Unidad social y regiones
La Historia permite cimentar las tesis m¨¢s dispares. El historiador m¨¢s objetivo ser¨¢ el consciente de ~quesu juicio de valor est¨¢ disfraza do tras su narraci¨®n ?as¨¦ptica?. Cada cual contempla desde su ojo y con su prop¨®sito. Por caso, est¨¢ ah¨ª la unidad espa?ola como logro de los Reyes Cat¨®licos. No fue unidad en lo, econ¨®mico, en lo administrativo, ni, incluso en lo pol¨ªtico, nos es permitido matizar ahora. Ahora, buscando apoyo para leer el nov¨ªsimo hecho de un ?ministro para las Relaciones con las Regiones? y escuchar desde intencionadas orejas lo dicho por el Rey el otro d¨ªa al proclamarse intencionadamente ? Rey de Valencia?. La unificaci¨®n de los distintos reinos result¨® una tarea de tres siglos nunca terminada. Desde el quinto Felipe, parec¨ªa todo con formado a los organigramas centralistas, cuando el XIX nos sorprendi¨® con que tal asunto no estaba en realidad resuelto. Las fuerzas regionales fueron motor de la Rep¨²blica del 73 y, en la ¨²ltima Rep¨²blica, todas las regiones ex cepto Baleares presentaron peticiones de autonom¨ªa.
El fen¨®meno regional ha estado ah¨ª, siempre. Donde, desde los Borbones, no ha estado sino brevemente es en los esquemas administrativos. Asoma ahora la tercera oportunidad. ?Ir¨¢ la venida a la tercera?
Si la Historia se utiliza, la Historia nunca se repite. La tercera oportunidad regional nos llega enriquecida de experimentos ajenos y propios. Una meditada postura supera la f¨¢cil reducci¨®n que canta la copia como si de unidad o desmembraci¨®n se tratara.
Decidir historia
Dif¨ªcilmente puede hallarse un modelo que encale los variados regionalismos y nacionalismos espa?oles. Conviene haber cuenta del regionalismo de cada regionalista. Hablo desde Andaluc¨ªa y los datos andaluces colorean una din¨¢mica espec¨ªfica. E intento plantearme las regiones desde el urgente tema de la unidad socialista. O al rev¨¦s. Porque la Historia, si se utiliza, es precisamente para que no se repita. Para que no se repita a favor de unos y en da?o de nadie. Para el pol¨ªtico el campo hist¨®rico es el futuro. Queremos confiar en que andamos un trance en que podemos decidir Historia. Progresivamente m¨¢s condicionados, pero tambi¨¦n m¨¢s abastecidos de datos, los espa?ol les ahora nos sentimos autores.
Concretamente, puede nacer un partido desde las tres formaciones socialistas actuales. Y lo que se juega en este aceler¨®n de la unidad socialista no es s¨®lo la suma de unas militancias y unos cuadros. Tal suma puede dar un revoltijo, una unidad mentirosa, aparente. Tan tos a?os de clandestinidad producen individualismo pol¨ªtico en el coraz¨®n de los m¨¢s ajustados partidos. Las ?tendencias? se han agudizado. ?Cu¨¢nto m¨¢s complejidad tendr¨¢ este asunto en una unidad socialista precipitona ... ! Ha de in tentarse unidad verdadera y no absorci¨®n que, a no tardar, precipitar¨ªa a un avispero socialista in gobernable. Y ha de intentarse adem¨¢s una nueva eficacia socialista. El vicio problema -qui custodet custodes?- de la relaci¨®n continua c¨²pula-base y el tema regional se est¨¢n cruzando en este asunto por la dial¨¦ctica entre el PSOE, instrumento en el Estado y su centro, y el regionalismo autogestionario de la FPS. Aqu¨ª aparece el PSP con su oportuna admisi¨®n estatutaria de partidos a ¨¦l federados como el canario y el gallego.
Contemplar a bulto esta panor¨¢mica y pretender que se reduce a sumar tres elementos como si fueran homog¨¦neos ser¨ªa simplista, aunque c¨®modo. (S¨®lo a la corta, por supuesto.) Pueden darse los personalismos y patrioterismos de siglas que se quieran. Pero las tres formaciones tienen su fisonom¨ªa espec¨ªfica. Y si la negociaci¨®n no es reposada, las caracter¨ªsticas mejores de los tres partidos pueden ser planchadas. Con ello, en el medular punto centro- regiones, se evanescer¨ªa la ocasi¨®n de un socialismo adecuado -instrumento de clase. Nada menos. La precipitaci¨®n -comprensible, s¨ª- conseguir¨ªa un socialismo espa?ol unido (?). Nada m¨¢s. Algo que tuvimos hasta 1920 y que no sirvi¨® para protagonizar en el campo regional.
El PSOE aparece como el partido heredero de una tradici¨®n secular matizada por la positiva juventud de sus cuadros. La FFS es la presencia socialista autogestionaria de las regiones, realidad ¨¦sta que puja y empuja con marcado car¨¢cter de clase. El PSP es puente entre ambos hasta en la figura de su l¨ªder. Y observemos este paisaje encaramados en mayor perspectiva.
Los reg¨ªmenes de partido ¨²nico han sido antirregionalistas. Son contrarios a la diversidad pluralista del poder, incluido el territorial. Los reg¨ªmenes autoritarios de fuerte ejecutivo, pueden potenciar un regionalismo t¨¦cnico en forma de desconcentraci¨®n (con el antifaz sem¨¢ntico de ?descentralizaci¨®n?) para dominar mejor desde el centro. Tal fue el proyecto de De Gaulle.
