Alianza Popular: las cenizas del franquismo
UN INDICIO de que la vieja clase dirigente del franquismo es incapaz de tomar contacto con la realidad es su permanente reivindicaci¨®n del pasado.As¨ª, Alianza Popular se esmera en fundamentar su imagen en la experiencia gubernamental de, los seis ex ministros que encabezan la federaci¨®n. La apu¨¦sta es perfectamente l¨®gica. Quienes creen que las cuatro d¨¦cadas de franquismo pertenecen a las p¨¢ginas m¨¢s gloriosas de la historia de Espa?a, y que la ?mayor¨ªa silenciosa? del pa¨ªs est¨¢ plenamente de acuerdo con esta interpretaci¨®n, hacen perfectamente en basar su campa?a sobre el recuerdo de su contribuci¨®n al pasado.
Claro que si el franquismo es -como pretende Alianza Popular- algo de lo que ning¨²n espa?ol debe abjurar, la conclusi¨®n es que el pintoresco tinglado bautizado con el nombre de democracia org¨¢nica deber¨ªa ser restablecido de inmediato.
El franquismo era, por esencia, incompatible con el sufragio universal, libre y secreto, con los estatutos de autonom¨ªa, con el control de la gesti¨®n del ejecutivo por parlamentarios libremente elegidos, con la designaci¨®n del Gobierno por las Cortes, con la libertad de prensa y con la libertad de asociaci¨®n pol¨ªtica y sindical; en suma, con el conjunto de instituciones y pr¨¢cticas democr¨¢ticas que se dibuja como horizonte posible de la Espa?a que nazca el 15 dejunio tras las elecciones.
El lanzamiento de Alianza Popular se hizo en torno a personalidades represent¨¢livas y responsables de la ¨²ltima ¨¦poca de la dictadura. El se?or L¨®pez Rod¨® fue el cerebro gris de aquella tambi¨¦n gris pero poderosa figura que se llam¨® Carrero Blanco; fue tambi¨¦n el orientador de la pol¨ªtica econ¨®mica que impidi¨® a nuestro pa¨ªs aprovechar la prosperidad europea para sentar las bases de un desarrollo equilibrado y a largo plazo. El se?or Fraga administr¨® los m¨¢rgenes de tolerancia de la ley de Prensa, promulgada por iniciativa suya, confundiendo el paternalismo con la libertad, la tolerancia con los derechos de los ciudadanos. M¨¢s tarde, como ministro de la Gobernaci¨®n con el se?or Arias, no supo ni pudo impedir, ni aclarar, hechos tan graves y sangrientos como los de Montejurra o Vitoria, y quiso otra vez administrar la libertad.como si fuera su propiedad privada. Fue tambi¨¦n el introductor de las t¨¦cnicas modernas de intoxicaci¨®n ideol¨®gica que se ensayaron en la campa?a de los XXV a?os de paz y se aplicaron a pleno rendimiento en la preparaci¨®n del refer¨¦ndum de 1966.
El se?or Mart¨ªnez Esteruelas irrumpi¨® en el mundo de la educaci¨®n con gran estruendo y voluntad. Lo ¨²nico que se recuerda de ¨¦l fueron los ex¨¢menes de selectividad y el arbitrario cierre de la Universidad de Valladolid. El se?or Silva Mu?oz, en su frenes¨ª por apuntarse-las obr¨¢s de infraestructura normales en cualquier pa¨ªs de mediano desarrollo, ech¨®.sobre las espaldas de los contribuyentes el disparatado trasvase Tajo-Segura, que parece el mal sue?o de un arbitrista. El se?or Dela Fuente presidi¨® desde el Ministeriode Trabajo la administraci¨®n de la Seguridad Social, cuyas cuentas son cuidadosamente no explicadas a los espa?oles que las sufragan. Alg¨²n d¨ªa su explicaci¨®n mostrar¨¢ las consecuencias de varias d¨¦cadas de administraci¨®n incontrolada. El se?or Fern¨¢ndez de la Mora, diplom¨¢tico metido a ministro de Obras P¨²blicas, invent¨® las doctrinas apolog¨¦ticas y justificadoras del sistema. Finalmente, el se?or Thomas de Carranza complet¨® con las tijeras y ¨¦l l¨¢piz rojo, como censor implacable de libros, las actuaciones represivas de sus superiores y colegas.
