La obra pen¨²ltima de Miguel Hem¨¢ndez
Sobre Miguel Hern¨¢ndez y la sospecha de lo venidero. Cada d¨ªa se ofrece un poco m¨¢s su obra. Hern¨¢ndez el incompleto, o los insaciables del sondeo literario. Estamos de nuevo en el fen¨®meno del folklore: escritor prohibido, escritor que tiene que renacer sobre lo clandestino. En nombre del conocimiento po¨¦tico, me alegro y gozo. Hern¨¢ndez, el mito, el provocador de carreras cuando sus recitales de anta?o, desnudo y casi entero hoga?o. Ha aparecido su Obra po¨¦tica completa (1). Hab¨ªa que leerlo a cuentagotas, con sospecha de escasa integridad. Reunirlo en un libro era o no f¨¢cil, pero fue posible. Falta su teatro y su prosa adolece de parecido imponderable. El teatro espa?ol ten¨ªa su salvaci¨®n en Lorca, en Alberti, en Miguel Hern¨¢ndez -perdone Buero Vallejo y alguno de sus ac¨®litos- Recordemos los primeros manifiestos del grupo -generaci¨®n- del 27. Conocer la trayectoria de Luis Bu?uel en cine supone imaginar lo que hubiera sido el teatro que se insinu¨®, al margen del tono tradicional de Hern¨¢ndez. Presupone cuestionar el surrealismo po¨¦tico del escritor murciano. El adefesio de Alberti nos ha llegado ahora, desplazado en el tiempo y en el espacio. A Lorca se le ha casi suplantado en funci¨®n de ese andalucismo dram¨¢tico que siempre se exagera y casi siempre yerra. Yo he sentido verg¨¹enza en Latinoam¨¦rica con un Lorca tan t¨®picamente hisp¨¢nico que daba grima. De Hern¨¢ndez casi se desconoce. ?Qui¨¦n podr¨ªa dar fe profunda de El labrador de m¨¢s aire, o de su Teatro en la guerra, por se?alar algunas obras? El teatro en libro es solamente ilusi¨®n literaria.
De la prosa de Miguel Hern¨¢ndez algo as¨ª aconteci¨®. Ahora se va enmendando la plana, sacando textos de aquellas revistas que en el frente circulaban, mitad est¨ªmulo, mitad epopeya. Me parece importante la b¨²squeda y el rehallazgo. Veamos esa poes¨ªa inicial de Hern¨¢ndez que aparece en el ¨²ltimo libro-cap¨ªtulo de su obra, Poes¨ªa y prosa de guerra y otros textos olvidados (2). Intenci¨®n popular del llamado poeta-pastor; el poema primero es imitaci¨®n de la llamada poes¨ªa ?panocha? del murciano Vicente Medina. Aflora despu¨¦s Gabriel y Gal¨¢n entre las l¨¢grimas de El moro vencido y el gozo gongorino m¨¢s tarde. ?C¨®mo est¨¢ G¨®ngora suculento en los poemas de Miguel!
En la prosa descubro las greguer¨ªas de G¨®mez de la Serna, una magn¨ªfica biograf¨ªa del torero Tragabuches -descubrimiento siempre que se lea dentro o fuera de Los toros que prepar¨® Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo. Y especialmente el fervor pol¨ªtico del escritor, la alegr¨ªa al hablarnos de el Campesino, por ejemplo. Haymiles de opciones para conversar con estas p¨¢ginas de viejo y nuevo contenido. Digamos: Larra y Miguel Hern¨¢ndez, dos esp¨ªritus cr¨ªticos en dos cr¨ªticas situaciones. Hay a veces repeticiones de sus textos, pero no le quitan sabor. Leo y releo las primeras acciones combativas de Miguel en el frente, ingenuidad y af¨¢n de lucha. Algunos de estos poemas de la Poes¨ªa y prosa de guerra hab¨ªan aparecido ya en la Obra po¨¦tica completa; me refiero a AIba de hachas; casi una excepci¨®n. Llegaremos, infelizmente, al mismo resultado: ?qu¨¦ ser¨ªa la poes¨ªa posterior de Hern¨¢ndez? Poeta en Nueva York, de Lorca, confirma mi esperanza. Desde los Ultimos poemas (1939-42) tendr¨ªa necesariamente que haberse sucedido una nueva poes¨ªa en Miguel Hern¨¢ndez; estaba anunciado el cambio. No s¨¦ por qu¨¦ en la Obra po¨¦tica completa se han situado al final sus Primeros poemas. Por explicar y mantener la pureza del escritor, o por darnos un severo bofet¨®n a nuestra comodidad de lectores sincronizados con un tiempo mal interpretado. Bien, la norma o la circunstancia. Bien la obra po¨¦tica de Hern¨¢ndez recogida y ordenada. Bien esa prosa de guerra en d¨ªas de conmoci¨®n pol¨ªtica; ser¨¢ mejor comprendida.
( 1 ) Edici¨®n de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Madrid, ZYX, 1976. ( 2 ) Madrid, Ayuso, Hiperi¨®n. 1977.
Babelia
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