La industria pesquera, en su fase diplom¨¢tica
DIFICILMENTE SE puede encontrar una actividad econ¨®mica que est¨¦ tan sujeta a las condiciones pol¨ªticas y diplom¨¢ticas del sistema internacional como lo est¨¢ la pesca. Mientras las actividades comerciales y financieras entre los Estados se llevan acabo por encima de fronteras delimitadoras de las soberan¨ªas, la pesca se lleva a cabo, hoy d¨ªa, en su mayor parte, dentro del espacio soberano de otros estados, bajo licencia o concesi¨®n precaria del sujeto soberano a favor de los explotadores de recursos pesqueros. Por eso, la pesca se ha convertido tanto en una actividad econ¨®mica como diplom¨¢tica. Entre otros pa¨ªses, en Espa?a.Este cambio de situaci¨®n es, a su vez, el resultado de un cambio de proporciones hist¨®ricas: el que va de la noci¨®n del mar como bien com¨²n a la noci¨®n del mar como riqueza? propia de los Estados. Este cambio, puesto en marcha hace unos treinta a?os por Estados Unidos (declaraci¨®n de Truman sobre las reservas petrol¨ªferas mar¨ªtimas de las aguas vecinas a Estados Unidos) y por la militancia aparentemente progresista de los pa¨ªses hispanoamericanos del Pac¨ªfico, ha perjudicado gravemente a una industria creada por el empuje y valor de los pescadores espa?oles, que con una ?iniciativa salvaje? colocaron a Espa?a en el tercer puesto en el escalaf¨®n mundial de la pesca. Las zonas econ¨®micas exclusivas (el parto jur¨ªdico m¨¢s caracter¨ªstico de la nueva ley del mar) est¨¢n expulsando a los pescadores espa?oles de sus caladeros tradicionales y modernos, y est¨¢n obligando a continuas operaciones de salvamento diplom¨¢tico y pol¨ªtico de los naufragantes intereses pesqueros espa?oles.En dos grandes ¨¢reas o frentes se combate diplom¨¢ticamente por la operaci¨®n salvamento: al Norte, en las aguas del Atl¨¢ntico oriental, cubiertas por las doscientas millas exclusivas de pa¨ªses de la CEE, y al Sur, en aguas de la Vecindad de Marruecos y Mauritania. En la primera zona se lucha obstinadamente por obtener la ampliaci¨®n de un n¨²mero de licencias de pesca que, hoy por hoy, s¨®lo permiten la actividad de una fracci¨®n de la flota del norte de Espa?a; en la segunda zona, las limitaciones se hallan a la espera de ceder el paso a nuevas oportunidades y a una forma m¨¢s moderna de expansi¨®n. Pero entre la recesi¨®n en el norte y el comp¨¢s de espera en el sur, la pesca espa?ola est¨¢ pasando el peor a?o de su historia. Y ello puede ser muy grave, porque crear¨ªa un paro en cadena, en unas regiones de por s¨ª conflictivas y muy sensibilizadas.La situaci¨®n en el Norte es el resultado indirecto e imprevisto de la incapacidad internacional del r¨¦gimen de Franco. Los derechos tradicionales de pesca espa?oles en el Gran Sol y otros caladeros del Atl¨¢ntico del Nordeste, consagrados en tratados con Irlanda, Gran Breta?a, Francia y otros pa¨ªses, no podr¨ªan haber sido ignorados en nombre de ese ente, cuyo primer acto de soberan¨ªa internacional es la apropiaci¨®n de una zona econ¨®mica exclusiva, y al que Espa?a no pudo acceder por la naturaleza antidemocr¨¢tica de su r¨¦gimen. Ahora bien, dos argumentos o armas quedan a Espa?a para ser explotados por su diplomacia: los derechos contra¨ªdos y consagrados en convenios de pesca y la perspectiva de su ingreso en la CEE.La situaci¨®n en el sur debe su actual ambig¨¹edad a la crisis del Sahara y a las transiciones pol¨ªticas de Espa?a y Marruecos hacia reg¨ªmenes m¨¢s democr¨¢ticos. En efecto, el tratado de Madrid para la entrega de la administraci¨®n del Sahara a Marruecos y Mauritania comprend¨ªa las l¨ªneas esenciales del acuerdo pesquero hispano-marroqu¨ª, que regir¨¢ el futuro de la pesca espa?ola en el Africa noroccidental. Pero ¨¦ste es un acuerdo que ha estado sujeto a una fuerte pol¨¦mica p¨²blica, siendo ferozmente atacado en su d¨ªa por los medios m¨¢s interesados, los canarios y surpeninsulares, bajo el impacto de la propaganda contra la cesi¨®n del Sahara. Hoy d¨ªa, ciertos medios canarios, al menos, se muestran m¨¢s moderados, y urgen la ratificaci¨®n del tratado, para asegurarse su plena vigencia. Pero las Cortes espa?olas no est¨¢n en este momento a favor de dar prioridad a estos problemas sobre la tem¨¢tica constitucional, y en Marruecos a¨²n no se ha instalado el nuevo Parlamento recientemente elegido. ?Ser¨ªa mucho pedir que las Cortes tuviesen en cuenta la urgencia de este problema, al tiempo que se ocupan del reglamento y de la Constituci¨®n? El tratado, por lo dem¨¢s, no impone condiciones a Espa?a en cuanto a su posici¨®n actual ante el problema del Sahara, paro no deber¨ªa ignorarse, sin embargo, que un cambio espa?ol desfavorable a Marruecos llevar¨ªa consigo la no ratificaci¨®n por Marruecos. En cuanto a las aguas del Sahara, el tratado de Madrid es, en su texto, favorable a Espa?a, y no prejuzga el reconocimiento espa?ol del statu quo pol¨ªtico del territorio.Queda Mauritania. Ha llegado a Espa?a el ministro mauritano de Asuntos Exteriores, para negociar, entre otras cosas, el acuerdo pesquero. Las condiciones que pone Nuakchot son duras, y en gran parte inviables, como la de incorporar a la tripulaci¨®n de cada pesquero espa?ol cinco pescadores mauritanos y desembarcar la pesca en puerto nacional. Estas pretensiones puedn operar en contra de la productividad y de la naturalidad comercial. Deben contemplarse f¨®rmulas t¨¦cnicas que obvien estos inconvenientes.
Cuando acabe la fase diplom¨¢tica de este gran problema nacional de la pesca, ser¨¢ necesario abordar con rigor y ambici¨®n dos dimensiones que se han echado de menos hasta ahora, la t¨¦cnica y la econ¨®mica, que se sintetizan en estas nociones del problema: la pesca como actividad basada en la ciencia, y la remodelaci¨®n de la flota pesquera con arreglo a dimensiones industriales y modelos tecnol¨®gicos modernos.
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