¨¦ntica igualdad de oportunidades. Han transcurrido muchos a?os desde que Ortega y Gasset, en su conferencia sobre La pedagog¨ªa social como programa pol¨ªtico, incluyera este p¨¢rrafo estremecedor: ?La instrucci¨®n p¨²blica de los pa¨ªses europeos -no ya s¨®lo de Espa?a- perpet¨²a en su organizaci¨®n, un crimen de lesa humanidad; la escuela es dos escuelas: la escuela de los ricos y la escuela de los pobres. Los pobres no lo son meramente en hacienda; son tambi¨¦n pobres de esp¨ªritu. Llegar¨¢ un tiempo (por ignominia todav¨ªa no ha llegado) en el que no habr¨¢ que estudiar a los hombres clasificados dentro de las categor¨ªas de pobre y rico, como se clasifican las anim¨¢lculas en vertebradas e invertebradas. Pero a¨²n es peor que hoy los hombres se dividan tambi¨¦n en cultos e incultos; es decir, en hombres y subhombres.?
Mucho se ha avanzado en Europa y en Espa?a desde que fueron pronunciadas esas palabras, en materia de expansi¨®n de oportunidades educativas; pero est¨¢ lejana, al menos en nuestro pa¨ªs, la realizaci¨®n de una condici¨®n fundamental para la convivencia: la de la integraci¨®n social en el seno de las instituciones educativas.
La preparaci¨®n para la convivencia lleva impl¨ªcitas importantes exigencias para el acto educativo. En efecto, el ejercicio fecundo de los derechos de la ciudadan¨ªa exige del individuo la subordinaci¨®n de los intereses personales al bien general y el cumplimiento estricto de un conjunto de deberes como persona, ciudadano y profesional. Esto plantea la necesidad de que se le dote de una formaci¨®n que asegure el equilibrio de la personalidad y que est¨¦ basada en una rigurosa doctrina moral. En ese orden se ha de tenerse en cuenta el ciclo psicol¨®gico, frustraciones, agresividad, violencia; no se trata de adoptar como ideal educativo la formaci¨®n de individuos amorfos o conformistas; al contrario, hoy, m¨¢s que en cualquier otro per¨ªodo, son necesarias personalidades recias, dotadas de sentido cr¨ªtico, capaces de hacer frente, a . la presi¨®n arrolladora de la propaganda, y evitar ser v¨ªctimas de la manipulaci¨®n de los valores espirituales, socio-politicos y materiales. En este sentido, la agresividad, que se considera inseparable de la naturaleza humana, debidamente encauzada, puede ser una fuente de energ¨ªa beneficiosa, como lo ha sido en un plano general para el progreso de la ciencia.
Conocimientos y experiencia
En la preparaci¨®n para la vida ciudadana, dos actividades principales debieran conjugarse: la transmisi¨®n de conocimientos y la experiencia vivida de formas de participaci¨®n en la organizaci¨®n interna de los centros de ense?anza. En lo que respecta a los conocimientos a impartir, hay un aspecto de singular importancia a tener en cuenta; y es el de la interpretaci¨®n de la Historia de nuestro pa¨ªs, especialmente la de los ¨²ltimos siglos. Habr¨ªa que evitar las posiciones manique¨ªstas, la de buenos y malos, atribuir a unos toda la raz¨®n y a los otros la carencia total de ella. A ese efecto, parece imponerse la necesidad de una revisi¨®n de los textos de historia con un criterio de rigurosa objetividad, eliminando todo aquello que pueda contribuir a suscitar rencores y a crear un esp¨ªritu beligerante, medios seguros para que no cese la cadena sin fin del conflicto constante, ,latente entre los espa?oles. En ese sentido, constituye un ejemplo, digno de ser imitado, la acci¨®n emprendida por determinados pa¨ªses beligerantes, especialmente Francia y Alemania, mediante la constituci¨®n de comisiones de especialistas de ambas nacionalisdades para la revisi¨®n mutua de los textos de historia, a partir de la ¨²ltima guerra mundial.