En los reg¨ªmenes parlamentarios en que un solo partido controla el poder (Yugoslavia), el regionalismo viene controlado por el monolitismo del tal partido. En los parlamentarios bipartidistas, el sistema favorece la regionalizaci¨®n al no existir el temor de excesiva disoluci¨®n de la estructura nacional-estatal del poder. Los partidos que se alternan suelen hallarse muy pr¨®ximos entre s¨ª en intereses, y sus oligarqu¨ªas llegan a pactos de divisi¨®n de influencias. En estos casos, s¨®lo la existencia de partidos regionalistas puede defender a las regiones. Es el caso del Partido Nacionalista gal¨¦s frente a conservadores y laboristas.
En los reg¨ªmenes parlamentarios multipairtidistas (Italia), el temor al regionalismo es grande. Es tambi¨¦n el ejemplo franc¨¦s, que opta por una desconcentraci¨®n autoritarias seudojacobina por ? miedo? a una desmembraci¨®n nacional, ut¨®pica en s¨ª, pero reflejo de toda una mentalidad centralista y tecnocr¨¢tica. En el caso italiano, se ha argumentado contra el regionalismo que ayudar¨ªa al atomizador multipartidismo fomentado -con la presencia de partidos regionalistas- por la representaci¨®n proporcional protectora de las minor¨ªas pol¨ªticas. Todo esto, ciertamente, puede apoyarse en la experiencia italiana, en la que la regi¨®n nunca ha dido considerada fin en s¨ª, sino instrumento para la estrategia de los partidos.
El fondo pol¨ªtico del reconocimiento de lo regional en la Constituci¨®n italiana del 47 respondi¨® al temor de la DC frente al que parec¨ªa poder hegem¨®nico de la re sistencia antifascista protagoniza da por la izquierda. Un poder central socialista-comunista podr¨ªa ser equilibrado por los partidos regio naies y su clientela, generalmente conservadora. Despu¨¦s, se produjo el fen¨®meno inverso: la DC ha permanecido como poder dominante y la oposici¨®n ha buscado establecer el equilibrio cultivando los centros de poder regionales. Por eso la derecha hab¨ªa congelado la dimensi¨®n regionalista de la Constituci¨®n y ha sido por fin la izquierda la que ha impuesto el estado regional, aunque siempre como estrategia de pol¨ªtica global. La ausencia de partidos regionalistas abandona la causa de las regiones a las estrategias centralistas de turno. Y ah¨ª est¨¢ el Mezzogiorno, la Andaluc¨ªa italiana. Un aviso.
Trasfondo econ¨®mico
Hay trasfondo econ¨®mico en esto. El capitalismo avanzado y el socialismo estatal tienden al centralismo tecnoburocr¨¢tico. De poco sirve legislar en lo regional si no se incide en estos fondos. Por eso alienta escuchar al se?or Clavero que ?el regionalismo moderno pasa en gran parte por el subdesarrollo y tiene un contenido econ¨®mico?. Ah¨ª duele y ah¨ª puede andar su batalla de ?Relaciones con las Regiones?. Porque, igualmente, ha dicho que ?los problemas econ¨®micos quedan dentro de otras ¨¢reas ministeriales?. Veremos c¨®mo se articula el tema.
Retornando al discurso inicial, la funci¨®n de los partidos s¨®lo es de cara a la transformaci¨®n profunda de la realidad social. Y la inercia del poder de las grandes formaciones pol¨ªticas centrales llevar¨¢ a taponar que los pueblos de Espa?a se expresen directamente con sus voces propias y no supuestas e inventadas desde el centro. Tal inercia forzar¨¢ a que la s¨ªntesis de esas voces, en vez de hacerla los pueblos directamente en la superestructura del Estado, la compongan las burocracias internas de los grandes partidos estatales. As¨ª, el Estado ser¨ªa la s¨ªntesis de esos grandes partidos y no la de los pueblos. Aqu¨ª est¨¢ el reto a la unidad socialista. Por eso no puede hacerse sin m¨¢s, sumando sin respeto a las aportaciones espec¨ªficas de los tres grupos. La unidad debiera inspirarse en la que se inicia ya entre el PSOE y el PSC en Catalu?a.
Pienso que los 200.000 votos ¨²ltimos del PSA hubieran sumado a la victoria sure?a del PSOE un serio acento no s¨®lo cuantitativo. Se hubiera desencadenado una cualificaci¨®n interesant¨ªsima del socialismo en Andaluc¨ªa y de Andaluc¨ªa. Un salto cualitativo con repercusiones serias en la entera panor¨¢mica regional. Mucha gente anda preocupada por ver la eficacia socialista regional de largo alcance. Gente que asiste al cocimiento de la unidad socialista esperando y procurando algo m¨¢s que el ingenuo acceso a ella, dejando en el camino demasiados hallazgos de las entidades socialistas actuales.
El.riesgo de la hora es la prisa. A la corta, el PSOE resultar¨ªa victorioso en tal unidad. Pero se tratar¨ªa de un contento provisional y en la piel que no en las v¨ªsceras. Se est¨¢ jugando la duradera unidad y la capacidad diferenciada del socialismo espa?ol en el campo tensional centro-periferia. Viejo capital asunto que se nos muestra electrizado en esta hora. Ser¨ªa perder la tercera oportunidad irrepetible en mucho tiempo.
El Partido Socialista de Andaluc¨ªa es quiz¨¢ un partido para dentro de diez a?os. Unidos los tres grupos socialistas no de cualquier manera, esos diez a?os estar¨ªan ya aqu¨ª y, adem¨¢s, con aportaciones demasiado beneficiosas para todo el socialismo. Y todas las regiones.
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