El fichaje del se?or Arias ha ayudado despu¨¦s a establecer plena y n¨ªtidamente la identidad del equipo. Ya es grave que uno de los responsables del caos urban¨ªstico de Madrid, nacido durante su gesti¨®n como alcalde, figure como candidato para el Senado por esa provincia en uni¨®n del arquitecto que perpetr¨® la Torre de Valencia, uniendo en un mismo acto una operaci¨®n de especulaci¨®n del suelo, llevada a cabo desde el propio Ayuntamiento, con la destrucci¨®n de una de las m¨¢s hermosas perspectivas de la capital. Pero raya en lo incre¨ªble que el presidente del Gobierno que dio el ?enterado? a los ¨²ltimos cinco fusilamientos del franquismo, en un l¨²gubre recordatorio de la represi¨®n de postguerra a la que contribuy¨® personalmente como fiscal en M¨¢laga, gobernador en Le¨®n y director general de Seguridad, que el ministro de la Gobernaci¨®n que fue incapaz de impedir el asesinato del almirante Carrero Blanco, sea invitado por los siete magn¨ªficos a cabalgar de nuevo con ellos. Arias fue un verdadero incompetente al frente del Gobierno, con Franco y con el Rey. Destroz¨® la econom¨ªa, encon¨® el problema vasco, provoc¨® la segunda retirada de embajadores conocida por el r¨¦gimen, acab¨® con la Universidad y multiplic¨® los servicios de espionaje e informaci¨®n. Todo un modelo.
Con todo, la burla m¨¢s sangrienta de la propaganda de Alianza Popular es su presentaci¨®n como saneadores de la moral p¨²blica. ?Si quieres acabar con la corrupci¨®n -dice un cartel electoral-, vota a Alianza Popular. ? La pol¨ªtica es una actividad que admite compromisos, omisiones y silencios. Pero todo tiene un l¨ªmite. El affaire Matesa revel¨® las profundas ra¨ªces de la corrupci¨®n en el aparato del Estado franquista y mostr¨® las, responsabilidades de varios notorios miembros del Gobierno fieles a la l¨ªnea Carrero-L¨®pez-Rod¨®, unido ¨¦ste ahora al se?or Fraga, al que cort¨¦smente defenestr¨® del poder en 1969 por su empe?o en airear los trapos sucios del esc¨¢ndalo. Ese turbio asunto, cuya investigaci¨®n fue detenida por oportunos indultos, puso en guardia a muchos espa?oles sobre la gravedad de la mala administraci¨®n del dinero de los ciudadanos por parte de los tecn¨®cratas franquistas. La falta de control parlamentario del Gobierno, el amordazamiento de la prensa y las grandes oportunidades para la especulaci¨®n ofrecidas por el desarrollo econ¨®mico, y la creciente intervenci¨®n del Estado en esa esfera, hacen temer que los esc¨¢ndalos hasta ahora destapados no sean sino la superficie visible de un gigantesco iceberg. La presencia del se?or L¨®pez Bravo en las listas de AP ayudar¨¢ de todas maneras al recordatorio de los ciudadanos.
Cuando un grupo de antiguos gobernantes, que han tenido acceso al manejo de fondos-p¨²blicos y han dirigido la contrataci¨®n del, Estado con empresas privadas, levantan la bandera de la lucha contra la corrupci¨®n, lo m¨ªnimo que cabe exigirles es que se ofrezcan, antes de que se lo pida nadie, a una revisi¨®n de sus fortunas personales y de los miembros de su familia m¨¢s cercana. Y en el caso de un solter¨®n impenitente como el se?or L¨®pez-Rod¨®, esa invitaci¨®n deber¨ªa hacerse extensiva a la familia espiritual a la que pertenece.
En definitiva, Alianza Popular no es sino la sombra de una clase pol¨ªtica acostumbrada a vivir en el afincamiento del poder. Sus l¨ªderes no aportan nada nuevo, pero evocan los rencores de los espa?oles que encarcelaron durante a?os por defender la misma democracia a la que ahora tan abusivamente se apuntan. La sombra de la sangre que desde el poder vertieron estodav¨ªa demasiado extensa e insultante para un pa¨ªs joven y moderno, que no puede creer en la capacidad de unos gobernantes acostumbrados a responder a la violencia con violencia, y a la muerte con la muerte.
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