La inflaci¨®n se acelera
EL AUMENTO de los precios al consumo en el mes de julio, establecido en el 3,1 %, sit¨²a la tasa de inflaci¨®n que padece la econom¨ªa espa?ola, en lo que va de 1977 -un 31 % a tasa anual- como la m¨¢s elevada del conjunto de pa¨ªses de la OCDE, con alguna probable excepci¨®n de -Islandia- que no hace sino subrayar la abismal diferencia que nos separa de los pa¨ªses que constituyen nuestro entorno econ¨®mico.Es necesario no minimizar la importancia del alza de los precios con consideraciones sobre los efectos de la depreciaci¨®n de la peseta. decretada el 12 de julio. Toda medida devaluatoria origina una elevaci¨®n del nivel de los precios interiores, pero en nuestro caso dichas subidas han empezado a sentirse fundamentalmente a partir de mes de agosto (si bien no cabe negar una cierta incidencia de las expectativas que dominaron la econom¨ªa espa?ola en las semanas anteriores a la depreciaci¨®n de la peseta). No puede perderse de vista, con todo, que el grupo ?alimentaci¨®n, bebidas y tabacos? haya registrado un alza doble de la del ¨ªndice general; precisamente se trata de un grupo cuyos componentes no tienen un elemento importado demasiado considerable y reflejan, sobre todo, tensiones internas.
Hay que considerar la gravedad de la inflaci¨®n en su verdadera medida: la pervivencia y aceleraci¨®n de un clima interior de expectativas inflacionistas. De la continuaci¨®n de ese clima somos culpables, del Gobierno abajo, todos.
El Gobierno es responsable porque no s¨®lo sus m¨²ltiples ministerios, organismos aut¨®nomos y empresas siguen en la pr¨¢ctica pol¨ªticas de precios frecuentemente incoherentes entre s¨ª y a menudo contradictorias con el objetivo general de dominar la inflaci¨®n, sino porque est¨¢, acaso, perdiendo un tiempo precioso en definir su actitud en el tema del control de precios, y la negociaci¨®n de acuerdos de moderaci¨®n salarial de la financiaci¨®n de la Seguridad Social, la lucha contra los intermediarios abusivos, y, sobre todo, de la aplicaci¨®n de medidas restrictivas a trav¨¦s de los instrumentos cl¨¢sicos de pol¨ªtica econ¨®mica, y los empresarios y asalariados tambi¨¦n lo son por cuanto no acaban de traducir en hechos sus buenas intenciones de estabilizar precios y salarios en un esfuerzo de cambiar su pol¨ªtica sectorial por una visi¨®n general m¨¢s generosa. Los consumidores, por ¨²ltimo, son responsables porque. atrapados en la l¨®gica invernal de decidir que todo ser¨¢ m¨¢s caro ma?ana, est¨¢n convirtiendo en realidad sus temores.
Estos rasgos dibujan un panorama de innegable gravedad. Pero precisamente por ser tan ampl¨ªas y profundas sus ra¨ªces, no se van a erradicar recurriendo al expediente preferido de los espa?oles: hacer recaer la culpa de la subidas de precios sobre los ?otros? sectores econ¨®micos y, preferiblemente, sobre el Gobierno. En la actual situaci¨®n, o todos tenemos conciencia de la necesidad de un sacrificio colectivo, o nos hundimos todos. La lucha contra la inflaci¨®n requiere una toma de conciencia colectiva. Espa?a es hoy un pa¨ªs que no puede gastar, que necesita un riguroso plan de austeridad, al menos de un a?o. Todav¨ªa hoy, en una sociedad con gran fuerza de trabajo y grandes recursos, se puede y se debe conjurar el riesgo de ruina nacional.
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