La vieja noche
Y entonces lleg¨® RTVE con la rebaja. El pa¨ªs, en aquel instante, estaba, pendiente de la peque?a pantalla; pero, a trav¨¦s de ella, s¨®lo nos informaron de lo bien que informaba el barroco tinglado informativo de Prado del Rey. Es lo de siempre: cuando no saben o son f¨ªsica y espiritualmente incapaces de reflejar la espl¨¦ndida realidad (la cotidiana o la hist¨®rica, que tanto montan), los muy torpes se reflejan a s¨ª mismos, con sus cables, c¨¢maras, electr¨®nicas, focos y dem¨¢s interioridades. Esta vez, sin embargo, batieron sus propias plusmarcas de nacionialnarcisismo. En el momento m¨¢s esperado, cerrados los colegios electorales y abiertos todos los televisores, aparece el temido reportaje de Javier Basillo acerca de lo estupendo y de lo requeteneutral que lo hab¨ªa hecho la tele los veinte ¨²ltimos d¨ªas. El poderoso medio volv¨ªa a colocarse violentamente en el centro -con perd¨®n- de la noticia y de nuestras miradas, con el morboso deseo de convertirse ¨¦l mismo en noticia.No tienen remedio. No se enteran de la fiesta. Mejor dicho, analogan la alegre y rupturista fiesta democr¨¢tica con la s¨®rdida y continuista Fiesta de I?igo. Confunden la desaparici¨®n del totalitarismo con la reaparici¨®n de Karina, la despedida de Julio Iglesias, las atrevidas imitaciones de Arrocet, las insustancialidades de los Codeso o la insufrible ¨¦pica escobariana. Lo resumi¨® magn¨ªficamente un colega: Aquello parec¨ªa una nochevieja franquista. S¨®lo falt¨® el verbo de Matias Prats retransmitiendo desde la Puerta del Sol la ceremonia de las uvas. Son como cr¨ªos. El pueblo espa?ol acababa de votar libertad, pero los disciplinados hombres de Ans¨¦n nos hablaban continua e ininterrumpidamente de orden. El cambio ya era un hecho hist¨®rico; pero en la pista de Florida Park danzaban y cantaban los s¨ªmbolos de anta?o. Hab¨ªamos manifestado como un s¨®lo hombre nuestra civilizada repulsa a la dictadura; pero all¨ª estaban, vivos y coleando, los ritos y mitos m¨¢s tristes de lo repudiado en las urnas. Lleg¨¢bamos rejuvenecidos del estimulante espect¨¢culo de la vida y nos dimos de narices con el funeral televisivo.
Si lo que el maquiavelismo ansoniano pretend¨ªa era echarnos un jarro de agua fr¨ªa para evitar las l¨®gicas y esperadas euforias, pues hay que decir que entre el lamentable show de Florida Park y la ya c¨¦lebre torpeza discursiva de Mart¨ªn Villa, lo consiguieron. Aunque sospeche que los papeles estuvieran invertidos: nada m¨¢s l¨®gico que I?igo, como buen profesional de la labia explicara al medio mundo lo del extra?o retraso en la recogida de datos electorales y que el ministro de la Gobernaci¨®n dirigiera con su acostumbrada firmeza la espesa circulaci¨®n de aquellas fuerzas del orden musical.
Otra cosa
Lo normal hubiera sido que, a falta de porcentajes, sacaran al exterior las polvorientas c¨¢maras para entrevistar libremente y en directo al personal, a los l¨ªderes, a los ganadores, a los perdedores, a quien se les pusiera por delante. Lo normal hubiera sido que aquella noche cantaran en la peque?a pantalla los Lluis Llach, los V¨ªctor Manuel, los Montllor, los Serrat, los Raimon y todos esos puntos suspensivos que todav¨ªa esperan su turno en Prado del Rey. Lo normal, en fin, hubiera sido todo lo contrario: que por unas horas RTVE tuviera un detalle, s¨®lo un detalle, para con los protagonistas reales, morales, sociol¨®gicos y estad¨ªsticos de la jornada. La primera en la frente, para que nos libre la tele de los malos pensamientos demoliberales.
Aquella noche se escuch¨® en el pa¨ªs un gran ruido. No era una explosi¨®n cualquiera: era el clic de apagar el televisor. Era la manifestaci¨®n universal, libre, secreta, directa y casera de un cabreo generalizado por el est¨²pido comportarniento de un aparato que a estas alturas todav¨ªa tiene la innombrable desfachatez.del presumir de neutral, cuando no solamente es incapaz de arriesgarse a sacar a la calle sus c¨¢maras para emulsionar algo de lo, mucho que estaba pasando, sino que se atrevi¨® a enfrentarse a la reci¨¦n expresada opini¨®n p¨²blica tramando un deleznable espect¨¢culo revisteril que, en rigor simb¨®lico, ¨²nicamente hab¨ªa conseguido el 4,8% de los esca?os en litigio.
El viejo vicio
Ahora que todo el mundo se pregunta qui¨¦n va a gobernar en el pa¨ªs; un servidor se pregunta si aqu¨ª es posible gobernar dernocr¨¢ticamente con tama?a televisi¨®n. Porque hemos de confesar que en aquella hist¨®rica jornada volvimos a incurrir en el viejo vicio solitario, como en las m¨¢s tristes y oscuras noches franquistas, y manipul¨¢bamos con pericia de adolescentes en ira, los aparatos de radio en busca de la BBC o de Radio Par¨ªs para saber qu¨¦ diablos hab¨ªa ocurrido por estos pagos, al margen del revival Karina-Iglesias-Escobar.
La hip¨®tesis de que todo fue una desmoralizante casualidadcay¨® por su base al d¨ªa siguiente, en que todo el esfuerzo informativo consisti¨® en la triple transmisi¨®n de la desesperante y redundante rueda de prensa de Mart¨ªn Villa; y hasta los de Sotillos fueron incapaces de desglosar los resultados provisionales por provincias.
El contraste entre la celeridad para comunicarnos los resultados de Primera, de Segunda y de Tercera Divisi¨®n de f¨²tbol, de baloncesto, de pelota vasca, de jockey sobre hierba, de balonmano o de bolos y la morosidad y torpeza evidenciadas en los resultados electorales nos habla muy a las claras del esp¨ªritu de servicio. democr¨¢tico que impera en Prado del Rey. Claro que no es totalmente descartable que en nuestra televisi¨®n confundan la falta de informaci¨®n con la neutralidad, por aquello de que jur¨ªdicamente el silencio puede interpretarse de manera positiva. En tal caso, los suspensos en civismo, periodismo, diversi¨®n y cultura general, quedan parcialmente paliados por el sobresaliente cum laude en derecho administrat¨ªvo.
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