Curro ?lvarez ense?a a Teruel c¨®mo se banderillea de verdad un toro
Los momentos culminantes en esta tarde de miuras (mentira cochina, mentira cochina) fueron tres pares de banderillas. El primero, de Miguel Montenegro, en el tercer toro, que no pudo repetir pues la fiera (ya hablaremos de ella). se tap¨®, Los otros dos, de Curro Alvarez, en el cuarto, extraordinario el primero, nadie habr¨ªa podido pedir m¨¢s. pero en el otro se super¨®: acudi¨® pinturero al embroque, reuni¨® en la cara y clav¨® arriba, con valent¨ªa y arte. Fue realmente un Par sensacional, el de la feria y de muchas ferias. La plaza era un manicomio, y de la andanada sali¨® el coro tremendo de las grandes ocasiones: ? i Torero, torero! ?.Cuando Curro Alvarez. que hubo de corresponder montera en mano a los aplausos encendidos, los de su jefe D¨¢maso G¨®mez incluido, volv¨ªa al burladero, Angel Teruel te miraba de hito en hito. No era para menos: le hab¨ªa hundido en la miseria. Porque un rato antes Teruel. con muchas ceremonias y mucha prosopopeya, sali¨® a hacer el rid¨ªculo en la misma suerte,. Dos pares y medio coloc¨®, todos no ya a cabeza pasada, sino a pasado toro entero. ??Muy mal, muy mal! ? -le gritaron. Y tan mal. Ah¨ª estaban dos banderilleros de verdad. para ense?arle c¨®mo se hace la suerte. A ver si aprende, lo que no es probable a estas alturas.
Plaza de Las Ventas
Decimocuarta corrida de feria. Cinco toros de Eduardo Miura, bien presentados, algunos aplaudidos de salida, aunque s¨®lo dos -tercero y sexto- tuvieron el comportamiento t¨ªpico de las reses de esta divisa. Inv¨¢lido el primero; flojos, segundo y cuarto, los tres fueron de una nobleza total. Los dos primeros no pudieron cumplir en varas y el cuarto acudi¨® alegre a tres encuentros, si bien s¨®lo recibi¨® castigo en uno. Tercero y sexto mansos, aqu¨¦l con mucho sentido, ¨¦ste noble. Y un sobrero del Pizarral -que sustitu¨ªa a un supuesto cojo de la ganader¨ªa anunciada-, ruidosamente protestado por afeitado, manso.Damaso G¨®mez: Aviso y vuelta al ruedo con grandes protestas. Aviso y bronca. Angel Teruel: Ovaci¨®n y salida a los medios. Silencio. Ruiz Miguel: Palmas y pitos. Vuelta al ruedo. Lleno de no hay billetes. Presidi¨®, con altibajos, el se?or Corominas. Hasta que devolvi¨® precipitadamente el quinto toro, hab¨ªa estado muy bien.
Pero resulta que adem¨¢s Angel Teruel. ¨²nica figura de la terna. s¨®lo mat¨® un miura. Una casualidad -ser¨ªa- de tantas casualidades por el estilo como vemos tarde a tarde. a?o a a?o, en esta fiesta. Su primero era un borrego inv¨¢lido: su segundo. pareci¨® renqueante. Si estaba cojo de verdad o no es algo que nunca sabremos, pues la presidencia, ante la protesta de parte de la plaza, se apresur¨® a devolverlo al corral. Y para sustituir a aquella res, larga y cornalona, sali¨® otra del Pizarral, con cuajo, s¨ª pero corta y con unos pitones que nunca osar¨ªa decir que estaban afeitados
-?como aventurar tama?a acusaci¨®n. con lo serios y honraos que son los taurinos. la empresa. los veterinarios y el se?or presidente!- pero que como imitaci¨®n eran lo m¨¢s parecido a un afeitado con after shave que cabe imaginar. Y, naturalmente, la gente -que no es tonta, aunque muchos la tratan como si lo fuera- no se trag¨® el cambio, y se puso a gritar de todo: ??afeitado, barbero! ?, etc¨¦tera, entre otras contestaciones.
