Baltasar Samper, m¨²sico de Mallorca
El pr¨®ximo festival internacional de Barcelona se inaugura con la luminosidad popularista de los Cantos y danzas de la isla de Mallorca. Con ellos vuelve a los programas un nombre pertinazmente olvidado: el del mallorqu¨ªn Baltasar Samper. Nacido en Palma el a?o 1888, se sit¨²a al costado, si no dentro, de la generaci¨®n de Pahissa, Man¨¦n, Massana, o Ch¨¢varri. Pero si hacemos abstracci¨®n de la cronolog¨ªa y nos fijamos en la actividad creadora y promotora, encontraremos a Samper en el llamado ?grupo de los ocho?, constituido en Barcelona en 1930. Eran tiempos en los que este tipo de movimientos art¨ªsticos, con lejano modelo en los ?cinco de San Petersburgo? y m¨¢s reciente, en los ?cinco de Par¨ªs?, ten¨ªa vigencia.
Tambi¨¦n Madrid form¨® su ?grupo de los ocho? o ?generaci¨®n de la Rep¨²blica?, llamado despu¨¦s -por homologaci¨®n con los poetas- ?generaci¨®n del 27?. Si el aglomerado madrile?o era vario -pensemos en la distancia que va de Juan Jos¨¦ Mantec¨®n a Salvador Bacarisse, por no entretenernos en contrastar las figuras de Bautista, Rodolfo Halffter, Gustavo Dur¨¢n, Gustavo Pittaluga, Rosa Garc¨ªa Ascot o Adolfo Salazar-, el conjunto barcelon¨¦s resultaba todav¨ªa menos homog¨¦neo. Con Samper lo formaron Roberto Gerhard -el disc¨ªpulo espa?ol de Schoenberg-, Agust¨ªn Grau -cuya pieza coral sobre el Descubrimiento tanto estimaba Falla-, Gibert Camins -tan fino analista-,Eduardo Toldr¨¢ -violinista, director y compositor-, Manuel Blancafort -ligado en principio a Mompou-, el propio Federico Mompou y Lamote de Grignon, protagonista indiscutible del re nacer musical contempor¨¢neo de Catalu?a en su doble vertiente de director y compositor. Digamos, entre par¨¦ntesis, que fue don Juan Lamote quien un d¨ªa recibi¨® a un muchacho aragon¨¦s que cantaba asombrosamente las jotas de su pa¨ªs y que deseaba formarse musicalmente, llamado Miguel Fleta.
Entre Mallorca y Barcelona
Como mallorqu¨ªn, Baltasar Samper continuaba el movimiento inciado por Antonio Noguera (1860-1904), desde los pentagramas, los escritos y la investigaci¨®n folklorica balear y que proseguir¨ªa, inmediatamente con Antonio Torrandell, tambi¨¦n muy apreciado por Falla y hoy escasamente recordado. Como mallorqu¨ªn, rastrear¨ªa Samper, en uni¨®n de Miguel Ferr¨¢, el ?folklore? de las ?Illes?, sobre todo en la misi¨®n realizada el a?o 1924, al servicio de la ingente obra del Canconer popular de Catalunya. Todav¨ªa como mallorqu¨ªn dar¨ªa Samper una serie de obras -sinf¨®nicas, plan¨ªsticas, vocales de c¨¢mara y corales- entre las que deben destacarse las dos ?suites? de Canciones y danzas de la isla de Mallorca, Ritual de Pagesia, para orquesta sinf¨®nica; las p¨¢ginas corales L'Est¨ªu, Canc¨® trista, y Jocs de nins; las plan¨ªsticas ?balada?, ?variaciones? y. ?danzas mallorquinas?, am¨¦n de numerosos ?lieder?. Un poco m¨¢s al margen de su ?mallorquinismo? se sit¨²an el Concierto para piano y orquesta y el C¨¢ntico espiritual, sobre Racine, para coros y orquesta.A los diecinueve a?os, Samper se instala en Barcelona para dar clases con Enrique Granados, de cuya academia llegar¨ªa a ser profesor. Int¨¦rprete de finas calidades y considerables medios, las inquietudes de su esp¨ªritu le llevaron a frecuentes estrenos. Algunas p¨¢ginas, de Ravel, de Bartok o de Cyril Scott -nombre perdido en la noche de los sue?os- fueron conocidas en nuestra patria gracias a los recitales de Baltasar Samper. Con todo, la carrera de concertista que se promet¨ªa brillante y empezaba a ser una aut¨¦ntica realidad, no pareci¨® llenar las ambiciones del m¨²sico mallorqu¨ªn, excitadas en otra direcci¨®n por el magistrado directo de Felipe Pedrell. A imagen y semejanza de su maestro, Samper ahonda en lo popular, estudia la composici¨®n y defiende, como cr¨ªtico, los postulados m¨¢s firmemente sentidos. La tarea musicogr¨¢fica de Samper en La publicitat no s¨®lo fue honesta sino concienzuda y seriamente orientada. Metido de lleno en el ambiente barcelon¨¦s, en el que el Orf¨¦o Catal¨¢ era ?algo m¨¢s que un coro?, traz¨® una biograf¨ªa del maestro Millet, uno de los primeros ap¨®stoles espa?oles en el empe?o pr¨¢ctico dejuntar ?m¨²sica y sociedad?. o si se quiere, en practicar la ?cultura popular? a partir de la base, sin concesiones a la vulgaridad, al estilo de otros ?patriarcas? orfeon¨ªsticos.
