La primera tormenta
AYER SE libr¨® en el Congreso la primera escaramuza seria de la reci¨¦n inaugurada vida parlamentaria. Se trata de una simple manifestaci¨®n de los conflictos pol¨ªticos, ideol¨®gicos y sociales que las instituciones de un sistiema pluralista deben sacar a la superficie y tratar de solucionar o aliviar por la v¨ªa de la negociaci¨®n. S¨®lo la poca familiaridad con los usos democr¨¢ticos puede provocar una reacci¨®n desencantada o cr¨ªtica ante el espect¨¢culo de la disputa. Lo ¨²nico que exije nuestra naciente democracia es civilidad y educaci¨®n en los enfrentamientos; y tambi¨¦n claridad en las posiciones de fondo que se defienden. La propia naturaleza del debate de ayer -una discusi¨®n. sobre cuestiones t¨¦cnicas y de procedimiento- puede ocultar los conflictos de fondo que lo explican. Por lo pronto, digamos que los grupos desempe?an serias funciones en la vida parlamentaria: son los ¨®rganos en los que descansa la titularidad de derechos, tales. como la participaci¨®n en las diversas comisiones (que preparan y discuten los proyectos de ley antes de someterlos al Pleno, la ordenaci¨®n de los debates. Para los partidos resulta de gran importancia alcanzar el n¨²mero m¨ªnimo de diputados que les permita disponer de un grupo parlamentario propio que lleve su nombre. Pero tampoco es una cuesti¨®n de vida o muerte. De un lado, la participaci¨®n de los grupos parlamentarios en las comisiones suele ser proporcional al n¨²mero de congresistas que los integran. Dentro, los partidos que no alcanzan el m¨ªninio establecido pueden aliarse entre s¨ª para constituir un grupo que supere esa cifra. ?Por qu¨¦, entonces, la escaramuza sobre el m¨ªnimo de miembros de los grupos ha desatado tantas pasiones? No s casualidad que los dos partidos que copan alrededor el 80 % del Congreso se hayan puesto de acuerdo en exigir un m¨ªnimo que el resto de los partidos -desde Al¨ªanza Popular hasta el PCE y Euskadiko Ezkerra consideran demasiado elevado. Formalmente los argumentos que utilizan el PSOE y UCD tienen cierta solidez t¨¦cnico-jur¨ªdica, y se apoya en algunas pr¨¢cticas del derecho constitucional comparado. Pero, evidentemente, no se trata tan s¨®lo de velar por la eficacia de las Cortes, o de homologarnos con las C¨¢maras francesa o italiana. Centristas y socialistas parecen unidos por un mismo objetivo: constituirse en las fuerzas hegem¨®nicas indiscutibles del panorama pol¨ªtico espa?ol. Y no s¨®lo para el presente, sino tambi¨¦n para el futuro. Se corre el peligro de que la alianza que ayer comenz¨® a perfilarse a prop¨®sito de grupos parlamentarios pueda extenderse otros muchos campos que entran en la competencia legislativa y se prolongue incluso a la esfera administrativa Por lo dem¨¢s un planeamiento as¨ª encaja en la l¨®gica propia de un partido centrista, pero resulta m¨¢s sorprendente en un partido de izquierda como el PSOE. El respeto a las minor¨ªas incluye -la potenciaci¨®n de sus instrunentos de representaci¨®n y de sus medios de expresi¨®n; y a defensa de las minor¨ªas pertenece a la escala de valores .radicional de la izquierda. Quiz¨¢ tras la generalidad de los argumentos de los portavoces del PSOE, no es dificil localizar otros objetivos complementarios del repentino amor de dicho partido por las grandes dimensiones: obligar al PSP a perder su identidad parlamentaria e impedir que los comunistas catalanes del PSUC se constituyan como grupo formal- ente independiente del PCE. Esta parece ser la primera respuesta del PSOE a la falta de apoyo del PCE y del PSP la candidatura del se?or G¨®mez Llorente a la presidencia de la C¨¢mara; a las reacciones postelectorales del se?or Tierno, quien se autocalific¨® de depositario del voto de calidad socialista; y a los an¨¢lisis comunistas, que llegaban a empujar al PSOE, para que entrara en el gobierno. En cualquier caso, la perspectiva a corto plazo te un -comportamiento unitario de la izquierda parece desvanecerse definitivamente. Pero, con todo, lo m¨¢s grave de la actitud del PSOE es que hace pagar los platos rotos a los partidos autonomistas catalanes y vascos, como el Pacte Democratic y el PNV. Aunque la promesa de rescatarlos del anonimato parlamentario en la Comisi¨®n de Reglamentos es seguamente sincera, resulta sobremanera an¨®malo que los socialistas hayan contribuido a sentar la doctrina de unos n¨ªnimos que, por el ¨¢mbito territorial en el que se mueven esos partidos, muy dif¨ªcilmente podr¨ªan alcanzar nunca.
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