La situaci¨®n econ¨®mica y la Oposici¨®n
Diputado del PSOE. Catedr¨¢tico de Historia Econ¨®micaExcepci¨®n hecha de unos cuantos especuladores, la crisis econ¨®mica que atravesamos no favorece a nadie. De no arreglarse, dificultar¨¢, por no decir impedir¨¢ la consolidaci¨®n de la democracia reci¨¦n estrenada.Si a ello se une que el paro y la inflaci¨®n a quien m¨¢s perjudica es a la clase trabajadora, parecer¨ªa l¨®gico que la izquierda contribuyese a buscar soluci¨®n al prolongado bache econ¨®mico.
No obstante, a la hora de arrimar el hombro, la Oposici¨®n encuentra dificultades grandes.
Dificultad t¨¦cnica
La primera es de ¨ªndole t¨¦cnica. La econom¨ªa, como bien sabemos los economistas -aunque a veces no lo digamos- es una ciencia todav¨ªa en mantillas. No s¨®lo no est¨¢n del todo claras las soluciones que conviene tomar en el momento actual (basta para ello leer las opiniones, muchas veces dispares, de los especialistas), sino que las repercusiones de cualquier medida sobre los distintos sectores sociales son muy dif¨ªciles de cifrar. Por eso, la izquierda puede verse tentada a ver tan dif¨ªciles toros desde la barrera, aplaudiendo o silbando -m¨¢s bien lo segundo- seg¨²n le vaya saliendo la faena al Gobierno.
Dificultad hist¨®rica
La segunda dificultad, m¨¢s justificada que la anterior, es de tipo hist¨®rico. Liquidar todas las secuelas pol¨ªticas de la dictadura es hoy algo ya muy viable. Acabar con las muchas y arcaicas estructuras socioecon¨®micas que nos leg¨® la historia y agrav¨® el franquismo -juntamente con su complejo entramado de intereses y privilegios- es harina de otro costal. Tarea peliaguda, lenta por fuerza, sobre todo con la derecha o el centro en el poder, la izquierda tambi¨¦n puede (decidirse por esperar sentada a que otros se rompan los dientes con ese hueso duro de roer. Porque ese hueso el Gobierno no tiene m¨¢s remedio que roerlo, por raz¨®n no s¨®lo de justicia, sino tambi¨¦n de eficacia. Sin una fiscalidad, vinos circuitos de financiaci¨®n, una seguridad social, entre otras cosas, bastante mejores que los actuales no vamos a ning¨²n lado en el plano econ¨®mico. Como mucho, se har¨¢n unos malos rendimientos de corta duraci¨®n y escasos resultados.
Dificultad ideol¨®gica
La tercera y m¨¢s importante dificultad es de tipo ideol¨®gico. Salir de una crisis requiere en cualquier econom¨ªa sacrificios de todos. Pero en una econom¨ªa capitalista hay un aspecto que dificulta la equidad en el reparto de los costos. El empresario, protagonista principal del quehacer econ¨®mico en el sistema en que vivimos, ha de recobrar confianza, recuperar su excedente de explotaci¨®n, alcanzar en suma tasas de beneficio altas. ?Y c¨®mo lograrlo, si al tiempo se le pide que su empresa pague m¨¢s impuestos y que ¨¦l como ciudadano haga tres cuartos de lo mismo? Mucha fe tendr¨ªa que tener ese empresario en el futuro para aceptar provisionalmente apretarse el cintur¨®n e iniciar a la vez expectativas de auge. ?Qui¨¦n le garantiza as¨ª a la izquierda que si ella le pide eso mismo al trabajador, empresarios y capitalistas vayan a hacer lo propio -incluso si lo solicita el Gobierno- y que todo ello redundar¨¢ en beneficio de la colectividad y no de unos pocos?
No seamos, sin embargo, demasiado pesimistas. Frente a las tres poderosas razones anteriores hay tambi¨¦n, por el otro lado, un argumento. Un solo argumento, pero fundamental y, a mi juicio, de mayor peso, para pedir la participaci¨®n de la izquierda en la recuperaci¨®n econ¨®mica. Y es el de que si en seis meses o en un a?o no mejoramos un poco, si seguimos cuesta abajo ?a d¨®nde ir¨¢ el pa¨ªs? Es posible que entonces la izquierda acceda incluso al poder, por desgaste e impotencia del Gobierno. Pero ?qu¨¦ har¨ªa? Ante una situaci¨®n econ¨®mica peor que mala, s¨®lo quedar¨ªan las medidas dr¨¢sticas, revolucionarias o casi, que muchos rechazar¨ªan en¨¦rgicamente. La izquierda, puesto que no vivimos ¨¦pocas prerrevolucionarias, poco durar¨ªa en el poder. E iniciar¨ªamos as¨ª la pendiente del caos y la violencia en un proceso imparable de ?argentinizaci¨®n?, en el que la extrema izquierda y la extrema derecha impondr¨ªan su ley de fanatismo y de inconvivencia.
Las Cortes, foro de negociaci¨®n
La izquierda ha de intentar, pues, rehuir soluciones de comunidad. Ha de mojarse en el empe?o. Tiene que proponer medidas econ¨®micas con imaginaci¨®n, con valent¨ªa, con capacidad t¨¦cnica, con realismo. Que por su parte no quede el llegar a f¨®rmulas aceptadas por una mayor¨ªa, ¨²nica v¨ªa para conseguir alguna eficacia. Tambi¨¦n es verdad que el Gobierno no puede limitarse a recibir a los l¨ªderes de la Oposici¨®n -como tanto gusta al presidente Su¨¢rez- para contarles con unas horas de antelaci¨®n las medidas econ¨®micas del Consejo de Ministros. Hace falta discutir en el plano t¨¦cnico y en el plano pol¨ªtico todas y cada una de esas medidas econ¨®micas, dentro de un plan general de conjunto. Cauces para ello no faltan. Ah¨ª est¨¢n precisamente las Cortes.
Estas, yo dir¨ªa que con prioridad absoluta, deber¨ªan dedicarse a discutir de econom¨ªa. El 1.? de octubre, a m¨¢s tardar, podr¨ªa tenerse as¨ª un plan de saneamiento econ¨®mico que contase con el apoyo de las principales fuerzas pol¨ªticas, incluidas, claro es, las centrales sindicales. Y entretanto, que el Gobierno tome s¨®lo medidas provisionales. Mejor ser¨ªa que hubiese esperado dos meses para lanzarse a fondo. Pero ya que ha empezado que se quede donde est¨¢ y adopte s¨®lo las medidas complementarias que requieren lo ya decidido. Por democracia, pero, sobre todo, por eficacia, tienen que ser las Cortes quienes aprueben todo aut¨¦ntico arreglo econ¨®mico, y no s¨®lo ?a posteriori?.
En la discusi¨®n, la izquierda puede y debe aceptar sacrificios. Dos cosas fundamentales debe exigir, a cambio. Que los sacrificios sean de todos y que la nueva situaci¨®n econ¨®mica favorezca uno de los grandes objetivos de la oposici¨®n: corregir los graves desequilibrios personales, sociales, sectoriales y geogr¨¢ficos que existen en el pa¨ªs, habida cuenta de las autonom¨ªas de que van a dotarse nacionalidades y regiones.
Tal y como est¨¢n las cosas, ¨¦sta parece la ¨²nica soluci¨®n que despejar¨ªa algo el horizonte de los nubarrones econ¨®micos que, hay que insistir en ello, pueden dar al traste con este nuevo florecer de Espa?a.
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