Cartas de amor
El presidente Su¨¢rez ha puesto una carta de amor a cada madrile?a, dentro de su campa?a electoral. Bueno, ¨¦l cree que ha hecho una carta pol¨ªtica, pero realmente ha hecho una carta l¨ªrica. El presidente no cuenta con que miles de madrile?os est¨¢n teleg¨¦nicamente enamoradas de ¨¦l y que su carta directa, ¨ªntima y personal va a poner en crisis muchos matrimonios y muchas experiencias prematrimoniales: Las madrile?as de hoy mostrar¨¢n a sus nietos del a?o 2000 la carta ya amarilla del pr¨ªncipe encantado y presidente encantador.-Y eso que el presidente es muy sencillo y no tiene vanidad literaria -dice el quiosquero.
Ya lo s¨¦. La vanidad literaria de Su¨¢rez la tiene Fernando Onega. Pero la madrile?a bonita, flor de verbena, no sabe qui¨¦n es don Fernando Onega ni sabe tampoco muy bien qu¨¦ es votar centro. S¨®lo sabe que ese pr¨ªncipe moreno, encantado en figura de cisne del SEU, ha hecho de ella su Leda er¨®tico-electoral, y guardar¨¢ la carta-circular, en el seno como una paloma amator¨ªa que ha llegado a su ventana.
-Cu¨ªdala con cari?o, que es mi persona -le dice Su¨¢rez a cada madrile?a, con esa autoridad que tienen los hombres guapos sobre las mujeres buenas.
El presidente, de pronto, ha cursado miles y miles de cartas de amor, como bandadas de palomas en celo, a todas las madrile?as con su blusita planchaditas de organd¨ª.
No s¨¦ si ganar¨¢ las elecciones, pero, Planes y ligues le van a salir en cantidad. En una hoja volandera de Alianza Popular, a Su¨¢rez le llaman guapo, bueno y santo. El art¨ªculo lo firma Descartes, y el estilo es tan poco cartesiano que incluso pudiera ser de Emilio Romero.
Guapo, bueno y santo. Las abuelas del a?o 2000 sacar¨¢n la carta de Su¨¢rez, guardada en un misal, con una rosa m¨ªstica, desde 1977, y dir¨¢n:
-Fue el a?o de la democracia, cuando aquel presidente tan guapo me escribi¨® una carta....
Hablar¨¢n de la carta del presidente m¨¢s joven de Europa como las abuelas de hoy hablan del d¨ªa que don Alfonso XIII les bes¨® la mano en las carreras, en los ¨²ltimos anos alfonsinos.Fraga, en cambio, se trabaja lo clerical, hecho un don Luis Mej¨ªa del retrofranquismo, y s¨®lo ha escrito a las monjas. Pero las religiosas est¨¢n muy levantiscas en sus conventos, en plan Mar¨ªa Alcofarado, la monja portuguesa, y le han pegado al hurac¨¢n Fraga un corte de toca.-Que no somos unas minusv¨¢lidas, se?or Fraga.
Claro que hay de todo, porque otras monjitas m¨¢s piadosas han llevado al desmayo a catorce ni?as blancas a fuerza de tenerlas rezando porque las elecciones salgan bien. Desde algunos contentos se ven las elecciones como la guerra civil. Y a uno de los padres de las ni?as que ha ido a protestar, le han dicho, llenas de piedad cristiana, que es que ¨¦l era ya muy viejo y hab¨ªa tenido la ni?a muy mayor. Fraga le ha dado a Ruiz-Gallard¨®n la consigna del Tenorio, que no en vano Ruiz-Gallard¨®n se sabe el Tenorio entero y me lo ha recitado en alguna velada:
-A las diez en el convento. Pero estoya no va a ser Di¨¢logos de carmelitas, porque las monjas de hoy no leen a Bernanos, sino a Maritain, a Guardini, a Kierkegaard, a Miret Magdalena, a Aranguren y a Jim¨¦nez Lozano. 0 sea que Alianza se ha equivocado en la Operaci¨®n-Esposas del Se?or. Mejor orientado va Su¨¢rez -guapo, bueno y santo- con sus cartas de amor electoral a las madrile?as laicas. La ni?a le va a votar por guapo, la mam¨¢ por bueno y la abuela por santo. En Alianza, en cambio, est¨¢n el bueno, el feo y el malo, o sea Fraga, Ruiz-Gallard¨®n y Carlos Arias. Son un western con cruz alzada.
He cenado con Otero Besteiro y con su ¨²ltimo amor. Una cordobesita de diecinueve a?os, cajera del hiper, que lo deja todo para irse a la India a vivir la libertad y la psicodelia. Se llama Nieves.
-?T¨² no has recibido la carta de Su¨¢rez, Nieves?
Pero es menor y no est¨¢ en edad de votar. Parece que el hombre-objeto de la pol¨ªtica nacional, el supergal¨¢n de la reforma respeta de momento a las menores. Por eso no les ha dado el voto. De estas elecciones no va a salir nada m¨¢s que lo que ya hab¨ªa, con el a?adido europe¨ªsta de Ignacio Camu?as, pero las madrile?as de los sesenta ya tienen un recuerdo galante para su vejez. Su¨¢rez ha hecho de Fortunata y Jacinta una Madame Bovary que empieza a mirar a su marido con ojos cr¨ªticos a la hora del avecrem: Es m¨¢s guapo el presidente y encima me ha escrito una carta.
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