El voto cat¨®lico
(Vicario de Pastoral de la archidi¨®cesis de Madrid)Estos d¨ªas asistimos a una serie de intentos de manipulaci¨®n del voto de los cat¨®licos. L¨®gicamente, ese voto deber¨ªa ser cat¨®lico; y nada m¨¢s ajeno al voto cat¨®lico que el voto manipulado.
As¨ª, por ejemplo, no hace muchos d¨ªas las monjas de clausura recibieron una carta firmada por honorables se?oras cat¨®licas que ped¨ªan el voto de las religiosas para un determinado partido pol¨ªtico, esgrimiendo unos textos de Pablo VI y hablando en nombre de la fe cat¨®lica. La carta en cuesti¨®n obtuvo adecuada respuesta por parte de las mismas monjas que ya no parecen resignarse a seguir siendo consideradas como menores de edad enla pol¨ªtica. En Madrid, la semana pasada, muchos p¨¢rrocos, principalmente en las feligres¨ªas m¨¢s acomodadas, recibieron grandes paquetes de octavillas para repartir entre los asistentes a la misa del domingo, y as¨ª decirle a los cat¨®licos que deben excluir de su voto a casi todos los partidos de centro y de izquierda. Lo m¨¢s grave de este an¨®nimo que no lleva pie de imprenta es su titulaci¨®n: ?El Episcopado Espa?ol declara... (22 de abril de 1977)? para luego no citar ni una sola frase de la nota de la Comisi¨®n Permanente de dicha fecha. Estamos ante una suplantaci¨®n de autoridad y, por qu¨¦ no decirlo, de una impostura de falsos pastores que tratan de aplicar a su favor textos aislados de la Octogessima Adveniens. Para completar el cuadro hay que aludir tambi¨¦n al manifiesto de los llamados Cristianos por el socialismo, que sin empacho ni cortapisas piden por supuesto en nombre del Evangelio, el voto de los cat¨®licos para los partidos de izquierda, incluso marxistas. No vemos por ninguna parte en los autores de tales declaraciones, ni la sencillez de la paloma, ni la astucia de la serpiente que recomienda el texto sagrado. Porque la sencillez no se puede identificar con la ignorancia, ni la astucia con el ego¨ªsmo.
En primer lugar hay que decir claramente que un ciudadano de recta conciencia cristiana debe opta libremente por aquello que cree ser mejor para toda la colectividad de la que forma parte. Obviamente tiene que ser falsa cualquier tipo de oposici¨®n o contradicci¨®n que algunos intenten hacer ver entre los derechos de la Iglesia o de los cristianos y la defensa de los derechos de todos los ciudadanos. Desgraciadamente, la historia pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs no nos ayuda mucho a disipar estos recelos. Algunos partidos confesionales dieron la Impresi¨®n en el pasado de defender con m¨¢s vigor y con m¨¢s intolerancia los derechos de la Iglesia como ?sociedad perfecta? que las libertades democr¨¢ticas de todos los hombres, por no hablar de la evidente inclinaci¨®n evang¨¦lica hacia los socialmente m¨¢s d¨¦biles. Insensiblemente, por amor quiz¨¢s a la instituci¨®n, se enfrentaba un mundo eclesial, m¨¢s propiamente eclesi¨¢stico, con el otro mundo de los no creyentes en los terrenos puramente opinables de la batalla electoral. Ahora, en cambio, hay que reconocer la mesura con que se evita deliberadamente ese frente de lucha., Pero aparecen esos otros riesgos de manipulaci¨®n sutil, buscando el modo de volver a confiscar el voto cat¨®lico en encasillamientos partidistas y priv¨¢ndolo as¨ª de una de sus principales caracter¨ªsticas que. es su humana libertad.
Hoy podemos decir, con la doctrina del Vaticano II, que un voto no es verdaderamente cat¨®lico si no es radicalmente democr¨¢tico. Un voto libre desde la conciencia democr¨¢tica y para la democracia. Porque la iluminaci¨®n de la fe y los criterios expuestos por los obispos, no tratan de mantenerlo amarrado a puertos oscurantistas, ni de mantener traumas hist¨®ricos, sino de hacerlo precisamente m¨¢s libre y m¨¢s generoso con los hombres. Todo lo cual supone que hay que estar dispuestos a reconocer los valores humanos y cristianos all¨ª donde se den, superando toda clase de fronteras humanas de clase social, regi¨®n, sexo y aun confesionafidad religiosa. El cardenal de Barcelona acaba de recordar que ?la ¨²nica subordinaci¨®n que el Concilio Vaticano II impone a la t¨¦cnica, al trabajo y a toda la actividad humana es su ordenaci¨®n al bien aut¨¦ntico del g¨¦nero humano y que permita cultivar y realizar plenamente su vocaci¨®n? (Gaudium el Spes, n.? 35).
