Hacia un socialismo libre y democr¨¢tico
Ignorar u ocultar las faltas y cr¨ªmenes del pasado es condenarse a repetirlos en el futuro. La actitud c¨®moda, puramente defensiva de las castas burocr¨¢ticas en el Poder explica que cada nueva generaci¨®n de revolucionarios incurra en las mismas equivocaciones y caiga en id¨¦nticas trampas que las generaciones que les precedieron. Los partidos comunistas de Europa occidental -cuando menos el PCE- han comprendido al fin la necesidad de analizar la degeneraci¨®n del proyecto socialista en la URSS y pa¨ªses controlados por ella, pero no han procedido a¨²n, con ho nestidad y rigor, a la revisi¨®n de su propia conducta pasada, esto es, al establecimiento de las responsabilidades en el seno de la direcci¨®n y la rehabilitaci¨®n de las v¨ªctimas del sectarismo. Una encuesta oficial sobre episodios tan poco gloriosos como la desaparici¨®n de Nin, el anatema a los sospechosos de herej¨ªa titista, la condena de Comorera, la exclusi¨®n de Claud¨ªn y Federico S¨¢nchez, ser¨ªa la mejor prueba del cambio operado en sus filas y la garant¨ªa de que semejantes hechos no se repetir¨¢n.El libro de Teodoro Petkoff -como el recientemente publicado por Claud¨ªn- contribuye a despejar el camino hacia un socialismo libre y democr¨¢tico, gracias a una labor de reflexi¨®n que, incidiendo en la pr¨¢ctica pol¨ªtica concreta, sienta las bases de una conducta aut¨¦nticamente revolucionaria susceptible de sortear los escollos contra los que se estrella la actual alternativa socialista. Sin este autoan¨¢lisis, sin este proceso d¨¦ clarificaci¨®n, los movimientos pol¨ªticos que se inspiran en el cuerpo de ideas de Marx est¨¢n condenados a una fraseolog¨ªa constantemente desmentida por los hechos, y lo que es peor, a caminar a remolque de ¨¦stos, con la consiguiente p¨¦rdida de prestigio que ello acarrea y su inevitable alejamiento de cualquier esperanza de cambio revolucionario real.
Consideraciones finales
Unas breves consideraciones para terminar: comentando la perspectiva exclusivamente ?obrerista? de los movimientos marxista-leninistas implantados sobre todo en los n¨²cleos estudiantiles y universitarios, Petkoff se?ala con acierto uno de sus fallos m¨¢s importantes -esa concepci¨®n esquem¨¢tica y abusiva de la sociedad en t¨¦rminos de obreros y f¨¢bricas, concepci¨®n que, fundada en una mitificaci¨®n de la clase obrera, deja de lado o rechaza la problem¨¢tica de todos los dem¨¢s sectores sin cuya participaci¨®n el tr¨¢nsito de aqu¨¦lla a un socialismo no autoritario resulta imposible. Cuestiones fundamentales como derechos ciudadanos, libertades individuales, posibilidades de creaci¨®n en el ¨¢mbito del socialismo son relegados al desv¨¢n de los trastos viejos: elucubraciones de intelectual burgu¨¦s amenazado, dicen, por la toma de conciencia del proletariado. Seg¨²n estos grupos -ciegos y sordos a la experiencia de los sucedido en la URSS, en donde la negociaci¨®n de tales derechos ha permitido precisamente la instauraci¨®n de un nuevo sistema represivo sobre el proletariado-, la totalidad de la vida social se reduce a un problema de explotaci¨®n econ¨®mica. La enorme complejidad de aqu¨¦lla, escribe Petkoff, es escamoteada para calar directamente en su esencia, desde?ando as¨ª, como ?hojarasca in¨²til que ¨²nicamente contribuye a velar la verdad de las cosas, la consideraci¨®n de las manifestaciones concretas a trav¨¦s de las cuales aquella esencia adquiere corporeidad ante la gente. (...) Rev¨ªsese cualquier programa de un grupo de izquierda y se encontrar¨¢ c¨®mo la visi¨®n global de la sociedad es sustituida por una de sus partes, el funcionamiento econ¨®mico?. Dicho determinismo econ¨®mico y su inevitable secuela -juzgar la superestructura ideol¨®gica como mero reflejo del sistema de producci¨®n- no s¨®lo empobrece y falsea las tesis de Marx, sino que impide captar, dice Petkoff, ?lo que con palabras engelsianas podr¨ªa denominarse el juego de acciones y reacciones entre los distintos componentes de la vida social?, raz¨®n por la que se revela impotente para comprender ?las manifestaciones de relativa autonom¨ªa que cada uno de estos componentes posee con respecto a. los dem¨¢s?.
