Los impulsores del rock and roll lograron ponerlo de moda pero acabaron mal
¡®Rock Around the Clock¡¯, pel¨ªcula de 1956, permite revivir la irrupci¨®n del g¨¦nero en las salas de baile a trav¨¦s de Bill Haley and His Comets, banda de ¨¦xito ef¨ªmero, y de Alan Freed, el ¡®dj¡¯ y productor que fue repudiado por la industria
La actualidad de este convulso siglo XXI invita al escapismo. ?Qu¨¦ tal un viaje a los primeros pasos del rock and roll? Filmin ha recuperado una joya entrada en a?os: Rock Around the Clock es un musical de 1956, el primero sobre el fen¨®meno que era la gran novedad en las salas de baile. Lo hace a trav¨¦s de Bill Haley and His Comets, un grupo blanco que se anticip¨® por poco a los primeros trabajos de Elvis Presley. Y, como requiere el relato de un g¨¦nero mestizo y bastardo, hay en este filme m¨¢s m¨²sica y muy diversa: la de dos bandas negras, The Platters y su tremendo Only You, o el combo de Ernie Freeman; una latina, Tony Martinez and His Mambo; y una m¨¢s de rock blanco: Freddie Bell and the Bellboys. Sorpresa, los protagonistas del filme no son ninguno de esos m¨²sicos, cab¨ªa esperar que lo fuera Haley, sino los actores de una trama de ficci¨®n en torno a las miserias de la industria del entretenimiento. Y aparece moviendo los hilos un dj, Alan Freed, a quien se atribuye haber popularizado la misma expresi¨®n rock and roll.
Esto no trata de los or¨ªgenes del rock, cuyas ra¨ªces se hunden en el blues del Delta del Misisipi y en los m¨¢rgenes de aquella sociedad racista. Los primeras artistas del g¨¦nero fueron todos afroamericanos: Litte Richard, Chuck Berry, Sister Rosetta Tharpe, Fats Domino o Ike Turner. A mediados de los cincuenta, esos ritmos atraparon a la juventud blanca, porque las ondas de las radios sorteaban la segregaci¨®n y porque los pinchadiscos de las emisoras comerciales empezaron a dar cancha al rythm and blues. Despuntaba una generaci¨®n de adolescentes inquietos, que no hab¨ªan vivido los rigores de la guerra y que pod¨ªan permitirse comprar algunos vinilos. La aparici¨®n de m¨²sicos blancos del g¨¦nero logr¨® que la etiqueta del rock and roll, a diferencia de la del rythm and blues, ya no estuviera limitada a las listas y emisoras de m¨²sica negra.
De lo que trata esta pel¨ªcula es de c¨®mo el primer rock fue conquistando escenarios (y la radio, y la televisi¨®n, y las tiendas de discos) en esa Norteam¨¦rica inclinada al hedonismo. Se constata el declive de las big bands, las orquestas de muchos m¨²sicos que amenizaban las noches en los locales, y la r¨¢pida irrupci¨®n de bandas menos numerosas donde iban ganando protagonismo las guitarras el¨¦ctricas. El ¨¦xito en una de esas salas no se med¨ªa con los aplausos, sino en el n¨²mero de parejas que saltaba a bailar.
Los dos principales personajes de ficci¨®n son un h¨¦roe y una villana: un representante honesto y ambicioso que apuesta por llevar a una banda de provincias a triunfar a Nueva York (Johnnie Johnston), y una empresaria del ocio nocturno (Alix Talton) que conspira en su contra porque quiere casarse con ¨¦l, pese a que est¨¢ enamorado de una bailarina (Lisa Gaye). Un guion muy de su tiempo sobre rivalidades, enga?os y celos con un trasfondo sutil de cambio social. No se aborda expl¨ªcitamente el conflicto racial, pero la selecci¨®n de artistas desmonta las barreras que ya hab¨ªa agrietado antes el jazz.
Aqu¨ª se mira lo turbio de la industria musical, simbolizada en el representante, en la empresaria y en Alan Freed, quien se interpreta a s¨ª mismo. Freed era una estrella de la radio y luego de la televisi¨®n, as¨ª como promotor y productor, que fue decisivo en la expansi¨®n de la nueva ola. Fue la corrupci¨®n la que hundi¨® a Freed en los primeros sesenta: fue se?alado en el esc¨¢ndalo de la payola, los sobornos que se pagaban para que las radios pincharan determinados discos; se le acus¨® de apropiarse de derechos de autor de composiciones ajenas (de Chuck Berry entre otros) y de evasi¨®n de impuestos. Tuvo que declarar ante una comisi¨®n del Congreso de Estados Unidos, en la que defendi¨® las mordidas como una remuneraci¨®n por su ¡°consultor¨ªa¡±. Fue condenado, se arruin¨®, se dio al alcohol y muri¨® en enero de 1965, con 43 a?os, por una cirrosis.
Tampoco los dem¨¢s que salen en el filme se mantuvieron mucho tiempo en lo m¨¢s alto. La popularidad de Bill Haley fue ef¨ªmera pese al gran ¨¦xito que conquist¨® en sus mejores d¨ªas. Ni siquiera lleg¨® a verse eclipsado por la invasi¨®n brit¨¢nica (como le pas¨® al mismo Elvis a partir de 1964, cuando los Beatles salieron en el Ed Sullivan Show), porque para entonces Haley ya se hab¨ªa instalado en M¨¦xico y pasado al twist. Luego har¨ªa algunas giras por Europa para nost¨¢lgicos y muri¨® en 1981 a los 54 a?os. La formaci¨®n que hizo inmortales a los Platters se fue desintegrando en los a?os siguientes, aunque la marca resisti¨® con otros cantantes hasta bien entrado el siglo XXI. Y Tony Martinez har¨ªa m¨¢s cine que mambo y chachach¨¢, pese a que no se le daba nada mal.
Rock Around the Clock (producida por Sam Katzman, que luego har¨ªa algunas pel¨ªculas con Elvis; dirigida por Fred F. Sears, que muri¨® al a?o siguiente del estreno) transmite que el rock and roll ten¨ªa algo de transgresor, de ruptura, que hab¨ªa abierto una brecha entre generaciones, pero no se tomaba a s¨ª mismo muy en serio: aspiraba sobre todo a ser bailado. Nadie esperaba entonces que se convirtiera en el fen¨®meno social y cultural que fue en la d¨¦cada siguiente, cuando lleg¨® a creerse que iba a cambiar el mundo. Muchas cosas cambiaron en los sesenta, s¨ª, pero la escena musical de la d¨¦cada prodigiosa fue r¨¢cana en reconocer a los pioneros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.