Las elecciones imponen una tregua en la conflictividad laboral
Las elecciones generales han impuesto una tregua en la escalada de la conflictividad laboral que durante el pasado mes de mayo inici¨® una nueva etapa de ascensi¨®n, tras el par¨¦ntesis de tranquilidad que propiciaron en aquellas fechas las centrales sindicales ante la inminencia de su legalizaci¨®n.
Esta tregua, no obstante, no ha logrado impedir huelgas propiciadas desde los ¨²ltimos vestigios del verticalismo, como ha sido el caso de los conflictos del taxi en Vigo y en Barcelona (en esta ¨²ltima ciudad a¨²n se mantiene el paro, pese a la oposici¨®n de las centrales con presencia en el sector, concretamente Comisiones Obreras y el Sindicato Unitario) y de los cines, en Madrid.Estas huelgas, controladas por los l¨ªderes de las verticalistas ulet¨¦s, que se han caracterizado durante los largos a?os del sindicalismo oficial por la moderaci¨®n en sus planteamientos reivindicativos, cuando no como colaboracion¨ªstas de la represi¨®n padecida por el movimiento obrero, han puesto de manifiesto las dificultades con las que habr¨¢ de contar a¨²n el sindicalismo democr¨¢tico para llegar a la clase trabajadora en su generalidad.
Las ¨²ltimas cifras de afiliaci¨®n a las centrales sindicales democr¨¢ticas -facilitadas por estas mismas demuestran la falta de presencia real del nuevo sindicalismo entre los casi nueve millones de asalariados que contabiliza el pa¨ªs. Seg¨²n estas cifras, la Uni¨®n General de Trabajadores, con 323.000 afiliados, es la central que cuenta con mayor n¨²mero de trabajadores, seguida de Comisiones Obreras, cuyos afiliados suman 271.000. USO contabiliza en la actualidad 160.000 afiliados y la CNT 40.000.-
No obstante lo reducido del n¨²mero de trabajadores sindicados -consecuencia, por otra parte, del car¨¢cter transitorio del momento y de la falta de unidad sindical que propicia la abundancia de fuerzas pol¨ªticas en liza, cuyos intereses partidistas tienen inmediato reflejo en la masa obrera como fuerza electoral- el poder de maniobra de las centrales ha quedado demostrado con el frenazo impuesto a la conflictividad laboral emanada de la fiebre reivindicativa que alcanza, incluso, a sectores tan habituados a la paz laboral del franquismo como el de la Administraci¨®n P¨²blica.
De esta manera, colectivos como el de los controladores a¨¦reos, con un conflicto latent e desde, agosto del.p4sado a?o, los trabajadores no funcionarios de la Subsecretar¨ªa de Aviaci¨®n Civil, cuya m¨¢xima aspiraci¨®n es dejar su actual dependencia militar; los funcionarios de Correos y Tel¨¦grafos, cuyas ¨²ltimas huelgas acabaron por la represi¨®n administrativa, pendientes ahora de su futuro como trabajadores del organismo aut¨®nomo en que se quiere reconvertir al cuerpo; 'los contratados de la Administraci¨®n y otros sectores laborales dependientes directamente de la Ad-ministraci¨®n P¨²blica, han secundado el llamamiento de los; sindicatos democr¨¢ticos para posponer sus reivindicaciones hasta despu¨¦s de lag elecciones, con el fin de- evitar justificaciones a la desestabilizaci¨®n pol¨ªtica en la que parecen interesados sectores ajenos al mundo del trabajo.
Otros sectores laborales almargen de la Administraci¨®n han seguido en los ¨²ltimos d¨ªas la misma t¨¢ctica, como es el caso de los panaderos -cuyos dirigentes obreros han asegurado la normalidad laboral hasta pasadas las elecciones, pese a tener decidido el recurso a la huelga, como respuesta a la intransigencia patronal en la negociaci¨®n del convenio colectivo del sector- y el de los trabajadores de hosteler¨ªa, sector que tiene previsto un nuevo paro en Baleares para despu¨¦s del d¨ªa 15, tambi¨¦n con ocasi¨®n de la negociaci¨®n de su convenio.
Despu¨¦s del 15, ?caos laboral?
Tan id¨ªlico panorama laboral que registra la v¨ªspera electoral hace presagiar un estallido de la conflictividad laboral una vez constituidas las Cortes democr¨¢ticas y desaparecida ya la amenaza de la desestabilizaci¨®n.
Superadas, pues, las circunstancias que hoy motivan la moderada postura de las centrales vinculadas ideol¨®gicamente a los partidos denominados obreros, los pr¨®ximos meses registrar¨¢n sin duda un protagonismo de la clase trabajadora, encauzada a trav¨¦s de las, centrales sindicales como interlocutores ante el capital, de una parte, y del Gobierno, de otra.
Descartado el pacto social por los sindicatos y los partidos a los que, se vinculan, en raz¨®n de sus respectivas ideolog¨ªas, la nueva regulaci¨®n legal de las relaciones laborales ser¨¢ otro de los aspectos a debatir en los pr¨®ximos meses.
Mientras tanto, sigue sin decidirse, el destino final del patrimonio sindical reivindicado por los sindicatos; el aut¨¦ntico papel a desempe?ar por las estructuras sindicales reconvertida! de la transitoria AISS a la Administraci¨®n Central del Estado; el reconocimiento de las centrales como portavoces obreros en el seno de las empresas y fuera de su ¨¢mbito; la sindicaci¨®n de los funcionarios p¨²blicos y, en fin, el esclarecimiento -del mismo panorama sindical, en el que la profusi¨®n de siglas y tendencias sit¨²a cada vez m¨¢s lejos la deseada unidad sindical, frente a la unidad patronal alcanzada esta misma semana.
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