Los bosques gallegos los queman.... sus due?os
Los incendios forestales son tema para varios art¨ªculos period¨ªsticos' por temporada veraniega: unos se centran en el modo de usar cerillas y de arrojar las colillas los excursionistas. Otros, por el contrario, denuncian la demente vesania destructora de la raza c¨¦ltica y reclaman acci¨®n en¨¦rgica de la Guardia Civil. Otros, por fin, empiezan a sospechar que existe un problema social de r¨¦gimen de propiedad detr¨¢s de estos incendios.Pero los incendios forestales de Galicia son mucho m¨¢s que una serpiente de verano. Son el s¨ªntoma de que persiste sin resolver uno de los mayores dislates socialecon¨®mico-jur¨ªdicos; el de los montes en mano com¨²n. Son estos los montes ?aprovechados? en com¨²n por los vecinos de un lugar (con llumbre aberta), seg¨²n una costumbre secular, pero sin que exista t¨ªtulo alguno de propiedad sobre ellos, aunque muchos est¨¦n catalogados como de utilidad p¨²blica.
Su enorme extensi¨®n total (vez y media la de la provincia espa?ola media), su rid¨ªculo aprovecha miento actual (invadidos de tojo, brezo o retama salvo si fueron repoblados) y sus ricas posibilidades productivas (dada la. alta pluviometr¨ªa y clima no muy fr¨ªo en general) prestan a estos montes un inter¨¦s econ¨®mico primordial en Espa?a, como posible fuente de, nueva riqueza. Y de nueva riqueza limpia, no contaminante, integra da por nuevo prader¨ªo y, ganado por una parte y por nuevos bosques por otra.
El inter¨¦s social de tales montes, es evidente, puesto que afectan a los campesinos m¨¢s humildes de las provincias gallegas, ya de por s¨ª relegadas en Espa?a.
Quiz¨¢ pudo pensarse que se resolv¨ªa el problema cuando, por los a?os 50, el patrimonio forestal comenz¨® a firmar consorcios con los ayuntamientos y comenzaron a repoblarse -con pinos- estos montes (el ¨¢rea consorciada afecta nada menos que a unas 500.000 hect¨¢reas, es decir, un tercio del total). Claro que, como de momento se prohibi¨® el pastoreo en lugar de crear nuevos pastos, se vino abajo la peque?a ganader¨ªa ya existente -en lugar de multiplicarse, como debiera haber ocurrido- y muchos ganaderos humild¨ªsimos tuvieron que emigrar.
Los pinos, aunque poco cuidados -no entresacados- van creciendo. Al cabo de 15-20 a?os comienzan las cortas, buenas o malas, y los vecinos del lugar esperan su participaci¨®n en la, venta de madera.
Pero el patrimonio -Icona actualmente-,' cumpliendo las cl¨¢usulas del consorcio, retiene el dinero adelantado por ¨¦l y entrega lo que le corresponde a la otra parte consorciada, que no son los vecinos, sino el Ayuntamiento.
Y en Galicia, los ayuntamientos no son de un solo pueblo, sino grandes entidades: cada uno tiene, por ejemplo, cinco parroquias, y cada parroquia seis lugares. La madera vendida era del monte de uno de estos treinta lugares, pero su importe se queda casi siempre en el Ayuntamiento cabecera de la comarca, donde hay mucho que pavimentar, abastecer de agua, electrificar, etc¨¦tera.
Los vecinos del lugar as¨ª tratados se sienten no solo desfraudados, sino expoliados, y ello es bastante natural. M¨¢s a¨²n cuando la ley de Montes en Mano Com¨²n de 1966, que reconoce los derechos de propiedad de los lugare?os, dice que de la parte recibida por el Ayuntamiento ¨¦ste retendr¨¢ solamente el 15 % y entregar¨¢ el 85 % a los vecinos del lugar: el 50 % en met¨¢lico para ellos mismos y el 35 % para obras de mejoras de la comunidad de aquel lugar. Pero esta ley no ha llegado a aplicarse, por no haber sido nunca desarrollada por el Icona.
Y la reacci¨®n de aqu¨¦llos no puede ser la de enfrentarse con, el poderoso Ayuntamiento: es mucho m¨¢s sencilla y primitiva, y en lugar de reclamar sus derechos salvo algunas recientes manifestaciones en varios pueblos) recurren a procedimientos delictivos que s¨®lo sirven para desahogar su justa ira y destruir riqueza nacional.
Y as¨ª, entre desidia, abusos administrativos y picaresca aldeana, siguen ?ardiendo? los bosques gallegos.
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