La independencia de la Iglesia respecto al proceso electoral que han reiterado nuestros obispos, se demuestra en esa actitud de respeto a las leg¨ªtimas autonom¨ªas del ¨¢mbito pol¨ªtico, que no es un mundo desconectado de la fe religiosa, pero s¨ª distinto con leyes y procedimientos no deducibles directamente del Evangelio. De hecho, no existe ning¨²n partido que pueda ser canonizado, porque, como nos dicen los obispos, ?ning¨²n programa pol¨ªt¨ªco es capaz de realizar plena y, satisfactoriamente los valores esenciales de la concepci¨®n cristiana-de la vida?. El estatuto de una ideolog¨ªa, aurique sea cristiana, no puede situarse en el plano dogm¨¢tico, sino en el de la iluminaci¨®n relativa de las conciencias o del grupo humano que la crea. Dogmatizar la ideolog¨ªa es algo as¨ª como seguir pensando dutro del sistema precopernicano, seg¨²n el cual las creaciones humanas ser¨ªan lo absoluto frente al Evangelio que ser¨ªa lo relativo, empe?¨¢ndonos en que sea el Evangelio el que d¨¦ vueltas en torno a nuestras propias ideas. La r¨¦plica a todo intento de dogmatizar la pol¨ªtica desde la fe es la trivializaci¨®n de la misma fe.
Los obispos espa?oles felizmente no han hablado de siglas ni de programas pol¨ªticos concretos. No es su tema. Se limitan a proponer acertadamente una serie de valores que el cristiano tiene que promover y defender. Posiblemente esos valores no se dan todos juntos, sin mezcla de mal, en ning¨²n partido.M¨¢s dif¨ªcil a¨²n ser¨¢ que se den jerarquizados seg¨²n un mismo sistema objetivo. En la pr¨¢ctica unos tienen que subordinarse a los otros y cu¨¢ntas veces hasta se atropellan, sacrificando en honor de un tipo de libertad otras libertades. Pero el cristiano tiene que pensar en todos los hombres y elegir para ellos libertad, moralidad p¨²blica, estabilidad de la familia, pleno respeto a la conciencia religiosa, justicia social, etc¨¦tera... Y esto equivale a remitir a la conciencia cristiana la elecci¨®n normalmente de lo menos malo. Una misma luz puede iluminar, atraer y mover planetas distintos.
Este relativismo pol¨ªtico del cristiano no lleva a ning¨²n tipo de privatizaci¨®n de la fe, ni al libre examen, ni al absentismo pol¨ªtico del ciudadano creyente. Refuerza, eso s¨ª, su responsabilidad evang¨¦lica y le capacita mejor para la aut¨¦ntica solidaridad y participaci¨®n ciudadana. Tambi¨¦n hay que dec¨ªrque esa solidaridad en los trabajos y en la misma lucha pol¨ªtica se descubre mucho m¨¢s claramente en los niveles mas profundos de la revelaci¨®n cristiana, aunque ¨¦sta exija no pocas veces rupturas con la propia mentalidad y con otras solidaridades m¨¢s coyunturales o superficiales.
No faltar¨¢ quien se asuste, ante estas reflexiones y aun quien las tache de intencionalidad pol¨ªtica. Considero que la libertad es un va lor profundamente cristiano, como se demuestra con una simple lectura de San Pablo; y es posible que las libertad evang¨¦lica sea una de las mejores orientaciones para votar en las pr¨®ximas elecciones. ?No hemos de tener miedo a la democracia y al futuro -ha recordado tambi¨¦n el cardenal de Barcelona- Todos tenemos necesidad de recuperar la confianza en nuestra capacidad de civismo y de convivencia en el pluralismo yel orden?. El voto cat¨®lico no es el voto del miedo, ni el del trauma hist¨®rico. No es un voto desmernoriado, pero tampoco anclado en el pasado: es un voto de fe en el futuro. Y ojal¨¢ que el voto de los cat¨®licos sea nada m¨¢s y nada menos que eso: un voto cat¨®lico.
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