Democratizar el cr¨¦dito
Que m¨¢s del 40 % de los electores de este pa¨ªs (50% en Catalu?a y Pa¨ªs Valenciano) hayan votado a partidos con objetivos socialistas ser¨¢ pol¨ªticamente importante a plazo largo a medida que esos partidos vayan transformando su entorno y, con ¨¦l, la sociedad. Pero, a plazo corto, es sobre todo un acontecimiento social y cultural irreversible porque por la primera vez desde hace dos generaciones se ha ?legitimado? sociol¨®gicamente una manera diferente de concebir la sociedad. Para que ese acontecimiento sea ahora pol¨ªtico hacen falta grandes dosis de creatividad por parte del Gobierno y de la Banca.
La creatividad y la imaginaci¨®n son patrimonio de la democracia. La democracia, que es indivisible, debe extenderse al terreno econ¨®mico. No hace falta haber le¨ªdo a Marx, sino solamente a Galbraith, para saber que las estructuras industriales modernas son antidemocr¨¢ticas, divididas entre una nube de peque?as y medianas empresas en feroz competencia de precios y servicios, y un grupo reducido de grandes empresas y grupos con tendencias monopol¨ªsticas.
Cinco personajes en busca de autor
En Espa?a, como en cualquier sociedad industrializada, los cinco personajes de la tragicomedia de la inflaci¨®n con desempleo son el Estado; las grandes empresas y grupos; las medianas y peque?as empresas; la clase trabajadora unida en sindicatos; y los consumidores. El Estado es el que tiene la sart¨¦n (el Bolet¨ªn Oficial del Estado) por el mango, y utiliza todos los recursos a su alcance para sobrevivir. Muy cerca de ¨¦l (quiz¨¢ demasiado cerca) est¨¢n las grandes empresas (m¨¢s de 3.000 empleados/empresa) y grupos, que toleran las inversiones dudosas del Estado hechas a costa del cr¨¦dito y por tanto las inversiones privadas: estas grandes empresas son en Espa?a m¨¢s de cien (incluyendo las empresas p¨²blicas aut¨®nomas) y emplean aproximadamente al 6 % de la poblaci¨®n activa. Las medianas (unas 2.000 con unos mil empleados cada una como media, ocupando el 13 % de la poblaci¨®n activa) y las peque?as empresas (empleando los dos tercios de la poblaci¨®n activa) est¨¢n lejos del Estado, al que financian y acatan. La clase trabajadora, que es parte de las empresas negocia aumentos de salarios con el capital; para evitar las confrontaciones, las patronales pasa los costos resultantes al consumidor, que es el que lleva algunos coscorrones de la obra. A la hora de subsistir entre aumentos de precios y desempleo, los m¨¢s fuertes son Estado (que, como Jalisco, nunca pierde; y, si pierde, arrebata v¨ªa inflaci¨®n) y grandes empresas. Y los m¨¢s d¨¦biles, empresas medianas, peque?as y trabajadoras.
Marx dec¨ªa que el capitalismo, en el ¨²ltimo estadio de su desarrollo, har¨ªa desaparecer las peque?as y medianas empresas, lo cual es correcto en lo que respecta a las empresas artesanales (en el Pa¨ªs Valenciano, por ejemplo) pero no tanto para las medianas y peque?as que subsisten junto a las grandes empresas cuasi-monopolistas gracias a que ofrecen ideas y servicios m¨¢s que un producto (transporte terrestre, calzado, confecci¨®n, etc¨¦tera).
En esta estructura bipolar de las econom¨ªas industrializadas, es de esperar una combinaci¨®n de inflaci¨®n y desempleo mientras las medidas fiscales y monetarias sean los ¨²nicos instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica, porque las grandes empresas se permiten, al amparo de la dominaci¨®n del mercado de las grandes, pasar al consumidor los aumentos inflacionarios de costes. Las peque?as, desgraciadamente, son las que sufren los rigores de las restricciones del cr¨¦dito y crean desempleo. El consumidor nunca fue soberano (Galbraith dixit) la gran empresa s¨ª. Mientras en el sector p¨²blico y las grandes empresas la inflaci¨®n contin¨²a financiada por la Banca, los precios agr¨ªcolas decaen en t¨¦rminos reales y se produce desempleo, en el sector de peque?as y medianas empresas, desamparado por la Banca y auto financiando los aumentos inflacionarios de costes. El que el cr¨¦dito haya aumentado en los cinco ¨²ltimos meses mucho m¨¢s deprisa que las disponibilidades l¨ªquidas es el resultado, entre otras cosas, de la desintermediaci¨®n financiera y la discriminaci¨®n de productividad media de la peque?a y mediana empresa sin cuya supervivencia la situaci¨®n espa?ola ser¨ªa catastr¨®fica.
