El conflicto de las farmacias
EL PROBLEMA que enfrenta actualmente al Instituto Nacional de Previsi¨®n con los representantes de los farmac¨¦uticos tiene su ra¨ªz en un defecto previo de forma: la exigencia de descuentos, de forma imperativa, por parte de ese gran comprador. Como tal, exige sus condiciones. Esas condiciones que, en principio y hace a?os fueron aceptadas por los farmac¨¦uticos, se basaban en un descuento del 7,5 % a la Seguridad Social en concepto de ?cliente fijo y potente?.Los farmac¨¦uticos consideran hoy que los despachos de farmacia no son rentables. En efecto, los costes de personal han subido, la puesta en marcha de una oficina de farmacia es cara y el conjunto de f¨¢rmacos almacenados es una inversi¨®n importante.
En este estado de cosas concluye el convenio firmado en- 1974, y los farmac¨¦uticos se niegan a negociar descuento. alguno con el INP. Como postura de fuerza deciden, a partir del d¨ªa 28, si no hay acuerdo, cobrar a los beneficiarios de la Seguridad SociaI, como si no fueran tales, sellar sus recetas y que sea la Seguridad Social quien despu¨¦s abone el precio. As¨ª, las farmacias se asegurar¨¢n de que el INP no les aplicar¨¢ el antiguo descuento. El INP, por su parte, apela a la v¨ªa legal (calificada ahora de arcaica ley verticalista por los farmac¨¦uticos), pidiendo que se forme la comisi¨®n paritaria, adjetivo ¨¦ste absurdo cuando, como en este caso, no hay paridad.
La discusi¨®n entre las dos partes podr¨ªa pasar inadvertida si no afectara tan directamente al espa?ol medio. Porque resulta, de un lado, que el INP es una entidad p¨²blica y no una empresa privada que pueda hacer y deshacer a su gusto, aunque de hecho haya actuado con escasos controles desde su creaci¨®n. Y por otro, tambi¨¦n el ciudadano espa?ol se encuentra enfrentado con los farmac¨¦uticos, profesi¨®n que ha apelado casi siempre al servicio p¨²blico y que ha gozado por ello de una situaci¨®n de privilegio: distancias para la competencia y monopolio de venta. Y hay m¨¢s: el ciudadano espa?ol, contribuyente, que hace posible el inmenso potencial econ¨®mico del INP, est¨¢ viendo c¨®mo unos y otros juegan a repartirse algo que no les pertenece. Los farmac¨¦uticos intermediarios, una vez deducidos sus m¨¢rgenes comerciales, entregan a la industria multinacional -casi monopolio en nuestro pa¨ªs de la industria quimico farmac¨¦utica- el dinero del INP, que, a fin de cuentas, es de los espa?oles.
Esnuestro dinero y nuestra salud lo que est¨¢ en juego. Los 100.000 millones de pesetas que la Seguridad se gastar¨¢ en farmacia en este a?o son casi 40.000 millones de divisas que saldr¨¢?al extranjero enconcepto de royalties.
Estamos ante una situaci¨®n de conflicto creada por la imprevisi¨®n de las dos partes en litigio. Si es cierto que un cliente, con un poder de compra de 100.000 millones, tiene derecho a esperar un descuento por parte de aque llos a quienes asegura tan crecido volumen de ventas, no es menos cierto que los farmac¨¦uticos tienen una base s¨®lida para discutir Un sistema en el que ellos act¨²an como intermediarios que financian con fondos propios los gastos en f¨¢rmacos de la Seguridad Social.
El conflicto no es sino una faceta de un problema m¨¢s general: la actual estructura de gastos de la Seguridad Social y su sistema de finandiaci¨®n. Un sistema que va a producir a muy corto plazo no s¨®lo un estrangulamiento de los presupuestos del sector p¨²blico, sino, lo que ser¨ªa m¨¢s alarmante y parad¨®jico, un da?o generalizado en la calidad de la asistencia que se ofrece al contribuyente.
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