Senado y democracia
Una de las plumas -de las mentes- que con mayor frecuencia vienen mostrando sus criterios en el espacio ?Opiril¨®n? es la de Juli¨¢n Marias, senador por designaci¨®n real. Y como el citado espacio, como EL PAIS en general constituye la tribuna desde la que sin duda se ejerce la mayor influencia de verbo escrito sobre los criterios de los espa?oles de hoy, considero oportuno puntualizar -o, m¨¢s propiamente, rebatir- ciertas afirmaciones que viniendo de quien vienen, que expuestas donde est¨¢n expuestas, adquieren para muchos el peso de lo doctrinal -con lo que lo doctrinal, por su formulaci¨®n exenta de matices y sombras, tiene aparentemente de neutral y cient¨ªfico, de formulaci¨®n situada m¨¢s all¨¢ de lo meramente contingente-. Me refiero, en concreto, a frases contenidas en su art¨ªculo ?La Constituci¨®n interna del cuerpo pol¨ªtico?, publicado el domingo 24 de julio.Comienzo por el final, all¨ª donde Mar¨ªas afirma lo siguiente: ?Y hay cierto n¨²mero de senadores de designaci¨®n real, cuyo car¨¢cter particular es claro: no representan a ning¨²n partido, no representan a ninguna circunscripci¨®n provincial. En esta doble independencia estriba, en mi opini¨®n, su car¨¢cter positivo: por no ser representantes de ninguna provincia singular tienen que asumir el punto de vista de Espa?a en su conjunto; por no deber su puesto a ning¨²n partido, pueden guardar su independencia de juicio y acci¨®n frente a toda posici¨®n partidista.?
Singular idea de la democracia la que parece desprenderse de esta aseveraci¨®n. Pues es sabido que la democracia, en su estado qu¨ªmicamente puro, tiende a formularse como situaci¨®n pol¨ªtica en la que es posible la participaci¨®n directa de todos los ciudadanos en los asuntos p¨²blicos; y que, en atenci¨®n a las dificultades que a la participaci¨®n directa impone el hecho demogr¨¢fico, pero s¨®lo debido a esa causa, una f¨®rmula ligeramente aguada de la democracia es la que instituye la representaci¨®n, la actuaci¨®n de determinados ciudadanos por delegaci¨®n de otros, y, en consecuencia, la representatividad del elegido como ratio de sus actuaciones p¨²blicas. ?A qui¨¦n representan los senadores designados? Dicho de otra manera: si en el orden institucional vigenteen la actualidad en Espa?a todos los senadores fuesen designados, ?mantendr¨ªa el se?or Mar¨ªas el p¨¢rrafo arriba reproducido? Para mi personalmente, no hay dudas: la esencia de la democracia, el pluralismo, estriba en la confrontaci¨®n de lo que ¨¦l llama posiciones partidistas, cada una de las cuales est¨¢ avalada por la opini¨®n y por el voto- de un n¨²mero plural de ciudadanos. Sostener lo contrario es pretender que hay ciudadanos situados por encima del bien y del mal, lo cual, para m¨ª, constituye la esencia de la autocracia. El punto de vista de Espa?a, en su conjunto, parece ser era el asumido por el desaparecido dictador, con las consecuencias de todos conocidas.
En el p¨¢rrafo inmediatamente anterior de su art¨ªculo, expone lo siguiente: ?Los senadores no representan cifras de poblaci¨®n, es decir, individuos, sino provincias, esto es, unidades territoriales. Los espa?oles est¨¢n represetados individualmente en el Congreso; territorialmente en el Senado.?
No creo que sea ¨¦sta la realidad de acuerdo con la ley Electoral seg¨²n la que los espa?oles hemos votado. La unidad territorial, en ambos casos, era la provincia, y una formulaci¨®n m¨¢s ajustada, en mi opini¨®n, ser¨ªa decir que los espa?oles estamos representados individualmente en el territorio al que pertenecemos, y esto tanto en el Congreso como en el Senado.
Y aqu¨ª precisamente, en este olvido de la ley Electoral, radica el desenfoque conceptual que en mi opini¨®n informa todo el art¨ªculo que llega a decir: ?Una funci¨®n del Senado es evitar que, prospere la arbitrariedad, el partidismo, el abuso del poder mayoritario, toda veleidad dictatorial que intenten ahogar la voluntad de una fracci¨®n del pa¨ªs. Otra funci¨®n, y no menos importante, es la de la reflexi¨®n, el pensar las cosas otra vez despu¨¦s de ver cu¨¢l es la reacci¨®n nacional a una propuesta del Congreso, que puede ser un arrebato momentaneo o, a su vez, un movimiento reactivo. Lejos de frenar, el Senado ha de conseguir que la decisi¨®n final sea m¨¢s democr¨¢tica, tenga en cuenta m¨¢s completamente la opini¨®n de los espa?oles.?
Todo lo anteriormente dicho, para m¨ª, es insostenible. El Congreso, en Espa?a y de acuerdo con el modo en que ¨¦ste ha sido elegido, es un estamento que refleja m¨¢s fielmente que el Senado la esencia de lo que es democracia (en el Congreso, ya se sabe, Madrid o Barcelona, est¨¢n representados de acuerdo con su entidad demogr¨¢fica. No ocurre otro tanto en el Senado, donde el ciudadano votante de Soria, por ejemplo, pesa m¨¢s que el de Barcelona, y donde, adem¨¢s, 41 senadores no han sido elegidos por el pueblo soberano).
Y con esto llegamos a otra fase anterior del autor del art¨ªculo que estoy comentando, quien, por cierto se desliza con una cierta alegr¨ªa de lo general ?abstracto? (el ancho mundo, la doctrina) a lo particular ?concreto? (Espa?a): ?Alguien ha dicho que el Senado es -o era, o suele ser- el freno de la democracia. Cuando se dice una tonter¨ªa, se puede estar seguro de que se va a repetir interminablemente; ya lo estamos viendo. Me gustar¨ªa ver la cara de los senadores de Estados Unidos si oyeran decir algo semejante.?
Aqu¨ª parece olvidar el se?or Mar¨ªas algo que sin duda ¨¦l no ignora: que los senadores, en Estados Unidos, son, a diferencia de lo que ocurre en Espa?a, representantes de Estados que se hallan. federados en un plano de igualdad pero que conservan grandes parcelas de identidad propia; y que, en Estados Unidos, todos los senadores son elegidos por el pueblo de cada Estado singular, no existiendo esa especie hisp¨¢nica del senador designado, equivalente en su esencia, no lo olvidemos, a lo que hasta hace unos meses design¨¢bamos como ?procurador digital?. Natural resultar¨ªa, por lo tanto, que los senadores norteamericanos riesen al ser calificados de ?freno a la democracia?. Pero la ley Electoral estadounidense no es la espa?ola, como tampoco son id¨¦nticas ambas sociedades, y la reacci¨®n an¨ªmica de los senadores de aquel pa¨ªs, fuese cual fuese, es algo que nos debe dejar absolutamente al fresco, por irrevelante para nosotros. Aqu¨ª y ahora, que es como aqu¨ª y ahora debemos hablar (y escribir ... )
No; no creo que el Senado sea el seguro de la democracia. El seguro de la democracia, con Senado o sin ¨¦l, no es otra cosa que una ley electoral democr¨¢tica aplicada en un contexto democr¨¢tico y redactada... Esto es: una Constituci¨®n democr¨¢tica. Opinar lo contrario parece un intento de, violentando con palabras la realidad de las cosas, arrimar el ascua a la propia sardina.
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