La devoluci¨®n de Espa?a, de Juli¨¢n Mar¨ªas
Ya en el pr¨®logo del libro que comentamos, Mar¨ªas subraya en¨¦rgicamente que ?nadie (1) hab¨ªa abreviado, ni siquiera una hora, la duraci¨®n del r¨¦gimen que termin¨® el 20 de noviembre de 1975. Nadie, por tanto, puede pasar la cuenta de un servicio no realizado. Si acaso, los muchos espa?oles que, manteniendo su libertad, su veracidad e independencia, contribuyeron a que este proceso (el de la devoluci¨®n de Espa?a a los espa?oles) fuera posible?. Esta es una realidad incuestionable para cualquier persona de buena fe, y debieran tenerla en cuenta muchos de los insolventes morales e intelectuales que se pavonean por el escenario espa?ol atribuy¨¦ndose m¨¦ritos de los que carecen efectivamente.Lo que antecede es el marco ideol¨®gico, los presupuestos desde los que parte Mar¨ªas para avanzar en mil y una direcciones en el an¨¢lisis de la realidad espa?ola actual. Es un an¨¢lisis realista y prospectivo de las posibilidades de futuro de la comunidad espa?ola; es un an¨¢lisis imaginativo, escrito en medio del fragor de las urgencias cotidianas, de lo que nos est¨¢ sucediendo a los espa?oles en esta hora dif¨ªcil y promisoria de nuestra historia. Es, dicho en otros t¨¦rminos, un valioso intento de orientaci¨®n intelectual responsable sobre las virtualidades y peligros del proceso democr¨¢tico espa?ol en marcha.
Este comentario va a centrarse en una selecci¨®n restringida de las ideas desarrolladas por Mar¨ªas que est¨ªmo no han sido debidamente divulgadas y estudiadas.
Legitimidad
La idea de legitimidad es el gran supuesto desde el que se mueve la sociolog¨ªa pol¨ªtica de Mar¨ªas. Es una idea que ha heredado de su maestro Ortega. Para Mar¨ªas la crisis general de la legitimidad -aunque no ciertamente total- es uno de los problemas m¨¢s graves de nuestro tiempo: ?no es que haya desaparecido la legitimidad en el mundo, pero su estado es precario, y hay el peligro evidente de que la ilegitimidad sea aceptada como algo inevitable, o que se llegue a pensar que no tiene importancia y se desvanezcan enteramente las nociones de legitimidad e ilegitimidad?. Mar¨ªas no se anda con formalismos est¨¦riles y apunta directamente al centro de la cuesti¨®n: la legitimidad social, ?consistente en la creencia de que quien manda, quien ejerce el Poder, tiene t¨ªtulos para ello?. El tema b¨¢sico de nuestro tiempo espa?ol es el establecimiento de un sistema de satisfactoria legitimidad en que podamos convivir todos libre y pac¨ªficamente. Frente a los radicalismos idealistas y abstractos Mar¨ªas propugna que no se comprometa ninguna parcela de legitimidad, por precaria que sea, y, sobre todo, que se las lleve a una convergencia.
Autonom¨ªas regionales
En la hora presente se habla mucho en Espa?a de autonom¨ªas regionales. Es bueno que se hable de este tema porque no hay duda de que la estructura regional de Espa?a es un aut¨¦ntico problema pol¨ªtico. Pero lo que no es bueno -sino desastroso, devastador- es la interminable perorata de muchos sobre una cuesti¨®n de la que desconocen la significaci¨®n misma de los t¨¦rminos en que la plantean.Es aut¨®nomo el que se da sus propias leyes, el que se rige seg¨²n sus propias normas. Bien, en esta definici¨®n coincidimos todos. Pero Mar¨ªas advierte que suele deslizar se una trampa cuando se habla de autonom¨ªa o heteronom¨ªa: confundir propio con solo. Esta advertencia remite la cuesti¨®n a un sentido m¨¢s preciso: la autonom¨ªa que afecta a cada nivel de la realidad hist¨®rico-social. Desde esta perspectiva la autonom¨ªa adquiere su legitimidad cuando funciona como ?la decisi¨®n aut¨®noma dentro de cada nivel, el recurso a la unidad superior y envolvente cuando est¨¦n implicados e interesados otros elementos?. Tras este an¨¢lisis, a la pregunta: "?cu¨¢nta autonom¨ªa debe tenerse?", Mar¨ªas responde: "Toda la necesaria en cada nivel, desde el Ayuntamiento a la naci¨®n, y nunca la que signifique tomar decisiones unilaterales sin contar con los dem¨¢s."
