Xirinacs y la voluntad permanente
El fen¨®meno que desde hace a?os est¨¢ produciendo la actitud del padre Xirinacs, es nuevo en nuestras latitudes. Aqu¨ª, lamentablemente, se ha tendido a odiar al adversario, a humillarlo y despreciarlo. Y, sobre todo, a destruirlo. La dial¨¦ctica de los pu?os y las pistolas era, y es todav¨ªa, la suprema ejecutoria de los que sencillamente no tienen otra raz¨®n que exponer.Dec¨ªa Unamuno, que la voluntad permanente es la de la resignaci¨®n activa, voluntad m¨¢s sustanciosa que la voluntariedad de la imaginaci¨®n excitada.
Xirinacs podr¨ªa hacer suyo el lema hel¨¦nico: ?yo he combatido todos mis combates?. Y lo ha hecho con la suprema elegancia est¨¦tica de la serenidad. Lisa y sosegadamente. Ha puesto la otra mejilla. Y nunca cogi¨® la espada, porque el que coge la espada por la espada morir¨¢.
Llu¨ªs M
XirinacsFuturo de Iglesia Editorial Nova Terra Barcelona, 1977
Su inmensa fuerza reside en su aparente debilidad. Este sacerdote catal¨¢n ha desafiado a los poderosos de la tierra, sin m¨¢s arma que su fe y su voluntad. No le ha preocupado el esc¨¢ndalo ni el rid¨ªculo. No se ha servido de su religi¨®n para hacer proselitismo. Lo que ha querido es dar testimonio de su causa human¨ªstica entre los hombres. Ni la adversidad, ni el miedo le han hecho dudar. Dudar viene del duo, dubitare, hacer dos, lo que debe ser uno. Y ¨¦l ha sabido siempre que la verdad es una sola.
Al enfrentarse con la sociedad en que se halla inmerso el padre Xirinacs, en una hora tr¨¢gica de confusi¨®n ideol¨®gica, de angustiosa incertidumbre, de ruptura de la vieja tabla de los valores morales, se ha refugiado desesperadamente en la esperanzada promesa de Jes¨²s de Nazaret.
Si nos causa v¨¦rtigo semejante libertad -escribe-, si de nuestro coraz¨®n brota la cl¨¢sica exclamaci¨®n, ?a d¨®nde iremos a parar?, es que no somos cristianos. O bien somos catec¨²menos; esto es, aprendices; o somos paganos disfrazados. No creemos en el esp¨ªritu. No creemos en aquel que fue pose¨ªdo por el esp¨ªritu, que se lanz¨® a la compa?a sin derecho, sin fuerza, sin estudios, sin categor¨ªa jer¨¢rquica, sin templo. No creemos en aquel Padre que no tiene otro hijo que enviarnos en sustituci¨®n de Jes¨²s.
Propugna una iglesia que sea una comunidad popular o de masas y afirma como Gandhi: ?Hago pol¨ªtica porque amo a Dios y a los hombres.?
Nada justifica mantener el enga?o: ?Antes de esta libertad, ?la lucha social! Y antes de la lucha social, ?la bondad espont¨¢nea! Y ning¨²n otro suced¨¢neo. Este es el camino.?
Toda su filosof¨ªa se ha movido en torno a la idea de una nueva luz sobrenatural, iluminando las cosas naturales, lo que implica la conquista definitiva, no la definitiva renuncia de tales cosas.
Lo hemos visto vagar como un lun¨¢tico por las c¨¢rceles y las calles, probando su valor, no como lo hace el mundo, sino como lo har¨ªa quien conociese los secretos del coraz¨®n humano.
Toda la vida de Xirinacs ha sido una llama de entusiasmo que ilumina su existencia con un ardor instintivo, pero siempre sujeto a la raz¨®n como a un hilo invisible e indestructible. Ha predicado de una manera nueva, apasionada y fulgurante. Pero nunca predic¨® delirios, pasiones, ni novedades. Este libro, Futuro de Iglesia, es buena prueba de ello.
A m¨ª este hombre me recuerda al poverelo de As¨ªs. Y como el hermano Francisco, tampoco se ha rendido. Es evidente: porque no puede rendirse por hambre a quien siempre ayuna. No puede arruinarse y reducir a la mendicidad a quien ya es un mendigo. Y s¨®lo puede hallarse una satisfacci¨®n muy tibia en azotar a quien contesta a los azotes con brincos y gritos de alborozo. No puede reducirse a la indignidad a quien ha hecho de la indignidad su dignidad ¨²nica. No puede ponerse una soga en torno a su cabeza, sino a riesgo de que la soga se convierta en halo.
Fecunda y copiosa es la lecci¨®n del estoico Xirinacs y su mensaje ha tenido un eco palpable en su pueblo que le ha llevado al Senado. Y que ha pedido para ¨¦l el Premio Nobel de la Paz.
Que cierto es que, en este pa¨ªs, lo que no ha hecho el pueblo no lo hace nadie.
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