Pol¨ªtica de restos
EL SEGUNDO Gobierno Su¨¢rez sigue los pasos del primero. En otra de las semimedidas a las que nos tiene acostumbrados, se dispone a legalizar tres partidos de la izquierda ?no tradicional?. Pr¨®ximamente el Partido Carlista, la Organizaci¨®n Revolucionaria de Trabajadores y el Partido del Trabajo de Espa?a gozar¨¢n de plena ciudadan¨ªa pol¨ªtica, tras haber sido inscritos en el correspondiente Registro. Se trata de una medida ¨²til, inscrita en el camino de la total legalizaci¨®n de todos los partidos pol¨ªticos y agrupaciones sindicales sin excepci¨®n. Pero una vez m¨¢s tambi¨¦n, hay que se?alar que se trata de una medida incompleta y que llega demasiado tarde.La evoluci¨®n del Partido Carlista, que le ha llevado a trasladarse de uno a otro polo del abanico ideol¨®gico -del tradicionalismo conservador al socialismo autogestionario-, ha suprimido al mismo tiempo las dificultades que una hipot¨¦tica querella din¨¢stica hubiera podido oponer a su legalizaci¨®n. El caso de los otros dos partidos es diferente: se trata de partidos marxistas -aunque uno de ellos de origen inspirado en la doctrina social cat¨®lica m¨¢s radicalizados que el propio Partido Comunista. De todas formas, de ninguno de estos tres partidos puede sospecharse ninguna vinculaci¨®n exterior. Uno de ellos -el carlista- es de idiosincrasia rabiosamente espa?ola, y los otros dos al¨ªan a un radicalismo ideol¨®gico de tipo ?gauchista? un comportamiento sereno y moderado que se ha evidenciado en las pasadas elecciones.
En efecto, hombres pertenecientes a estos tres partidos se presentaron como candidatos a las pasadas elecciones. Los carlistas, en candidaturas de tipo independiente; los del PTE, dentro del Frente Democr¨¢tico de Izquierdas; los de la ORT, en las Candidaturas de Trabajadores. Este fue el artilugio que funcion¨® normalmente, sin enga?ar a nadie, a causa de la no legalizaci¨®n de estos partidos. Parece como si esta legalizaci¨®n fuera un premio de ?buena conducta?, un reconocimiento por parte del Gobierno del derecho de estos grupos al juego pol¨ªtico, en el que ya han intervenido a pesar de todo. Pero, ?por qu¨¦ haber esperado hasta ahora? ?No hubiera dado mayor sensaci¨®n de limpieza y de Moralidad democr¨¢tica que estos tres partidos hubieran podido presentarse a las elecciones bajo sus propias siglas, hoy por fin aceptadas?
La medida, necesaria, llega con retraso. Y es insuficiente, pues todav¨ªa quedan partidos que aspiran a su legalizaci¨®n con id¨¦nticos derechos, y lo que es m¨¢s parad¨®jico, con una pr¨¢ctica similar. Quedan por lo pronto los republicanos de ARDE -que aceptan parad¨®jicamente la Monarqu¨ªa-, el Movimiento Comunista de Espa?a, la Liga Comunista Revolucionaria y los peque?os grupos de izquierda no tradicional regionales y provinciales. Muchos de ellos participaron tambi¨¦n en las elecciones, con su hobitual pasi¨®n revolucionaria que no empa?aba su correcto comportamiento democr¨¢tico, a trav¨¦s de las candidaturas de la CUP, de la FUT, u otras similares. De hecho, esta izquierda no tradicional -llamarla ?extrema izquierda? tal vez fuera excesivo e injusto, aunque lo avale su posici¨®n doctrinal- ha conseguido porcentajes muy minoritarios pero significativos: entre un 0,5 % en los casos m¨¢s bajos, y hasta m¨¢s del 3 % en las candidaturas de este tipo en Catalu?a y Euskadi. Aunque todav¨ªa estas cifras pueden no ser exactas: sigue sin haber cifras oficiales generales de las elecciones. Estos partidos, por tanto, representan a sectores del pa¨ªs, y tienen que ser legalizados sin excepci¨®n. Su pr¨¢ctica pol¨ªtica y su comportamiento corren parejos con su re presentatividad respecto de un sector peque?o, pero presente en la vida espa?ola. El Gobierno Su¨¢rez sigue su pol¨ªtica de ?peque?os pasos?, una pol¨ªtica que en ocasiones parece como si no quisiera declarar su nombre. El Gobierno puede contar con que la Oposici¨®n va a plantear en el Parlamento tres reivindicaciones desde el primer d¨ªa: sin autonom¨ªas regionales, sin amnist¨ªa, compleja y sin legalizaci¨®n de todas las formaciones pol¨ªticas no habr¨¢ democracia en Espa?a. De alg¨²n modo, la democracia, como la libertad, es tambi¨¦n indivisible.
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