La observaci¨®n es importante y, desdichadamente, no se aplica tan s¨®lo a la realidad venezolana: basta dar una ojeada a los programas de los partidos pol¨ªticos de izquierda de la flamante democracia espa?ola para advertir en seguida que, fuera del campo pol¨ªtico y econ¨®mico m¨¢s inmediatos, sus propuestas son incre¨ªblemente vagas e inconsistentes. Las exigencias que plantean -plena recuperaci¨®n de los derechos pol¨ªticos y sindicales, aumentos de salarios, reforma fiscal, mayor equidad en la distribuci¨®n de los bienes, etc¨¦terason sin duda alguna necesarias y justas; pero se sit¨²an por punto general en el marco tradicional del ?esencialismo econ¨®mico?, sin analizar seriamente los dem¨¢s integrantes de nuestra complej¨ªsima vida social. Su propaganda no se dirige a individuos de carne y hueso, sino a entidades m¨¢s o menos abstractas, como el ?militante?, el ?ciudadano?, el?elector?, el ?sindicalista?, etc¨¦tera: opera en la esfera necesariamente reductiva del homo economicus, cuyos derechos comienzan, pero no terminan, por el derecho de comer. La estrategia de los partidos de izquierda y extrema izquierda apunta exclusivamente a la conquista del poder, panacea que resolver¨¢ milagrosamente todos los problemas ?secundarios?: nuevo status de la mujer; liberaci¨®n de la esclavitud del trabajo; proyecto de una sociedad plural, exenta.de mecanismos autoritarios; libertad de creaci¨®n que, a su vezasegure una amplia creaci¨®n de libertad. Pero la pr¨¢ctica y experiencia reales de los diferentes ?modelos? revolucionarios en el poder desmienten semejantes pretensiones. Tales problemas no s¨®lo no han sido resueltos, sino que parecen haberse agravado tras el triunfo del ?socialismo real?.
El logro de la felicidad
Los programas de nuestros partidos pol¨ªticos no toman en consideraci¨®n las aspiraciones de los seres humanos reales y concretos, para quienes lo que verdaderamente cuenta no es la toma del poder sino el logro de la felicidad. Por un lado elimilian de su vocabulario toda noci¨®n de trascendencia -el misterio insoluble de la creaci¨®n de la materia, la realidad del dolor, la inevitable tragedia de la vejez y la muerte- o responden con vulgaridades seudocient¨ªficas a las naturales inquietudes e interrogantes que han servido y sirven de base a las manifestaciones del fen¨®meno religioso a lo largo de la historia de la humanidad; por otro, excluyen la consideraci¨®n de la existencia completa de nuestro cuerpo: esta realidad carnal, escandalosa y traum¨¢tica para los ?asc¨¦ticos? de toda laya, negada siempre en nombre de ideolog¨ªas que lo convierten en simple abstracci¨®n ang¨¦lica o lo reducen. a la triste condici¨®n de mero instrumento de trabajo. Mutilaci¨®n por partida doble -f¨ªsica y metaf¨ªsica- reflejada en la uniformidad e inconsistencia de unos programas culturales perfectamente intercambiables. Ninguna cr¨ªtica a fondo de nociones tan discutibles como normalidad, estado, propiedad, matrimonio, familia. Ninguna propuesta -de debate sobre el t¨®pico de la industrializaci¨®n en cuanto presunto, agente liberador del ser humano o las aberraciones, cada vez m¨¢s suicidas, de la sociedad de consumo. Ninguna alternativa en t¨¦rminos de imaginaci¨®n y utop¨ªa.
La ¨²nica excepci¨®n al esquematismo y pereza imaginativa que se?alamos, la hallaremos, fuera del juego de los partidos, en el renacido y pujante movimiento libertario. La innegable incidencia de los ¨¢cratas en la vida espa?ola del posfranquismo es, en mi opini¨®n, enormemente significativa tanto cuanto dicho movimiento -por el hecho de no estar sometido a la estrategia y consideraciones electorales y disponer por consiguiente de una libertad mucho mayor- responde mejor que aqu¨¦llos a las aspiraciones y realidades excluidas de sus programas, formul¨¢ndolas y exigi¨¦ndolas desde ahora en vez de remitirlas, como se suele, a la futura conquista del Poder. Desde la periferia del campo pol¨ªtico ejercen as¨ª una acci¨®n contestataria energ¨¦tica y vitalizadora con respecto a los problemas espec¨ªficos de amplios grupos sociales -problemas no reductibles a la ?Superstici¨®n econ¨®mica? que denunciara Gramsci-, un reto que los partidos pol¨ªticos de filiaci¨®n marxista deber¨¢n, tarde o tempra no, afrontar:"esa s¨ªntesis del ?cambiar el mundo ? de Marx con el ?cambiar la vida? de Rimbaud, que se sit¨²a en el centro de la problem¨¢tica revolucionaria de nuestro siglo.
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