Euskadi, confederaci¨®n foral
Estrab¨®n aplicaba a las tribus pirenaicas el calificativo de disepimyktoi, es decir, ?dif¨ªciles de mezclar?.No es solamente que estas tribus se resistan a la penetraci¨®n extranjera -precisa el griego-, sino que tampoco se funden entre s¨ª, ni se aglutinan para formar rep¨²blicas comunes.Si el viejo ge¨®grafo volviera a nacer hoy, asistir¨ªa complacido a las discusiones entre los vascos actuales -sobre si Navarra es o no Euskadi, etc¨¦tera- viendo en ellas una confirmaci¨®n de su tesis de hace 2.000 a?os. Convengamos en que -pese a los cambios y mutaciones- los vascos de hoy seguimos-siendo terriblemente disepimyktoi.
La prehistoria no es un mero pret¨¦rito, obscuramente conocido y definitivamente muerto, sino una realidad viva, que sigue viviendo en nosotros,como conciencia soterra?a de cada pueblo, y, en, Vasconia, m¨¢s quiz¨¢ que en otras partes. As¨ª las primitivas estructuras tribales se proyectan a lo largo de muchos siglos sobre la organizaci¨®n social del pueblo vasco y llegan de esta suerte hasta nosotros mismos.,
?No es dif¨ªcil identificar el valle -anteiglesia, universidad o hermandad- con la antigua tribu; ni rastrear el origen de las juntas generales en los consejos de los grupos tribales?, escribe ?Ortzi?, Francisco Letamendia, diputado de Euskadiko Eskerra.? El propio reino de Navarra era una monarqu¨ªa federativa en la que viv¨ªan en la mayor libertad valles y comunidades que todav¨ªa perduran hoy de alguna manera. Anselmo Carretero y Jim¨¦nez afirma que este mismo esp¨ªritu fue comunicado por los vascos a la primitiva Castilla y que el naciente Estado castellano fue -en contraposici¨®n al centralismo neog¨®tico- un conjunto de comunidades aut¨®nomas en su administraci¨®n y gobierno.
En Vasconia, cada regi¨®n, cada valle, cada comuna, cada vecindad y hasta -si se me apura- cada caser¨ªo, ha aspirado siempre a conservar su identidad y a mantener inc¨®lume su ?parcela de soberan¨ªa?.
Sin embargo, los vascos no han sido nunca insociables, ni lo son. Se han unido muchas veces entre s¨ª o con otros pueblos para grandes empresas hist¨®ricas comunes, y nadie puede decir que hayan fracasado en estos empe?os.
Parece, pues que hay una contradicci¨®n en lo que venimos diciendo. Tratemos de explicarla porque tiene su importancia.
Toda una ?teor¨ªa de Euskadi? podr¨ªa ser construida a partir de la idea de Estrab¨®n de la ?resistencia a la mezcla?, del mismo modo que Ortega construyera su ?teor¨ªa de Andaluc¨ªa? a partir del ?ideal vegetativo?, pero en sentido contrario. En efecto, Andaluc¨ªa ser¨ªa un pueblo que se deja ?conquistar blandamente? para conquistar despu¨¦s a sus conquistadores. Euskadi, en cambio, ?un pueblo dif¨ªcil de mezclar?.Pi¨¦nsese, por ejemplo, en figuras como las de Lope de Aguirre o el cura Santa Cruz, o los ind¨®mitos luchadores de ETA, o en Unamuno y Baroja, grandes irreductibles del esp¨ªritu y de la carne. El denominador com¨²n de todos estos hombres no es otro que este: disepimyktoi. Ahora bien, esta cualidad no debe ser vista como un defecto, sino como un signo de personalidad, y personalidad significa, precisamente, sociabilidad: el concepto de persona, en oposici¨®n al de individuo, implica esencialmente la idea de coinunicaci¨®n. De aqu¨ª la aparente contradicci¨®n que hemos se?alado.
La explicaci¨®n de la misma consiste en que cuanta rn¨¢s personalidad se tiene menos se deja uno mezclar o masificar.
El vasco es sociable, pero no acepta el tener que disolverse. No quiere que le arranquen su personalidad. Como Unamuno, no quiere mezclarse, no quiere morir.
Asociaci¨®n, pero con autonom¨ªa; comunicaci¨®n, pero sin disoluci¨®n. Este principio aplicado al an¨¢lisis de la vida interna del pueblo vasco es quiz¨¢ la m¨¢s segura clave para entender sus estructuras forales.
Lo que los vascos han vivido durante siglos ha sido una especie de federalismo avant la lettre, entendida esta palabra en su sentido moderno, como ?un sistema articulado de autonom¨ªas solidarias?.
Yo quisiera que los pol¨ªticos, al ir a estructurar las autonom¨ªas, tuvieran muy en cuenta esta definici¨®n.
Es cierto que la palabra federalismo es hoy mal acogida por much¨ªsimos -espa?oles, quiz¨¢ -entre otras razones- porque evoca inevitablemente los desastres de la Primera Rep¨²blica.
El ministro para las Regiones ha declarado recientemente que la diferencia entre federalismo y autonom¨ªa no es m¨¢s que una cuesti¨®n sem¨¢ntica. Tambi¨¦n ha manifestado con posterioridad que: ?El Gobierno entiende como autonom¨ªa el reconocimiento de la personalidad de un pueblo. ?
De esta-suerte todo aparece claro y no nos quedar¨ªa sino aplaudir tan excelentes prop¨®sitos. Ret¨ªrese pues la palabra, si conviene, para salvar la sustancia, de su contenido.
Pero, de acuerdo con todas estas ideas, yo me pregunto: ?cu¨¢l debe ser la forma o figura constitucional de la futura regi¨®n aut¨®noma vasca? ?De qu¨¦ modo se lograr¨¢ respetar mejor la esencial diversidad interna de este pueblo?
Mi amigo Ram¨®n Labayen, en un trabajo suyo que, seg¨²n creo, a¨²n permanece in¨¦dito, emplea una expresi¨®n que me parece felic¨ªsima y que es la que me ha servido para encabezar este art¨ªculo. Labayen dice que Euskadi es, o debe ser, una ?confederaci¨®n foral?.
Pienso que mi amigo tiene toda la raz¨®n y que a su idea le estar¨ªa reservado un gran futuro.
Algunos se empe?an en ver la cosa foral solamente desde el lado disepimyktoi. Pero la foralidad nunca debe servir para separar a las cuatro provincias forales, sino para relacionarlas mejor que lo han estado bajo el centralismo.
El foralismo aparecer¨ªa as¨ª bajo una nueva iluminaci¨®n; alcanzar¨ªa una dimensi¨®n nueva. De la estructura foral cerrada se habr¨ªa pasado a la estructura foral abierta. Nadie puede ignorar las enormes ventajas que este modo de entenderla podr¨ªa traer -hoy a las cuatro provincias forales.
Los manes de Estrab¨®n no dejar¨ªan de felicitarse de ello.
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