Guernica: ¡°Eran las cuatro y cuarto de la tarde¡±
¡°A las cuatro y cuarto de la tarde me encontraba en la alcald¨ªa, ocup¨¢ndome de los asuntos propios de mi cargo. De las primeras bombas, tres cayeron sobre el edificio en el que nos encontr¨¢bamos, y los tres pisos de piedras y cascotes se hundieron sobre nuestro refugio, situado en el s¨®tano de la casa, dej¨¢ndonos enterrados y sin salida. Ahora Guernica es s¨®lo un mont¨®n de ruinas y llamas, pudi¨¦ndose escribir sobre sus cenizas este epitafio: "La civilizaci¨®n germ¨¢nica pas¨® por aqu¨ª; espantados de su crimen quisieron descargar su conciencia delante del mundo e imputarlo a los rojos. ?Insensatos! Ner¨®n tambi¨¦n incendi¨® Roma, y acus¨® del crimen a los cristianos". La historia nos juzgar¨¢.¡± Con estas palabras Jos¨¦ Labauria, alcalde de la localidad el 26 de abril de 1937, denunciaba al mundo, desde las antenas de Radio Bilbao, la destrucci¨®n de Guernica bajo las bombas y el fuego de los aviones alemanes.
Una ciudad desarmada
¡°Guernica no era una ciudad con base militar, y por tanto no es taba armada -afirma Jon Beistegui-. Era, por as¨ª decirlo, localidad de reposo de tropas, las cuales ven¨ªan a descansar y a aprovisionarse. Por eso aquel d¨ªa, con la celebraci¨®n de mercado, hab¨ªan llegado a¨²n m¨¢s fuerzas. En Guernica hab¨ªa aquellos d¨ªas un batall¨®n que hac¨ªa funciones sanitarias en el hospital -el actual instituto- y otro batall¨®n de descanso.¡± Jon Beistegui, comandante de Gudaris con base en Loyola, rememora hoy en su negocio de bicicletas de Bilbao aquella jornada vivida a pocos kil¨®metros de una localidad tranquila y confiada, incapaz de imaginarse que del colorido y el traj¨ªn del mercado, iban a pasar en s¨®lo tres horas a la destrucci¨®n total.
¡°Esa ma?ana, hacia las once, vino un avi¨®n raro, uno nada m¨¢s, que dio varias vueltas sobre la lo calidad -recuerda Antonio Ozamiz- Hasta ese d¨ªa, en Guernica no habla aparecido ning¨²n avi¨®n ni se hab¨ªa disparado un solo tiro. Al ver el aparato nos empezamos a preocupar.¡±
Antonio Ozamiz -hoy propietario de un negocio de transportes de Bilbao- era aquel mismo d¨ªa un mec¨¢nico despreocupado, incluso de las batallas que libraban los vascos a pocos kil¨®metros. ¡°Antes no me hab¨ªa atrevido a contar lo que vi aquel d¨ªa en Guernica. Todos ten¨ªamos miedo de hablar, tem¨ªamos siempre un golpe en la cabeza...¡± Don Antonio, hoy, s¨ª tiene valor para relatar los horrores que vio en las aproximadamente tres horas y media que dur¨® el bombardeo.
A medida que pasa el tiempo, Antonio Ozamiz va adquiriendo seguridad en el relato. Son muchos a?os sin poder contarlo todo...
¡°Ve¨ªamos c¨®mo pasaban los aviones en oleadas, lanzando bombas. El ruido de sirenas y campanas se mezclaba con el de los gritos y las explosiones de las granadas. Todo era humo. Desde el mont¨ªculo que ocup¨¢bamos ve¨ªamos c¨®mo los tejados de las casas saltaban por los aire! como arrancados de cuajo. Era un espect¨¢culo horrible.¡±
¡°En una tercera pasada observamos que los aviones en vez de explosivos lanzaban bombas incendiarias. Recuerdo que yo le coment¨¦ a Ambrosio Arriaga que eran como las lenguas de fuego de la Biblia, pero arrojadas en el interior de las casas que no ten¨ªan ya techos.¡±
Otro de los que se ¡°ech¨® al monte¡± en seguida fue Teodoro Seijo, ¨¦l lo vio todo desde la zona de Forua, el alto de Urdaibai.
