Europa y el eurocomunismo
(Comit¨¦ ejecutivo del Partido Comunista de Espa?a)
1. La crisis que sufre hoy el capitalismo afecta de un modo particular a Europa. Estados Unidos tienen (por sus recursos propios de petr¨®leo. y por otras causas) una capacidad relativa de recuperaci¨®n de la que Europa carece. Vivimos en nuestro continente un momento hist¨®rico original en que la salida de la crisis, para evitar ca¨ªdas catastr¨®ficas en zonas de desesperaci¨®n, violencia, neofascismo, exige superar la l¨®gica del beneficio privado capitalista, reconocer a los trabajadores espacios de poder pol¨ªtico, disminuir el poder de los monopolios: relanzar la producci¨®n a la vez que se reducen las desigualdades sociales y se elevan los consumos colectivos en educaci¨®n, sanidad, calidad de vida, etc¨¦tera.
Esta situaci¨®n objetiva se produce en un marco pol¨ªtico e ideol¨®gico caracterizado, entre otros, por los rasgos siguientes:
Crisis de los sistemas pol¨ªticos de posguerra, del turno en el poder de la democracia cristiana y la socialdemocracia.
Crisis de la ideolog¨ªa neocapitalista que anunciaba un capitalismo sin contradicciones internas, capaz de integrar las luchas obreras.
Crisis del bipolarismo URSS-EEUU en la vida internacional, mayor peso del Tercer Mundo, tendencia creciente a las agrupaciones regionales.
En 1968, alguno de estos fen¨®menos sale a la superficie.
Pero al mismo tiempo aparece la crisis de los sistemas socialistas del Este de Europa. La invasi¨®n de Checoslovaquia demuestra hasta qu¨¦ punto la URSS, como gran potencia, pod¨ªa realizar una pol¨ªtica contraria a los principios socialistas; evidencia una contradicci¨®n radical entre esa actitud sovi¨¦tica y los intereses de la democracia y del socialismo en el mundo.
Ello plantea ante los partidos comunistas la necesidad de afirmar con fuerza redoblada su independencia. Come partidos revolucionarios, necesitan criticar aspectos esenciales de la pol¨ªtica de la URSS y rechazar el ?modelo sovi¨¦tico?.
2. Por las razones indicadas, 1968 es quiz¨¢ el punto de referencia m¨¢s concreto para indicar el surgimiento de la nueva tendencia en el movimiento comunista, que luego tom¨® nombre de eurocomunismo.
Esta tendencia nace rompiendo las muletas con que hab¨ªan caminado los partidos nacidos al calor de la revoluci¨®n rusa de 1917.
La profundizaci¨®n necesaria en el plano te¨®rico lleva a cierto distanciamiento con respecto al leninismo a reconocer que una serie de sus tesis, incluso sobre el Estado, estaban muy influidas por situaciones coyunturales; sin por ello negar el valor universal de ciertas aportaciones de Lenin, como las referentes al imperialismo, etc¨¦tera.
Era necesario entrar con esp¨ªritu abierto en campos v¨ªrgenes de la elaboraci¨®n pol¨ªtica y te¨®rica para poder asumir una serie de fen¨®menos contempor¨¢neos; para dar una respuesta marxista a interrogantes nuevos que no hab¨ªan surgido anteriormente.
El desarrollo capitalista ha de terminado en las sociedades industriales avanzadas que la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n sean asalariadas. Las fuerzas de la cultura entran, a la vez, en contradicci¨®n, no s¨®lo econ¨®mica, sino tambi¨¦n por su papel creador, con el dominio del capital monopolista. Las fuerzas que luchan por el socialismo adquieren una creciente capacidad de hegemon¨ªa ideol¨®gica, incluso dentro de la sociedad dominada econ¨®micamente por el capitalismo.
A partir de un esfuerzo te¨®rico y pol¨ªtico realizado simult¨¢neamente en diversos partidos comunistas, y que luego se generaliza en reuniones bilaterales o en encuentros m¨¢s amplios, sobre todo entre italianos, japoneses, franceses y espa?oles, se va perfilando la concepci¨®n de una v¨ªa democr¨¢tica al socialismo.
Interpretar esta concepci¨®n como ?un retorno? a la social-democracia carece de base: la socialdemocracia no ha logrado en ninguno de los pa¨ªses donde ha gobernado poner fin al sistema capitalista. Su fracaso hist¨®rico, en ese orden, es obvio. El eurocomunismo tiende, no a administrar el capitalismo, sino a ponerle fin. Es cierto que nace con una vocaci¨®n unitaria; hoy aparecen en la socialdemocracia corrientes cr¨ªticas que buscan superar ese pasado y encontrar v¨ªas efectivas de transformaci¨®n de la sociedad; esto ocurre en Francia, Italia, Inglaterra, B¨¦lgica, Suecia, incluso en sectores de la socialdemocracia alemana.
Por eso crecen hoy las posibilidades de entendimiento entre comunistas y socialistas para avanzar juntos por una v¨ªa nueva, respetando todas las libertades, hacia el socialismo.
