Eanes, en Madrid
ADEMAS DE su car¨¢cter simb¨®lico y ritual, el viaje a Espa?a del presidente Eanes reviste un sentido pol¨ªtico indudable: Espa?a y Portugal siguen busc¨¢ndose mutuamente, en medio de su desencuentro hist¨®rico. Durante siglos, Madrid y Lisboa han vivido de espaldas, a pesar de la ret¨®rica y de todos los pactos oficiales. Pero, una vez m¨¢s, sus caminos parecen, si no cruzarse, al menos adoptar cierto paralelismo. De estos paralelismos debemos desconfiar: baste el recuerdo de los reg¨ªmenes autocr¨¢ticos en los dos pa¨ªses. Pero las dos dictaduras no pudieron dar a luz una cooperaci¨®n m¨ªnimamente seria, pese a su connivencia ideol¨®gica. Las relaciones —econ¨®micas, t¨¦cnicas, cient¨ªficas, industriales y, sobre todo, culturales— han sido casi inexistentes. La lectura de los seis art¨ªculos y de los tres protocolos adicionales al Pacto Ib¨¦rico muestra un vac¨ªo esencial lamentable.
Hoy, Espa?a y Portugal salen de la larga noche de piedra, emergen del totalitarismo hacia la democracia. Pero tambi¨¦n de distinta manera. Portugal mediante una sacudida revolucionaria, un golpe de Estado militar que, tras estar a punto de desembocar en el alegre —ambiguo— caos de los claveles, ha vuelto a controlar y a estabilizar una democracia cada d¨ªa m¨¢s firme y segura. Espa?a, por su parte, siguiendo cautelosamente y paso a paso, respetando el juego institucional, el camino hacia un liberalismo que se ve ya cercano, pero que no ha llegado todav¨ªa.
Una democracia todav¨ªa fr¨¢gil, pues se pone en contacto con una predemocracia: Los dos hombres que dirigen sus rumbos conocen, no solamente sus problemas interiores, sino los bilaterales entre ambas realidades. Don Juan Carlos, no hay que olvidarlo, ha pasado la mayor parte de su infancia en Portugal y ha estado en constante contacto, por razones personales, con la realidad vecina. El presidente Eanes, por su parte, otro de los jefes de Estado m¨¢s j¨®venes del mundo, hijo de campesinos del norte de Portugal, encierra en su persona, junto con una legitimidad democr¨¢tica indiscutible, un car¨¢cter ins¨®lito y de sorprendente importancia: es un militar que, junto a otros de sus compa?eros, abri¨® para Portugal el camino de la democracia; y al mismo tiempo, es el hombre cuya instalaci¨®n en la presidencia de la Rep¨²blica ha simbolizado la estabilizaci¨®n de la democracia y de la revoluci¨®n.
Para el presidente Eanes, el ?hombre fuerte e incorruptible? de la revoluci¨®n portuguesa, como le ha llamado la prensa internacional, la misi¨®n del ej¨¦rcito consiste precisamente ?en imponer la voluntad popular expresada en las elecciones?. Pragm¨¢tico, no concede entrevistas: ?Los militares deben dejar de hacer de vedettes?, declar¨® un d¨ªa a los periodistas. El general Eanes personifica, al mismo tiempo, el origen de la democracia en su pa¨ªs, la legitimidad popular, la estabilizaci¨®n de la revoluci¨®n y la unidad del ej¨¦rcito, salvaguarda de la democracia.
El presidente Eanes ha celebrado una entrevista significativa con el vicepresidente primero del Gobierno espa?ol, teniente general Guti¨¦rrez Mellado. Estamos seguros sobre el acuerdo de criterios que estos dos prestigiosos militares mantienen, sin duda, respecto al papel de los ej¨¦rcitos modernos.
Por lo dem¨¢s, los problemas entre Espa?a y Portugal existen: problemas de cooperaci¨®n y de concurrencia, de ordenaci¨®n de sectores econ¨®micos —la pesca, la delimitaci¨®n de la plataforma continental, aprovechamiento de r¨ªos fronterizos, contaminaci¨®n de los mismos—, dentro de un panorama donde los intercambios comerciales han decrecido desde 1975: pero no hay que hacerse ilusiones, pues, en Espa?a, la crisis econ¨®mica se agrava, y puede acompa?ar severamente a la portuguesa. El Pacto Ib¨¦rico est¨¢ vigente hasta 1979, y ser¨¢ prorrogado autom¨¢ticamente si una de las dos partes no lo denuncia seis meses antes, al menos. Lo mejor, simplemente, ser¨ªa sustituirlo por un tratado de verdad. En el acercamiento a Occidente, Portugal lleva la ventaja de la OTAN, pero tropieza con las mismas dificultades que Espa?a ante la CEE. Lisboa, al parecer, intenta separar su candidatura, individualizarla. Hay, pues, materia de negociaci¨®n abundante: Lo que se necesita ahora es una definici¨®n pol¨ªtica de los objetivos.
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