La oportunidad de morir en las astas de un toro
El pulm¨®n desgarrado, tres costillas rotas: as¨ª de brutal fue la cor.nada que el toro de Villagodio list¨®n, negro, no aparatoso de presencia, pero muy serio, bien armado, vuelto y astifino, le peg¨® a Frascuelo, en la segunda corrida de Feria de Bilbao.Frascuelo es uno de esos toreros aut¨¦nticos, hechos paso a paso, que desde los principios de su profesi¨®n buscan en los ruedos, la oportunidad de demostrar su val¨ªa. No es, ni ha sido nunca, torero de despachos, ni decabildeos. Su fuerza, la poca o mucha que haya podido tener, la demostr¨® ante el novillo primero y ante el toro despu¨¦s, sin mimos, sin facilidades. Frascuelo supone, en los carteles, garant¨ªa de valor, de entrega. Su ejecutoria es un intento de superaci¨®n cont¨ªnua en todos los tercios.
Plaza de Bilbao
Segunda corrida de Feria (domingo). Toros del Marqu¨¦s de Villagodio, cinque?os, muy serios y con cuajo, bien armados y astifinos; mansurrones, desarrollaron sentido. El quinto, cornal¨®n, de impresionante trap¨ªo, reserv¨®n y muy peligroso.Manolo Cort¨¦s: Silencio. Vuelta con protestas. Pitos. El Puno: Ovaci¨®n y salida al tercio. Pitos. Vuelta. Carlos Escolar Frascuelo: Herido muy grave en el tercero. Y dos toros de Murube, para rejones. Alvaro Domecq y Joao Moura: Ovaci¨®n y salida al tercio, ambos. Parte facultativo: Frascuelo fue intervenido por el doctor Bourio de herida penetrante en el t¨®rax, con rotura de las costillas cuarta, quinta y sexta del hemit¨®rax derecho, que produce herida lacerante del l¨®bulo pulmonar inferior derecho, en extensi¨®n de diez cent¨ªmetros. Gran shock traum¨¢tico. Pron¨®stico: muy grave.
Estaba en ese punto de equilibrio, en el que un rev¨¦s art¨ªstico pod¨ªa hundirle o un peque?o apoyo auparle hasta esa cima en que pocos diestros se reparten los puestos de las ferias importantes. Una tarde de gran ¨¦xito en Bayona, la temporada anterior, fue el punto de partida para el relanzamiento del torero: se hizo cargo de su apoderamiento Miguel Laguna, que es una especia de alter ego de la influyente empresa Chopera.
Frascuelo correspondi¨® a esta nueva y quiz¨¢ definitiva oportunidad en su carrera, no vali¨¦ndose de la componenda, ma?a tan en uso entre exclusivistas y exclusivizados, sino -dec¨ªamos- de la entrega. Este a?o se vi¨® anunciado en la feria de Pamplona -s¨ª, quiz¨¢, para ¨¦l, un sue?o- pero sali¨® a torear a¨²n con los puntos de una cornada grave que hab¨ªa sufrido seis d¨ªas antes en Burgos; y a pesar de su evidente incapacidad f¨ªsica, arm¨® un alboroto en un tercio de banderillas, memorable.
A la feria de Bilbao ven¨ªa en un principio con los victorinos, pero a ¨²ltima hora, Currillo ocup¨® ese puesto, y Frascuelo pas¨® a la corrida de Villagodio, cinque?a, cuajada y seria. Estaba, de nuevo, ante la ocasi¨®n de romper ese muro tras el que se guarece la gloria, y lo quiso hacer con arrojo, desde el primer capotazo. No esper¨® a m¨¢s: en cuanto el toro salt¨® a la arena, se situ¨® ante ¨¦l, de rodillas, y le dio una emocionante larga cambiada; otra m¨¢s, a cuya salida, la fiera se fue hasta la misma boca del burladero de capotes, quiz¨¢ citada por un pe¨®n; y otra. Pero esta vez, el toro, que sal¨ªa de tablas, cruzado y con mucha fuerza, no obedeci¨® al enga?o que le ofreci¨® el diestro, el cual esperaba, arrodillado, en los medios. El villagodio meti¨® la cabezada al bulto y lanz¨® al torero por los aires, como un pelele. Nos pareci¨® que, no obstante la voltereta terrible, no fue la cornada entonces sino cuando, a la ca¨ªda del diestro, a pocos palmos del suelo, lo enganch¨® por el pecho en un derrote salvaje y se lo ech¨® sobre los lomos.
Fue una de las cogidas m¨¢s espeluznantes que hayamos visto jam¨¢s. Todas las cuadrillas saltaron al ruedo para recoger a Frascuelo, el cual lleg¨® a incorporarse y se doblaba tapon¨¢ndose con las manos el boquete de la cornada. Borbotaba la sangre, que ti?¨® la pechera. Alvaro Dornecq y el sobresaliente Chinarro fueron los primeros en llegar hasta ¨¦l. La mirada de Frascuelo, cuando a toda prisa le llevaban a la enfermer¨ªa, era crepuscular. Quiz¨¢ estaba en ella la dram¨¢tica respuesta a sus sue?os: Acababa de producirse la oportunidad... de morir en las astas de un toro.
Pas¨® la noche sedado. A las siete de la ma?ana, de ayer, despert¨®, y sus primeras palabras fueron para preguntar como hab¨ªa resultado la corrida. Su estado era tranquilo, en lo que cabe, dentro de la extrema gravedad, que es, en estos momentos, estacionaria.
Dura corrida la de Villagodio, mansurrona, con el sentido propio de los cinque?os. Al de la cornada, Manolo Cort¨¦s, en una de esas insospechadas reacciones propias de los toreros con fama de medrosos -cual es el caso- le dio los niejores muletazos de la tarde. Derechazos de corte impecable, mando y temple. Era, al cabo, un toro manejable. Como lo fue el sexto, en las primeras arrancadas a la franela, para luego irse arriba y poner en apuros a El Puno. Cort¨¦s resolvi¨® la tarde con recursos de torero enterado. El Puno estuvo valent¨®n, y sali¨® ileso -lo que no es poco- de la lidia del quinto, un pavo de impresionante trap¨ªo, que no ten¨ªa un pase y tiraba derrotes sin dejar acercarse a nadie.
Actuaron tambi¨¦n, y con brillantez, los rejoneadores Domecq y Moura, que si no triunfaron fue por sus fallos con los rejones de muerte. Dom¨¦cq ech¨® pie a tierra y estuvo breve con la espada. Al toro de Moura lo mat¨® Chinarro.
Babelia
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