Los Bancos no son ajenos a este ciclo, que fomentan en la medida que a) sus inversiones son m¨¢s ?seguras? en las grandes empresas, y b) la inflaci¨®n hace aumentar la demanda de cr¨¦dito, lo que les sit¨²a en posici¨®n de fuerza. Muchos bancos se han dado cuenta de que las grandes empresas, aunque m¨¢s ?seguras?, tienen gesti¨®n muy sofisticada y resultan menos rentables para la Banca; en el l¨ªmite, son las grandes empresas —con sus relaciones privilegiadas y sus consejeros comunes las que dominan a los bancos y no al rev¨¦s. La Banca puede hacer bien poco sino evitar descalabros cuando las autoridades monetarias restringen el conocimiento de cr¨¦dito y disponibilidades l¨ªquidas, m¨¢xime cuando tiene que seguir las sugerencias de los poderes p¨²blicos para dar cr¨¦dito a algunas empresas p¨²blicas. Pero la contradicci¨®n fundamental del cr¨¦dito en Espa?a es que ha apostado por las grandes instituciones (Estado, grandes empresas, multinacionales) que se apoyan unas en otras pero han dejado de lado a la nueva generaci¨®n de peque?as y medianas empresas, consumidores (pr¨¦stamo hipotecario, por ejemplo) que la eclosi¨®n social y cultural presente ha legitimado sociol¨®gicamente en nombre de la creatividad.
Algo menos de un centenar de empresas absorber¨¢n un tercio de los 7.500 billones de pesetas de cr¨¦dito total, p¨²blico y privado, de 31 de diciembre de 1977: otro tercio del cr¨¦dito ir¨¢ a poco m¨¢s de 2.000 empresas de tama?o entre grande y mediano: y el resto a las empresas peque?as, artesanales, comercios y consumidores. Ciertamente el cr¨¦dito tiende a repartirse en funci¨®n de lo que cada grupo produce; pero hay sesgos tan evidentes como el del grupo de los grandes que produce bastante menos de una sexta parte del PNB nacional y el grupo de las medianas y peque?as que producen m¨¢s de la mitad.
Racionalizar el sector p¨²blico
Atenci¨®n a ¨¦sto: en esta situaci¨®n, el principal competidor de las peque?as y medianas empresas es el Estado que, en los pa¨ªses industrializados suelen unirse con la clase trabajadora a trav¨¦s de sus sindicatos organizados para ?superar la crisis? una vez ?superada?, el Estado se une con las grandes empresas contra la clase trabajadora. Esta es la historia de Gran Breta?a (y ser¨¢ la de Francia) donde los antagonismos entre clase trabajadora y grandes empresas est¨¢n dando al traste con la econom¨ªa.
?Cu¨¢les son las conclusiones para Espa?a? Primero, la peque?a y mediana empresa est¨¢ embarcada con los trabajadores en un mismo barco y su defensa es la democratizaci¨®n de la econom¨ªa, sobre todo si se ha de empezar por el saneamiento econ¨®mico con una reducci¨®n del aumento de disponibilidades liquidas y una pol¨ªtica de rentas. Segundo, el control de los gastos de la Administraci¨®n del Estado es fundamental para defender las inversiones, el empleo y los intereses de las peque?as y medianas empresas. Los d¨¦ficit del sector p¨²blico han de dejar de convertirse para el sector privado en inflaci¨®n y falta de cr¨¦ditos, los mismos que han servido hasta ahora para financiar al sector p¨²blico. La supervivencia de las peque?as y medianas empresas pasa por la racionalizaci¨®n del sector p¨²blico. Tercero, aunque no ¨²ltimo, los responsables del cr¨¦dito han de democratizarlo utilizando instrumentos neutrales, iguales para todos y que no dependan de las influencias personales. La credibilidad democr¨¢tica de la Banca est¨¢, entre otras cosas, en juego.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.