La paz sospechosa
El permiso que hace poco tiempo me concedi¨® la bienaventurada censura franquista para estrenar mi relegado teatro me ha infundido no pocas prisas en escribir lo que alg¨²n d¨ªa pueda llegar a estrenar y, a la vez, una gran indolencia por la pol¨¦mica, las relaciones p¨²blicas y la autopropaganda. Pero no puedo por menos de expresar p¨²blicamente una actitud de Televisi¨®n Espa?ola que me parece profundamente negativa para la figura a la que pretende servir con puntillosa y beata devoci¨®n: el presidente Su¨¢rez y su sombra, o sea la promesa de una democracia tan equilibrada y perfecta que toque en lo apol¨ªneo. Ser¨ªa una buena medida t¨¢ctica que TVE. disimulase un poco mejor ante la incordiante minor¨ªa capaz de colaborar en la recuperaci¨®n cultural del pa¨ªs, que la televisi¨®n es un instrumento del poder y que este poder se ejerce con una rara petulancia. Tan rara que en ning¨²n momento har¨¢ cre¨ªble que la democratizaci¨®n de nuestras instituciones sea patente para muchos observadores poco dispuestos a trag¨¢rselas como pu?os.
Orestes y la paz, de M¨¦rida a TVE
Hace unas semanas TVE concert¨® con la compa?¨ªa que asume este a?o los festivales del teatro romano de M¨¦rida -formada por los elementos dispersos de la que fue oficial del Mar¨ªa Guerrero- la grabaci¨®n de las dos obras en cartel. Un Orestes, cuya versi¨®n es de Juan Antonio Castro, y La Paz, de Arist¨®fanes, versi¨®n m¨ªa, realizando as¨ª dos programas dram¨¢ticos a menor costo del que generalmente se plantea en los habituales. Instalada la unidad de grabaci¨®n, vino a ¨²ltima hora la orden terminante y sumar¨ªsima de no grabar La Paz. Una atenta lupa censora hab¨ªa descubierto en mi versi¨®n, nada arqueol¨®gica y distante, pero s¨ª ajustada con fruici¨®n al esp¨ªritu aristofanesco, la nota de crudeza amarga y relativo pesimismo que el humorista -cuando de veras lo es- se puede permitir.
En suma, traigo de M¨¦rida como magn¨ªfica compensaci¨®n los aplausos y la regocijada sorpresa de varios miles de espectadores -a su vez, imponente espect¨¢culo para el propio autor- y tambi¨¦n traigo la impresi¨®n de que TVE va a ser durante el mandato de nuestro renovado presidente el yate m¨¢s seguro para atravesar los mares procelosos que el conflictivo futuro le depare.
Aun as¨ª, no me parece lo menos grave que los Pinzones del yate suarista crean alarmista y desmoralizador para el incauto y manipulable p¨²blico televisivo que Trigeo, el h¨¦roe aristofanesco, desde su escarabajo volador, increpe al p¨²blico diciendo: ??Y a¨²n ten¨¦is animaci¨®n para venir al teatro, sabiendo que se avecinan tanta escasez, tanto apuro, tanta merma del tesoro y la bolsa ..?? Ignorando o queriendo hacer olvidar hechos muy reales, a la censura televisiva ha debido parecer abominable infundio que el Corifeo, a su vez, haga notar al susodicho h¨¦roe, decidido a intervenir como mediador por la paz ante los dioses ol¨ªmpicos, que se ?haya elegido a s¨ª mismo con presunci¨®n de Narciso, y afirme con la petulante seguridad indicada que desde las limpias alturas a las que se ir¨¢ elevando no hallar¨¢ agujero ni bache por donde pueda meter la pata?. Visto est¨¢ que TVE practicar¨¢ el triunfalismo m¨¢s descarado y que habr¨¢ noticias bien glosadas y desglosadas por los peri¨®dicos que jam¨¢s asomar¨¢n por sus pantalla de tan largo y contundente alcance, puesto que la televisi¨®n es el libro de quienes no saben o no quieren leer y el bazar de la semiilustraci¨®n barata para ?clases culturalmente pasivas?.
Susceptibilidades y suspicacias
Suspicacias censoras de este jaez han debido existir algunas m¨¢s. ?Es posible que el caricaturesco personaje de la Guerra haya llegado a parecer ridiculizaci¨®n de virtudes castrenses? Eso ya ser¨ªa demasiado. No creo que se haya llegado a ese delirio, pero todo es posible cuando la divagaci¨®n por el bosque de las sospechas nos convierte en pulgarcitos amenazados por ese ogro llamado escritor. Porque, eso s¨ª, TVE, adem¨¢s de ser un obediente y machacante robot del partido que la ha hecho suya, es y continuar¨¢ siendo un dique cultural de primera magnitud: sangre, violencia, estupidez y gazmo?er¨ªa pasan por el supervisado ventanillo sin comentario ni disculpa, pero al tratarse de los cl¨¢sicos ?no es posible advertir a los espectadores proclives a escandalizarse qui¨¦n fue Arist¨®fanes y por gracia de qu¨¦ venturosas circunstancias -las circunstancias de la propia supuesta democracia por ellos votada- se representa por primera vez en el teatro Romano de M¨¦rida desde su descubrimiento y desescombr¨® en 19 10) ?Tampoco es posible explicar el proceso de adaptaci¨®n por parte del escritor contempor¨¢neo para que la obra no sea un aburrido trabajo de arqueolog¨ªa literaria, sino un trasunto lo m¨¢s vivo posible del clima aristofanesco? ?No habr¨¢ profesor m¨¢s o menos teleg¨¦nico que advierta que la llana palabreja de mierda, empleada por Jarry en su infantil y truculento Ub¨² en 1896 -Theatre de I'Oeuvre- ya ten¨ªa su admisi¨®n y naturaleza teatral en Arist¨®fanes 2.400 a?os antes? ?Ni decir que, entretanto, tambi¨¦n la emplearon con profusi¨®n Quevedo o Rabelais? ?Ah, que intolerante delicadeza dieciochesca la nuestra, moratiniana, acad¨¦mica y... borb¨®nica! De puertas para. afuera, claro est¨¢.Evolucionar, no involucionar
Si por lo visto ese fen¨®meno que llamamos evoluci¨®n de la cultura se produce a partir de un n¨²cleo minoritario cr¨ªtico, libre y aventurado, y si antes de la TV era dif¨ªcil que ese n¨²cleo entrase en contacto m¨¢s o menos directo con la mayor¨ªa, a partir de lo que hoy es Televisi¨®n Espa?ola ese contacto va a ser imposible.
Ser¨ªa de recomendar al se?or presidente o al flamante ministro de la Cultura que cuidasen su futuro prestigio frenando un tanto la voluntad de servicio que demuestran tener los cruzados y pilotos de Televisi¨®n Espa?ola.Hay devociones que hunden. ?Que les pongan un canal, como quien le pone piso a la devota muerta de amor y reconocimiento! As¨ª podr¨¢n medir su nueva fuerza con Fuerza Nueva y nadie nos enga?aremos.
Babelia
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