Pero lo nuevo no es s¨®lo la concepci¨®n de la v¨ªa; sino del socialismo en s¨ª. El contenido de una transformaci¨®n socialista de la sociedad no puede limitarse hoy a poner fin a la explotaci¨®n capitalista. No es s¨®lo un problema de obreros y capitalistas. Se convierte en una necesidad objetiva para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
En ese contenido entran hoy cuestiones como la liberaci¨®n de la mujer, el nuevo papel de la ense?anza, un sistema sanitario moderno para todos, la democratizaci¨®n de los medios de informaci¨®n, la revoluci¨®n urbana y ecol¨®gica, la descentralizaci¨®n del Estado, etc¨¦tera.
Por eso podemos decir que ir al socialismo significa democratizar radicalmente toda la sociedad, Y, a la vez, democratizar el Estado.
Se trata de un proceso complejo en el que podremos avanzar sobre una base pluralista, respetando las diversas ideas, por el debate, el di¨¢logo, buscando el m¨¢s amplio consenso; respetando la soberan¨ªa popular y el sufragio universal.
3. Tras el anatema contra las herej¨ªas, la revista sovi¨¦tica Tiempos Nuevos parece indicar una actitud de temor ante la perspectiva de que se materialice en Europa occidental ese tipo de socialismo en la libertad.
Pero a¨²n reaccionan con m¨¢s violencia contra otra concepci¨®n del eurocomunismo: su actitud ante Europa.
En efecto, el eurocomunismo no pretende ser un proyecto abstracto, universal. Est¨¢ relacionado con fen¨®menos semejantes que se dan en las sociedades industriales avanzadas. Pero se refiere, adem¨¢s, a una zona concreta, Europa occidental; donde la salida a la crisis abre objetivamente posibilidades de iniciar un camino de cambios estructurales sobre la base de un consenso amplio.
La actitud eurocomunista es apoyar el proceso de la unidad de Europa -occidental, democratizar las instituciones europeas, avanzar hacia una Europa que no est¨¦, como hoy, dominada por los monopolios, sino que sea una Europa de los pueblos. Esa Europa ser¨¢ independiente tanto de la URSS como de EEUU; no ser¨¢ ni antisovi¨¦tica ni antiamericana. Ser¨¢ una Europa independiente, capaz de hacer una aportaci¨®n aut¨®noma a los problemas pendientes en la situaci¨®n internacional.
Sobre este tema, la actitud de la revista sovi¨¦tica citada llega a extremos incomprensibles: considera que tal actitud significa ?un proyecto de desglosamiento de los pa¨ªses occidentales en tanto que fuerza contrapuesta; ante todo, a los Estados socialistas?. Intentemos utilizar el m¨¢s elemental sentido com¨²n: para las fuerzas obreras y democr¨¢ticas de Occidente, si quieren contribuir a la distensi¨®n y a un proceso de superaci¨®n de los bloques militares antag¨®nicos hoy existentes, a crear un sistema pac¨ªfico de seguridad europea, la ¨²nica v¨ªa real es avanzar hacia esa Europa occidental independiente y unida (y por tanto con peso en el mundo) capaz de hacer una aportaci¨®n aut¨®noma a la vida internacional. Las otras v¨ªas, hipot¨¦ticas o reales, serian seguir, o meterse, en uno de los bloques; o meterse en el otro bloque.
?Es acaso el ?fundamento? de los anatemas de Tiempos Nuevos una preferencia no confesada por el reforzamiento de la divisi¨®n en bloques militares? En cualquier caso, creemos que el sistema bipolar est¨¢ en crisis y que la nueva correlaci¨®n de fuerzas, que se manifiesta incluso en la ONU, debe permitir desbloquear una serie de cuestiones de inter¨¦s vital por los pueblos: avances hacia el desarme, desnuclearizaci¨®n del Mediterr¨¢neo, un nuevo orden econ¨®mico internacional, etc¨¦tera.
En las fases de viraje hist¨®rico, es particularmente absurdo considerar el futuro como una extrapolaci¨®n del pasado. Europa ha cambiado con la desaparici¨®n de las dictaduras fascistas, en Grecia, Portugal y Espa?a. Y otros cambios serios apuntan en el horizonte, particularmente con los progresos de izquierda en Francia e Italia.
Una Europa occidental aut¨®noma ser¨ªa un factor din¨¢mico para mejorar aspectos esenciales de la situaci¨®n internacional: establecer un nuevo tipo de relaciones con el Tercer Mundo, acabar con los reductos del colonialismo, avanzar hacia la superaci¨®n de los bloques; democratizar en general, la vida internacional; hacer que la coexistencia no signifique s¨®lo ausencia de guerra mundial, sino desarrollo m¨¢s libre y positivo de las relaciones entre los pueblos.
Creemos que la pol¨ªtica exterior de la Espa?a democr¨¢tica que nace aportar¨¢ fuerzas j¨®venes a la edificaci¨®n de esa nueva Europa.
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