Perder aqu¨¦llo
Yale y Amilibia me lloran sobre el ¨²ltimo whisky de la madrugada. Ya no parece un whisky. Parece un kas.-Que nos han echado la tira de delito por El d¨ªa que perd¨ª aquello.
No voy yo a entrar ni salir en las decisiones siempre justas de la justicia, pero me parece que mis dos amigos, estos ilustres reporteros, grandes profesionales de la noche, se han quedado kitsdh con su libro.
-Eso ya no se lleva, mushashos. ?Qui¨¦n se acuerda del d¨ªa que perdi¨® aquello?
Porque ellos, en su libro, encuestaron al personal sobre la p¨¦rdida de la virginidad o doncellez de cuerpo, pero los pecados de la carne son menos pecado desde el Vaticano II, y habr¨ªa que hacer un libro preguntando a nuestros pol¨ªticos preelectorales por el d¨ªa que perdieron la doncellez pol¨ªtica, si es que se acuerdan. Les animo a mis dos queridos colegas a que lo hagan, mientras apriesa cantan los gallos de la farra y quieren quebrar albores.
-Un suponer, que os diga Fraga, si se recuerda, el d¨ªa que perdi¨® la doncellez seu¨ªsta para hacerse dem¨®crata por London. O que os diga Fern¨¢ndez de la Mora el d¨ªa que perdi¨® la virginidad intelectual para hacerse ministro por Franco.
Y en este plan. Porque lo de la membranita me parece a m¨ª que ya no le preocupa a nadie, y si no ah¨ª est¨¢ Concha Velasco dando ejemplo y cas¨¢ndose cuando el fruto de sus entra?as anda ya fuera de las entra?as. O Teresa Rabal, que ha tenido la gracia de hacer una boda de derechas con un padre de izquierdas. En cambio, la doncellez pol¨ªtica de nuestros castos hombres p¨²blicos es cosa que le gustar¨ªa curiosear al personal, ya que, pr¨®ximos los Idus de junio o Juno, dicen los ar¨²spices que el censo no va a votar ideolog¨ªas, sino nombres. Pues sepamos de qu¨¦ van los hombres y los nombres.
Yo, si las mujeres, las enfermedades y la poes¨ªa l¨ªrica no me hubieran retirado de audaz reportero y v¨ªbora de la prensa, es lo que les preguntar¨ªa a todos:
-Y d¨ªgame, se?or Silva, ?c¨®mo fue el d¨ªa que perdi¨® aquello?
Aquello, naturalmente, es, o era, su fervor dem¨®cratacristiano, que no digo yo que lo haya perdido, pero se le ha extraviado. en los tumultuosos m¨ªtines de Alianza Popular.
Y con L¨®pez-Rod¨®, lo mismo, aunque dicen que es el que menos ten¨ªa que perder:
-Don Laureano, ?recuerda usted el d¨ªa que perdi¨® aquello?
Pero dicen que dijo que hab¨ªa hecho votos para no perder nada. Don Laureano perdi¨® primero su ferviente doncellez ideol¨®gica barbastrense para declararse del Movimiento, o algo as¨ª, hasta las cachas.
-Ale, t¨ªos -les digo a Yale y Amilibia, a la hora en que las respetuosas han apagado el ¨²ltimo chivato verde, han bajado bandera y nace en ellas, con el sue?o, la mujer decente que en el fondo son-. Ale, a dejarse de llorar, de recurrir y de in cordiar, machos, y a hacer el libro del d¨ªa que perdieron aquello nuestros grandes y peque?os pol¨ªticos.
Porque todos ten¨ªan una virginidad franquista acrisolada en Burgos, templada en Toledo como bella tizona de fino acero, curtida en las monta?as nevadas y las marchas del Frente de Juventudes, un himen ideol¨®gico de poliestireno reforzado con la teolog¨ªa de Mu?oz Alonso, Iglesias Selgas y otros penenes en francolog¨ªa. Y ahora quiz¨¢ ni uno solo se atreva a recordar: ?Pues yo creo que el d¨ªa que perd¨ª aquello fue un veinte de noviembre ... ? Una vez perdido aquello, unos se han lanzado al arroyo democr¨¢tico, otros al fango electorero, aquestos al comercio camal y demag¨®gico con el pueblo y aquestos otros a la promiscuidad con las potencias del Este judeo-mas¨®nico. Desde el SEU renovado al Opus reciclado, a todos se les ha roto el c¨¢ntaro en la fuente. Pero ninguno se acuerda del d¨ªa que perdi¨® aquello.
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