Canciones y danzas
Pero la obra que sit¨²a en la cima de relativa popularidad accesible -a un compositor sinf¨®nico la alcanza Baltasar Samper con la primera ?suite? de Canciones y danzas de la isla de Mallorca, estrenada en el Gran Teatro del Liceo el a?o 1929. A lo largo de tres ?momentos? o ?paisajes? -Rapsodia, Calma en el mar y Fiestas- lo aut¨®ctono se transforma, de modo muy directo, en materia sinf¨®nica por v¨ªas de una escritura claramente padrelliana (lo que quiere decir netamente francesa en lo instrumental a pesar de los germanismos de don Felipe) que, sin embargo, mira, como de reojo, algunas tendencias imperantes en la Europa de entonces. No para seguirlas, sino, a modo de ?toma de conciencia?, despu¨¦s de la cual Sarriper ?sigue su gusto y sus tendencias? tal y como recomendaba Manuel de Falla en su pr¨®logo a la ?Enciclopedia? de Joaqu¨ªn Turina.El sentido de lo mediterr¨¢neo y la localizaci¨®n no ya catalana -aun pensando en lo que entonces se denominaba ?Catalu?a la grande ? y hoy els paesos catalans-, sino muy precisamente mallorquina, impera en toda la obra. La sencillez de su escritura llama la atenci¨®n y hasta dir¨ªa que, en principio, resulta preocupante. Mas los resultados son de tan decidida brillantez, la expresividad -luminosa y sin excesos, de un verbalismo sin vana ret¨®rica- acaban ganando al auditorio que sabe acomodarse inmediatamente a las peculiaridades del mensaje. Ese paisajismo entre naturalista y objetivado, fluido y sentimental, pudoroso del origen y el saber, evita todo peligro patriotero y cualquier asomo de pedanter¨ªa en las Canciones y danzas -cuya ¨²ltima versi¨®n discogr¨¢fica, dirigida por Ar¨¢mbarri cuenta ya con una veintena de a?os- La ?isla de la calma?, a trav¨¦s de una visi¨®n estilizadora sin deformaci¨®n de los elementos naturales se presenta ante noostros con inequ¨ªvocas ?se?as de identidad?: las complacientes de la Calma en el mar, las caleidosc¨®picas de la Rapsodia o las viv¨ªsimas de Fiestas. No, Festa mejor, que ser¨ªa la localista y pinturera, sino ?fiestas? entendidas en concepto gen¨¦rico y cargadas, dentro de su simplicidad, de lejano sentido hist¨®rico. No usa Samper.colores extremos, como no los usaron nunca Mompou o Toldr¨¢. Que tambi¨¦n existe un ?seny? est¨¦tico capaz de desarrollar la ?moderaci¨®n? en todos los sentidos y en todas las direcciones. Ni es necesario hacer arqueolog¨ªa e irse al Canto de la Sibila, pero tras la sencillas tonadas que, todav¨ªa hoy, se cantan en tierras mallorquinas, habita esa y otras m¨²sicas viej¨ªsimas. Sobre la aceptaci¨®n de un sentimiento romanticista aliado al impresionismo mediterr¨¢neo -soleado, distanciado, murmurante, pict¨®rico y ac¨²stico- poco ha de decirse, pues est¨¢ evidenciado a lo largo de la obra. Las Canciones y danzas son pentagramas con los que uno se encari?a; m¨²sica cordial, canci¨®n espiritual de alma en reposo, contemplaci¨®n en suma.
La barraca
Baltasar Samper form¨® en el grupo importante de compositores que, a los vientos de nuestra guerra civil, escogieron el camino del exilio. En M¨¦xico, segunda patria de tantos, sigui¨® trabajando en la composic l¨®n, la pedagog¨ªa y el folklore. Tuvo a su cargo la secci¨®n de folklore en el Instituto de Bellas Artes y ense?¨® en el Conservatorio. Su nombre reson¨® poco quiz¨¢ porque, a una u otra orilla de la mar, ensimismamiento y humildad definieron la personalidad del m¨²sico. Es curioso que ni siquiera Rom¨¢n Gubern, en un libro tan excelente y cargado de datos como El cine espa?ol en el exilio, se acuerda del nombre de Samper a la hora de tratar La barraca, un empe?o casi totalmente espa?ol de gran importancia y significaci¨®n cinematogr¨¢fica, social y pol¨ªtica que obtiene en 1945 nada menos que diez ?arieles?, m¨¢ximo galard¨®n f¨ªlmico del pa¨ªs azteca. Basada en la novela de Blasco Iba?ez, adaptada por Libertad Blasco Iba?ez y Paulino Masip, en La barraca, intervinieron -adem¨¢s- los espa?oles Vicente Petit y- Francisco Moreno (escenograf¨ªa), Ana Blanch, Amparo Morillo, Jos¨¦ Baviera, Luana Alca?iz y Micaela Castej¨®n, actores. La partitura de Samper consigui¨® uno de los diez ?arieles?. El 24 de noviembre de 1966, muri¨® Samper en M¨¦xico. Su obra folklorica, antecedida por la de Noguera, continuada por la de Galm¨¦s, fue importante; bella y relativamente amplia su producci¨®n. Sumamente atractiva y cargada de valores la significaci¨®n de su personalidad en el mundo de la cultura catalana; fundamental en la historia art¨ªstica de las islas.
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