Toros de Concha y Sierra tan bonitos como mansos
Todo lo espectaculares que salieron los toros de Concha y Sierra por pinta e incluso algunos tambi¨¦n por l¨¢mina, resultaron tambi¨¦n de mansos y descastados. No puede imaginarse una corrida tan variada de pelo, con tan cl¨¢sica estampa, ni tampoco tan mala en todos los tercios. Los productores de King Ranch, SA, por nombre ganadero ?Los Millares? (antes Concha y Sierra), fueron los toros de la ilusi¨®n primero y de la desesperaci¨®n despu¨¦s. Admirables sus hechuras de toro de lidia antiguo, de ancho cuello, gran papada, seriedad; rizada testuz; mezclas de pelaje, con predominio de los casta?os y los mulatos, y casi siempre con la combinaci¨®n de un tercer o un cuarto color. Hubo un toro que reun¨ªa en su piel el colorao, salpicao, c¨¢rdeno, lucero. La presencia no era tan aparatosa como la miurada del viernes, pero hab¨ªa respeto en todos los tipos, y belleza tambi¨¦n. Sobre todo el toro que se jug¨® en quinto lugar, mezcla de mulato y c¨¢rdeno, con list¨®n, fino de cabos, alto de agujas, enmorrillado, guapo de cara, bien armado y astifino.
Plaza de Pamplona
Quinta corrida de feria (domingo). Toros de Los Millares (antes Concha y Sierra), bonitos de tipo, variados de capa, serios, mansos, sin casta y deslucidos. El segundo, precisamente el de menos trap¨ªo, fue condenado a banderillas negras. Miguel Marquez: Bajonazo (bronca). Pinchazo, bajonazo y tres descabellos (palmas). Julio Robles: Seis pinchazos y descabello (pitos). Pinchazo y bajonazo (aplausos). Frascuelo: Bajonazo descarado (pitos). Dos pinchazos y media estocada tendida (vuelta al ruedo).
Pero tanta belleza no pasaba de ser, en realidad, el disfraz de una mansedumbre total. Ni siquiera puede decirse que tuvieran malas intenciones estos toros. Eran, antes al contrario, el vivo ejemplo de la falta de casta; aburrido g¨¦nero que sal¨ªa abanto, topaba, se soltaba de todos los encuentros con los caballos y acababa probando las embestidas, sin tomar nunca los enga?os en franqu¨ªa y sin la acometida m¨ªnima para que los diestros pudieran ejecutar las suertes con alg¨²n lucimiento.
En el encierro matinal, un toro de este hierro -bonito sardo, de buen cuajo- se separ¨® de la manada cuando lleg¨® al ruedo y cost¨® m¨¢s de diez minutos enchiquerarle. Pudo haber una tragedia, porque la mocina -miles de personas en un barullo inenarrable- invad¨ªa el redondel. Y si no se produjo fue porque el toro correteaba, pero no se empleaba; no dio ninguna embestida cabal. Como los dobladores tuvieron que capotearle docenas de veces, los toreros se negaron a que saltara a la arena en la corrida de la tarde y lo sustituyeron por otro toro de la misma ganader¨ªa.
Con g¨¦nero de semejante comportamiento, los espadas ten¨ªan unas posibilidades de ¨¦xito pr¨¢cticamente nulas, y en los tres primeros toros optaron por liquidar el, expediente con la mayor brevedad. En la segunda parte de la corrida, en cambio, se emplearon a fondo, pues tarde y feria se les iba de vac¨ªo. De esta forma, M¨¢rquez recurri¨® en el cuarto a rodillazos, molinetes y manoletinas, para calentar a las pe?as, y Robles se centr¨®, en lo que cab¨ªa, con el tan bonito como mulo quinto, hasta que consigui¨® sacar unos derechazos y naturales sueltos, ayudados por alto y finos remates, todo ello de mucho sabor torero.
Pero los momentos culminantes de la corrida los marc¨® Frascuelo en el sexto, primero con dos largas cambiadas de rodillas y luego con un tercio de banderillas sensacional. Coloc¨® un par al cuarteo y tres al quiebro en el centro del ruedo, en los que aguant¨® la acometida hasta el l¨ªmite, reuni¨® en la cara y clav¨® en lo alto. No hubo tanto brillo, aunque s¨ª voluntad, en la faena de muleta -el manso no se entregaba-, pero la emoci¨®n de aquellos cuatro pares no se apag¨® ni a¨²n despu¨¦s de arrastrado el toro. Hab¨ªan puesto en pie al p¨²blico de sombra y hab¨ªan sentado a los mozos, que hasta entonces estaban de bulla y jarana, totalmente desligados de la corrida. Frascuelo ha hecho cartel en Pamplona, aunque no tanto como lo han perdido los Concha y Sierra; aquellos legendarios toros de la viuda que hoy parecen moruchos.
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