Al borrego inv¨¢lido Teruel le tore¨® bien de capa y luego le hizo una faenita sin importancia, con dos unipases por la derecha que alcanzaron cierta enjundia. Y al que-no-estaba-afeitado, despu¨¦s de probarle una embestida que evidentemente no le gust¨®, lo ali?¨® y nada m¨¢s. Bueno, s¨ª, algo m¨¢s: a ambos los mat¨® muy mal.
Borregos eran tambi¨¦n los llamados miuras de D¨¢maso G¨®mez, que estuvo premioso y aburrido. Dio derechazos y naturales,. a destajo, eso s¨ª, pero ninguno de calidad. Tambi¨¦n mat¨® ala ¨²ltima, en los dos casos, y escuch¨® sendos avisos.
Por cierto, que para el cuarto toro se pidi¨® la vuelta al ruedo, con evidente exageraci¨®n. Pr¨¢cticamente el toro s¨®lo tom¨® un puyazo. Tres veces entr¨® muy alegre al caballo, pero falta saber c¨®mo habr¨ªa reaccionado al castigo, pues el picador, que era El Moro, dio un sainete. En el primer encuentro tap¨® la salida y acab¨® por levantar la vara para ech¨¢rsela al hombro (muy cl¨¢sico, no digamos que no), pero encerr¨® al toro en tablas d¨¢ndole la grupa, y el astado, macho y miura, al cabo, peg¨® dos derrotes al trasero del equino, que se tumb¨®. Y El Moro, al suelo. En el segundo pic¨® en un brazuelo y nuevamente hubo de levantar el palo para corregir el desaguisado. Y en el tercero marr¨®; y al marrar, perdi¨® el equilibrio, sobrevol¨® el espacio a¨¦reo del funo y aterriz¨® en picado con lo puesto: castore?o, vara, bota, fierro, etc¨¦tera. En el ¨²ltimo tercio el toro result¨® noble, o m¨¢s que noble, borrego, pero se quedaba corto. No era suficiente para premiarle con la vuelta al ruedo, y el presidente hizo muy bien en no sacar el pa?uelo azul.
De manera que la tarde de miuras (mentira cochina, mentira cochina) se iba miuras verdaderos, con la una excepci¨®n de los que correspondieron a Ruiz Miguel. Su primero desarrollaba sentido por minutos. Al segundo par de banderillas ya se enter¨® de por d¨®nde ven¨ªan los garapullos; al segundo muletazo de Ruiz Miguel, de por d¨®nde ven¨ªan los pases. Toro de cornada, el valiente diestro de San Fernando se dobl¨® de firme con ¨¦l, con gran eficacia y torer¨ªa, y pudo resolver el trasteo en triunfo si llega a acertar con el estoque, pero necesit¨® de dos pinchazos, bajonazo y quince descabellos, que ya son.
Manso el otro, dio la sorpresa con su noble comportamiento en la muleta. Entre los banderilleros hab¨ªa sembrado el p¨¢nico, se supon¨ªa que por marrajo. Pero se vio despu¨¦s que tomaba bien la muleta de Ruiz Miguel y ¨¦ste construy¨® una faena recia y honda, con buenos naturales, derechazos y pases de pecho, y valientes desplantes de rodillas. Otro triunfo que ten¨ªa en la mano. Pero he aqu¨ª que hab¨ªa salido con la espada de madera, y cuando el miura le pidi¨® la muerte, no ten¨ªa con qu¨¦ d¨¢rsela. De manera que tuvo que ir a la barrera a por el estoque, y al volver, el toro ya era otro.: se defend¨ªa y no dejaba cruzar, y por esta raz¨®n Ruiz Miguel hubo de pinchar varias veces, cuarteando. Pero se gan¨® limpiamente la vuelta al ruedo, con mayor merecimiento que nadie, a pesar de los varios pinchazos, porque fue el ¨²nico que se hab¨ªa medido con los aut¨¦nticos toros de leyenda en esta tarde de miuras (mentira cochina, mentira cochina), en la que lo mejor fueron tres grandes pares de banderillas.
Babelia
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