La regi¨®n
Pasemos ahora a la noci¨®n de regi¨®n. Es un tema sobre el que Mar¨ªas ha meditado largamente en el curso de su dilatada trayectoria intelectual. Ya en 1955, en su libro La estructura social, defin¨ªa la regi¨®n como sociedad ?insertiva?, que funciona como componente o ingrediente parcial, pero no abstracto, de la sociedad nacional. En otros t¨¦rminos, la inserci¨®n de los individuos en la naci¨®n se produce a trav¨¦s de la regi¨®n. El individuo no es directamente nacional, sino que su modo de pertenencia a la naci¨®n es regional. Ser andaluz, vasco o catal¨¢n son formas concretas de ser espa?ol.Mar¨ªas no puede ocultar su recelo frente a la mayor¨ªa de las propuestas regionales o nacionalistas en cuanto adivina en ellas un oscuro resentimiento hist¨®rico, que las hace incapaces de promover las autonom¨ªas para proyectos interesantes que tiendan a la perfecci¨®n de cada regi¨®n y de Espa?a entera. Frente al frecuente resentimiento por a?ejos motivos hist¨®ricos, Mar¨ªas postula un sistema de autonom¨ªas que suponga ?la articulaci¨®n de las empresas espa?olas?.
Juli¨¢n Mar¨ªas es castellano viejo, de Valladolid, y ha pensado hondamente sobre la significaci¨®n real de Castilla en el contexto espa?ol. Es un tema sobre el que se han vertido tonelada de inexactitudes. Para una clarificaci¨®n de tan importante y controvertida cuesti¨®n recomiendo una lectura atenta del ensayo Castilla y Espa?a. Como orientaci¨®n dir¨¦ que Mar¨ªas parte de tres frases: ?Castilla ha hecho Espa?a y Castilla la ha deshecho? (Ortega, 1921); ?Castilla hizo a Espa?a y Espa?a deshizo a Castilla? (S¨¢nchez Albornoz, 1931), y ?Castilla se hizo Espa?a? (del propio Mar¨ªas, 1974). El an¨¢lisis de estas tres interpretaciones de Castilla lleva a Mar¨ªas a la conclusi¨®n de que esta regi¨®n tiene que evitar toda tentaci¨®n de particularismo: ?Castilla no puede ser castellanista, porque dejar¨ªa de ser castellana?.
Cambio de generaci¨®n
Para el final he dejado un aspecto que, en mi opini¨®n, resulta decisivo y da una especial tonalidad a estas reflexiones espa?olas de Mar¨ªas y que no he visto ni siquiera enunciada en varias de las cr¨ªticas que he le¨ªdo. Me refiero a la determinaci¨®n de que en 1976 se inici¨® una nueva fase generacional en todo Occidente, una nueva manera de mirar las cosas, una distinta configuraci¨®n del mundo. La teor¨ªa de las generaciones es antigua en Mar¨ªas, quien la ha tomado -y ampliado- de su maestro Ortega. Es un tema sobre el que Mar¨ªas ha escrito largamente (El m¨¦todo hist¨®rico de las generaciones, La estructura social). Ya en La Espa?a real, Mar¨ªas dedicaba nada menos que doce ensayos -agrupados bajo el t¨ªtulo gen¨¦rico de Hacia 1976- a otear el cambio de horizonte hist¨®rico que se est¨¢ produciendo. El supuesto te¨®rico en que se basa es que aproximadamente cada quince a?os var¨ªa el conjunto de las vigencias de una sociedad. Las cuentas de Mar¨ªas remontan el comienzo del mundo actual a 1946. Seg¨²n este c¨®mputo, el pr¨®ximo cambio de la figura del mundo se produjo en 1961. Para Mar¨ªas ?el pr¨®ximo acto del drama hist¨®rico se iniciar¨¢, si no me equivoco, en 1976, y se extender¨¢ hasta 1991; se trata, pues, del futuro inmediato, del futuro previsible, al cual deben extenderse nuestros proyectos de vida colectiva?. Estos an¨¢lisis de estructura hist¨®rico-social est¨¢n muy desarrollados en su anterior obra La Espa?a real y afloran de nuevo en La devoluci¨®n de Espa?a en el ensayo La cultura en 1976: ?punto de inflexi¨®n?, en el que Mar¨ªas se?ala que ?la generaci¨®n que est¨¢ accediendo al poder, la de 1931, es decir, los nacidos entre 1924 y 1938, ha sido la gran v¨ªctima de las tentaciones, y ha pagado con la mediocridad el haberse entregado a ellas. Pero a?ade promisoriamente: ?Espero que al llegar su hora estos hombres comiencen a ser ellos mismos y olviden lo que les han dicho que deben ser.? Todo un lema de esperanza hist¨®rica ante la cercan¨ªa de un mundo nuevo.(1) Nadie individual, ning¨²n partido o grupo, estamento o regi¨®n.
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