Requiem
LAS ULTIMAS Cortes del franquismo han cerrado sus puertas. Creadas en 1942 como presunto ¨®rgano legislativo de la llamada ?democracia org¨¢nica?, a nadie enga?¨® la decisi¨®n adoptada por el general Franco de simular, cuando la previsible derrota del Eje lo hac¨ªa aconsejable, una instituci¨®n parlamentaria.Compuestas en su mayor¨ªa por funcionarios, ¨¦stos se limitaron a revalidar, a lo largo de 35 a?os, lo que ellos mismos o sus colegas hab¨ªan preparado, como proyectos de ley, en sus respectivos ministerios, y a refrendar los decretos-leyes mediante los que el poder ejecutivo usurpaba descaradamente sus te¨®ricas funciones. La otra misi¨®n peculiar de los cuerpos parlamentarios, la designaci¨®n o cuando menos el control de los ¨®rganos de gobierno, fue sustituida por la actividad inversa: el aplauso fren¨¦tico al dictador y la d¨®cil obediencia a las instrucciones recibidas de los ministros a trav¨¦s de los sucesivos presidentes de la C¨¢mara. Su sumisi¨®n frente al poder lleg¨® al extremo de asentir a la ley para la Reforma Pol¨ªtica, que no s¨®lo sentenciaba su desaparici¨®n, sino que destru¨ªa los supuestos te¨®ricos sobre los que hab¨ªan descansado, en el pasado, sus pretensiones de representatividad.
Al hacer el inventario de sus realizaciones, resulta pat¨¦tico comprobar que la historia contempor¨¢nea de Espa?a no les debe m¨¢s aportaciones positivas que aquellas que se vinculan directamente con su desaparici¨®n: la proclamaci¨®n de don Juan Carlos de Borb¨®n como Rey y la aprobaci¨®n de la ley sometida a refer¨¦ndum el 15 de diciembre de 1976. Si otras instituciones del franquismo pueden suscitar en el momento de su liquidaci¨®n otras emociones fuertes, la muerte por eutanasia de las Cortes no merece m¨¢s reacci¨®n que la indiferencia.
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