¡°A la ma?ana del 26, vimos algunos cazas que pasaban cerca de Loiz en misi¨®n de reconocimiento. Esto inquiet¨® bastante a la poblaci¨®n. En Guernica era d¨ªa de mercado y sin embargo recuerdo que algunas tiendas cerraron por miedo ya. A las tres pas¨® un primer avi¨®n de observaci¨®n al que llam¨¢bamos "el alcahuete". Volaba muy bajo. En ese momento en el mercado hab¨ªa m¨¢s gente que por la ma?ana. A las cuatro de la tarde se oy¨® ruido de motores en la lejan¨ªa. Ven¨ªan por la zona de Murueta desde el mar, r¨ªo arriba. Eran avionetas Junker, que en un grupo aproximadamente de ocho comenzaron a descargar bombas. A los cinco minutos llegaron otros con m¨¢s explosivos y luego ya las "pasadas se sucedieron -con bombas y fuego- hasta las 7.45.¡±
"Nadie durmi¨® en Guernica"
Hacia las ocho de la noche, Teodoro Seijo volvi¨® al centro y corri¨® al pueblo destrozado en busca de familiares y amigos. La incertidumbre, el dolor, la rabia, deb¨ªan ser enormes. ¡±La gente s¨®lo acertaba a pronunciar dos frases: "?Est¨¢is bien? ?Os falta alguien? Los guerniqueses, entre tanto fuego y destrucci¨®n, s¨®lo se preocupaban de las vidas. Fuimos recorriendo el pueblo. De los refugios, el que mejor qued¨® fue el que, estaba bajo el Ayuntamiento. Una bomba hizo venirse abajo a todo el edificio cubriendo los cascotes y maderas todas las salidas del refugio, que qued¨® as¨ª enterrado. La gente en su interior pens¨® que iba a morir y cund¨ªa la histeria. Hab¨ªa s¨®lo una ventana con un barrote. Daba a la calle. El padre Anastasio Anduiza, jesuita, les dio la bendici¨®n. Finalmente algunos de los encerrados pudieron salir por agua, salvando al resto de los ocupantes del refugio de la asfixia segura. Aquella noche se durmi¨® fuera de Guernica.¡±
A Txamako, Juan Echevarrieta, el bombardeo le cogi¨® en medio del pueblo, y pudo presenciar de cerca el horror de la destrucci¨®n. Ten¨ªa s¨®lo diecinueve a?os.
¡°Era lunes, d¨ªa de mercado; por tanto fuimos un grupo de amigos (entre ellos Ubilla y Juanito) hacia el front¨®n, pero all¨ª hab¨ªan puesto el cartel de "no hay funci¨®n". Marchamos hasta el and¨¦n de la estaci¨®n, desde donde se ve¨ªan las columnas de humo del frente de Marquina, que era atacado a las 3.45. En Guernica no hab¨ªa defensa a¨¦rea, s¨®lo unas ametralladoras del batall¨®n Saseta. Hacia las 4.15 vimos c¨®mo ven¨ªan de lejos los aviones. Nos metimos en bar Iru?a (hoy bar Liceo) y all¨ª nos sorprendieron las primeras bombas. Recuerdo que yo me escond¨ª detr¨¢s de la cafetera.¡±
¡°Salimos de all¨ª en un intervalo y nos enteramos que las primeras bombas hab¨ªan ca¨ªdo por donde est¨¢ la iglesia de San Juan Ibarra. En una de las pasadas nos refugiamos en un portal cerca de la estaci¨®n. Al salir de all¨ª, una bomba me estall¨® tan cerca, que me tir¨® al suelo. Recuerdo que tras las primeras bombas explosivas lanzaron muchas incendiarias. Corrimos escapando de aquel horror por la cuesta de Santa Mar¨ªa, y desde all¨ª ve¨ªamos c¨®mo, con vuelo bajo, los aviones ametrallaban a los que trataban de escapar.¡±
Avelino Mart¨ªnez -hoy taxista en Bilbao- recuerda que aquel lunes hac¨ªa un d¨ªa luminoso, veraniego, un bonito d¨ªa de mercado.
¡°Estaba yo en Morga -a unos dos o tres kil¨®metros de Guernica- cuando comenz¨® el bombardeo. Ser¨ªan unos veinte aviones. Ven¨ªan en formaci¨®n de tres en tres, lanzando las bombas, como en racimos de uvas. Luego se iban, para volver todos a los pocos minutos. Desde donde est¨¢bamos ve¨ªamos Guernica como si se tratara de una antorcha. Las columnas de humo sub¨ªan muy altas. Cuando llegamos al pueblo ard¨ªa todo. Por las calles hab¨ªa momentos en que era imposible ver a trav¨¦s del humo. La destrucci¨®n era enorme. Tanto, que hab¨ªa zonas -sobre todo el casco viejo y la zona de feria- que estaban irreconocibles. Los gritos eran estremecedores. Recuerdo, ?sabe usted?, haber visto en medio de todo aquel desastre a compa?eros de usted, periodistas, tomando notas. Aquella noche dorm¨ª en las v¨ªas del tren.¡°
Una se?ora de cierta edad -que se niega a dar nombre- recuerda s¨®lo el ruido de las bombas, los gritos y la destrucci¨®n enormes de su pueblo. ¡°Los cad¨¢veres estuvieron entre las casas y en las calles hasta tres d¨ªas. Como habla aquel d¨ªa gentes de los pueblos de los alrededores hizo falta tiempo antes de que sus familiares vinieran con carros para llevarse los cuerpos. ¡°
Nueve d¨ªas despu¨¦s del bombardeo de Guernica el cuartel general de las fuerzas que la hab¨ªan ocupado hizo p¨²blico el siguiente parte. ¡°Guernica no fue bombardeada por las fuerzas a¨¦reas, fue incendiada con gasolina por los propios vascos.¡±
Todos recuerdan haber visto relucir el metal de los aviones en la soleada tarde de aquel 26 de abril.
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