Gran espect¨¢culo taurino con seis miuras terror¨ªficos y toreros valientes
Con el toque de cometa, homenaje al mozo Joaqu¨ªn Esparza, que habla muerto durante el encierro dela ma?ana, y en medio de un silencio tenso empez¨® la corrida. Las.nubes se cerraban sobre el coso abarrotado, en pie el p¨²blico, palpable el escalofr¨ªo de la emoci¨®n. Era como si nos hubi¨¦ramos metido en la noche de los tiempos, para revivir las viejas estampas de la tauromaquia cl¨¢sica, y cobraban vida los a?ejos grabados de Daniel Perea.La miurada de la emoci¨®n, con el p¨²blico -esta vez s¨ª- prendido en todos los incidentes de la lidia, variada de comportamiento, result¨® ser un gran espect¨¢culo; nos atrever¨ªamos a decir que result¨® ser el mayor. espect¨¢culo del mundo, ,sin necesidad de que se vieran exquisiteces por parte de los toreros; sin que la quintaesencia del arte llegara ni siquiera a vislumbrarse.
Plaza, de Pamplona
Tercera corrida de feria. Toros de Eduardo Miura, impresionantes de presencia variados de capa. Variados, as¨ªmismo, de comportamiento: manejable el primero, nobles segundo y tercero (a ¨¦ste, que tom¨® un gran puyazo, se le dio la vuelta al ruedo); mansos segundo, cuarto, y sexto; dif¨ªciles los tres ¨²ltimos. Ruiz Miguel: bajonazo (oreja). Bajonazo (pitos). Media estocada (oreja). Jos¨¦ Luis Parada: pinchazo, bajonazo perpendicular y dos descabefios (ovaci¨®n y saludos). Dos pin,chazos, media atravesada y descabello (pitos). Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n: estocada sin muleta de la que sale conmocionado (dos orejas). Lleno total.Gal¨¢n sufre luxaci¨®n en un hombro con probable fractura. Fuerte traumatismo. Pron¨®stico reservado.
Sencillamente, porque no era posible. Los miuras, todos -salvo dos, que embistieron muy nobles-, salieron peleones y avisados, y hab¨ªa que poderles con valor y oficio. Y ah¨ª estaba el espect¨¢culo grande; que el toreo no se com prende sin el toro, y es toreo, inclu so puro, si se ajusta a las condiciones del oro, aunque no incluya el dibujo primoroso de las suertes habituales.
Al primer miura, que pese a su nobleza se quedaba corto y presen taba problemas precisamente Po esto, Ruiz Miguel lo traste¨® muy suelto, muy puesto, muy seguro y lig¨® series cortas de derechazos. Al segundo, noble y de buen recorrido por ambos pitones, Parada le hizo una faena tan larga como vulgar: perfilera y con abuso de pico. No estuvo mal, pero la oportunidad exig¨ªa mejores recursos, y no le dio fruto ni el final de molinetes y manoletinas para la galer¨ªa.
Otro toro noble y de presencia, igualmente casta?o, fue el tercero que tom¨® un puyazo tremendo, en el que recarg¨® con fijeza absoluta empujando al.caballo desde tablas hasta el mismisimo centro del rue,do. La faena de Gal¨¢n fue para las pe?as, a las que brind¨®. Con mucha bulla, mucho rectificar, carreritas y banderazos, y la sonrisa de oreja a oreja, se las fue ganando, como ¨¦l sabe hacerlo, pues tiene para conectar con la galer¨ªa m¨¢s tablas que Borr¨¢s. Pero lleg¨® la hora de la verdad. Y Gal¨¢n tir¨® la muleta; la recogi¨®, la volvi¨® a tirar. Hasta que encontr¨® el sitio adecuado para consumar la suerte su'prema. Y encarado con el miura -?un pavo!-, sin enga?o en la mano izquierda, se volc¨® sobre el morfillo. Gal¨¢n sali¨® por los aires y qued¨® conmocionado en el suelo-El capote de Ortiz le libr¨® de un derrote que pudo ser mortal. Segundos despu¨¦s, el miura doblaba, con el acero hundido en todo lo alto. El delirio fue aquello. En brazos de las asistencias, ensangrentado -con toda evidencia con la sangre del toro-, se llevaron al torero de agallas incre¨ªblesy la plaza qued¨® en un griter¨ªo ensordecedor, enardecida por un alarde que hab¨ªa traspasado los l¨ªmites de la cordura. Bojilla dio la vuelta al ruedo con las dos orejas. Hubo vuelta al ruedo tambi¨¦n para el miura, pedida por aclamaci¨®n.
El cuarto, poco picado, gazap¨®n y peligroso, y el quinto, reserv¨®n, pues qued¨® agotado en un tercio de varas durisimo, les duraron poco a sua matadores. Sendos trasteos h¨¢biles -el de Ruiz Miguel con apoyo de sus tres peones, despu¨¦s de que se viera obligado a poner pies en polvorosa- precedieron, a los espadazos a pasos de banderillas.
Pero a¨²n le quedaba a Ruiz Miguel decir la ¨²ltima palabra, y al terror¨ªfico sexto, manso y que derrotaba, se lo pas¨® por la faja, lo meti¨® en la muleta a cambio de un feroz ga?af¨®n que le rasg¨® de abajo arriba el chaleco, y lo tumb¨® a sus pies de media estocada en lo alto. De esta forma, en triunfo, terminaba una corrida como debieron ser las de ¨¦pocas lejanas: emoci¨®n constante; la gallard¨ªa de unos loreros capaces de someter a la fiera o de cometer la atrocidad de encunarse sobre unas cornamentas de espanto. El aguafuerte que fue la lidia ayer en Pamplona, volvi¨® a poner al espect¨¢culo en su sitio: por encima de todos, sin parang¨®n.
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