El ejercicio de los derechos y deberes c¨ªvicos hace imprescindible la posesi¨®n de nociones y conocimientos relativos a la dignidad de la persona, a las instituciones municipales, regionales, centrales, a la organizaci¨®n pol¨ªtico-administrativa, al mundo del trabajo, a los preceptos constitucionales, m¨¢s importantes que rigen la vida de la nacion, y a las ideolog¨ªas y creencias diversas. Junto a ello es necesario tambi¨¦n el an¨¢lisis cr¨ªtico de los factores hist¨®ricos pasados y los de la ¨¦poca presente que han motivado o motivan conflictos en el seno de la, comunidad nacional y dificultan la comprensi¨®n y solidaridad humanas. En ese contexto tiene especial importancia la ensenanza relativa a la declaraci¨®n de los derechos humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1948, Carta fundamental de los principios morales y pol¨ªticos que constituyen la base para el logro de un nuevo orden nacional e internacional m¨¢s justo y m¨¢s fraterno.
Pero si el objetivo final de la educaci¨®n as¨ª concebida, es el cul.tivo de los sentimientos de cornprensi¨®n y de tolerancia, es evidente que ello requiere, adem¨¢s de conocimientos, la realizaci¨®n de actividades y la adquisici¨®n de h¨¢bitos de colaboraci¨®n que permitan cubrir la distancia que media entre la idea o el convencimiento y la realizaci¨®n efectivq de la solidaridad. Para lograr resultados eficaces en ese orden, debe estar inipreg nada la obra educativa de ese mismo esp¨ªritu que se desea infundir. No ser¨¢n pues, los m¨¦todos autoritarios los que lo logren, sino el ambiente de trabajo en equipo, la concesi¨®n de amplios m¨¢rgenes de autonom¨ªa y responsabilidad personal; en fin, las condiciones y el clima de una aut¨¦ntica comunidad educativa. En el seno de la sociedad escolar, el ni?o. y el adolescente pueden ejercitar plenamente todas las virtudes ¨¦ticas y sociales, con la particularidad de que sus relaciones tengan una caracter¨ªstica muy parecida a la de la sociedad adulta. Entre los chicos, como entre los mayores, hay de fodo: fuertes y d¨¦biles, felices y desdichados, adaptados e inadaptados.
He ah¨ª luna tarea del m¨¢s alto valor ¨¦tico y de la mayor trascendenc¨ªa para el porvenir de nuestro pa¨ªs. Lo que se hace hasta ahora es muy limitado: incluso las normas oficiales que se mencionan al comienzo de este art¨ªculo est¨¢n circunscritas a un s¨®lo ciclo educativo de los sentimientos de compero eso no basta. La acci¨®n deber¨ªa ser m¨¢s amplia. Sabida es la poderosa influencia, positiva y negativa, que los medios de informaci¨®n, antiguos y modernos, pueden ejercer en ese orden. Sobre todo habr¨ªa que profundizar m¨¢s y con mayor rigor cient¨ªfico en el an¨¢lisis de los conflictos, y en el estudio de los medios m¨¢s eficaces para lograr esa convivencia arm¨®nica que necesita y desea el pueblo espa?ol. Si en el pasado, hombres como Jovellanos, Larra, Balmes, Giner, Costa y Machado fustigaron vicios nacionales y se esforzaron en buscar soluciones, no faltan hoy, en todos los campos del saber, hombres eminentes que sienten esas mismas preocupaciones y afanes. Por no citar sino a hombres fuera de toda militancia pol¨ªtica partidista, afloran a la memoria personalidades de la talla intelectual y moral como Juli¨¢n Mar¨ªas, La¨ªn Entralgo, Rof Carballo y Garcia Escudero. Ser¨ªa necesario que a los esfuerzos de esos y de tantos hombres en favor de esa l¨ªnea de comprensi¨®n y de tolerancia, se les ofreciera un marco propicio y estimulante para su acci¨®n. Dif¨ªcilmente podr¨ªa encontrarse una empresa m¨¢s honrosa y m¨¢s patri¨®tica en el setitido m¨¢s aut¨¦ntico y elevado de este t¨¦rmino, para una instituci¨®n ad hoc, o para una fundaci¨®n que sintiera esos ideales.
Los dos trabajos anteriores fueron publicados en EL PAIS, los domingos 6 de marzo y 10 de abril de 1977, respectivamente.
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