Bombas contra la democracia
MIENTRAS EL proceso democr¨¢tico se afianza a duras penas, mientras el pueblo espa?ol da lecciones sucesivas de serenidad, calma y voluntad democr¨¢ticas, y la clase pol¨ªtica se ?recicla? en medio de maniobras, tensiones y equilibrios m¨¢s o menos dif¨ªciles, el terrorismo ins¨®lito contin¨²a. Del GARI al GRAPO, pasando por el GAPEL, min¨²sculos grupos de origen tan incierto como extra?a composici¨®n, dan testimonio de una violencia irreductible que se niega a desaparecer.Los recientes atentados cometidos en Madrid, Barcelona y Valencia contra la prensa, el Metro, y oficinas estatales o Cajas de Ahorro han sucedido a los secuestrosy los asesinatos. Dejando aparte el caso ETA, el resto de estas acciones aparecen m¨¢s como maniobras de diversi¨®n que como una rebeli¨®n. Luego se suceden los extra?os comunicados, las llamadas a la prensa, los sucesivos desmentidos y esas presentaciones de sedicentes pruebas donde se niegan y se afirman estas tristes paternidades.
Una voz an¨®nima hareivindicado, llamando a EL PAIS, los atentados del Metro madrile?o, de la Caja de Ahorros y Pensiones para la Vejez, de Barcelona, y el atraco a las oficinas de pasaportes de la calle Doce de Octubre, tambi¨¦n en Madrid. Seg¨²n esta voz hist¨¦rica, estos atentados ser¨ªan la obra del brazo armado de la COPEL, la organizaci¨®n que reivindica la reforma del r¨¦gimen penitenciario, y la amnist¨ªa para los presos co munes. Que a su vez amenaza con incendiar los penales de Oca?a, Carabanchel, Puerto de Santa Mar¨ªa y Modelo de Barcelona. En realidad, es muy dif¨ªcil distinguir d¨®nde comienza la justa reivindicaci¨®n y d¨®nde termina la provocaci¨®n. Es cierto que urge la reforma del r¨¦gimen penitenciario espa?ol. Y que tal vez los citados penales y edificios carcelarios exijan, si no su destrucci¨®n, al menos unas profundas modificaciones que los adapten a un sistema penitenciario moderno y humano. Pero, ?qui¨¦n se aprovecha de las reivindicaciones?
Se han hecho demasiadas pel¨ªculas de esp¨ªas y ha habido demasiados servicios paralelos en este pa¨ªs como para creerse a pies juntillas todo lo que el tel¨¦fono y las bombas nos cuentan. Hay que poner en tela dejuicio estas llamadas an¨®nimas, estos papeles deliberadamente mal ortografiados, toda suerte de fotocopias pseudo pol¨ªticas, que ya van cubriendo de embustes y confusi¨®n las salas de redacci¨®n. Todo se resume en una calificaci¨®n, la de delincuentes, que requiere la r¨¢pida y eficaz acci¨®n de la polic¨ªa y los tribunales.
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