El gran momento torero de Julio Robles
ENVIADO ESPECIALLa corrida concurso no nos ha ofrecido ni un toro bravo, pero s¨ª la ocasi¨®n de ver torear. Toreo puro, momentos de emoci¨®n aut¨¦ntica; el ol¨¦ profundo; que sale del alma, cuando lo provocan esa majeza y ese aroma inequ¨ªvocos, que son consustanciales a este arte ins¨®lito.
Estuvo torero Andr¨¦s V¨¢zquez con el toro de Juan Pedro, de mucha clase, alegre y no se sabe si tambi¨¦n bravo a carta cabal, porque no soport¨® ni una sola vara en regla, aunque acudi¨® al caballo seis veces y de largo. Era flojo, y el diestro de Villalpando, que lo entendi¨® de maravilla, y le hab¨ªa puesto en suerte con admirables capotazos, le hizo una faena reposada, d¨¢ndole distancia -incluso mucha distancia- para la acometida -alegre y noble, como se ha dicho- tuviera recorrido. Los muletazos poseyeron variedad, oportunidad y ritmo. Andr¨¦s V¨¢zquez se recreaba en este toreo que ya no se lleva, pero que es, precisament¨¦, el toreo; era una nueva lecci¨®n magistral del veterano diestro, en buena hora retornado a la fiesta.
Plaza de Salamanca
Corrida concurso de ganader¨ªas, ¨²ltima de feria. Toros de Juan Pedro Domecq, Carlos Urquijo, Alipio P¨¦rez Tabernero, Joaqu¨ªn Buend¨ªa, S¨¢nchez Fabres y Baltasar Iban. Todos con presencia y seriedad, excepto el de Juan Pedro, noble y alegre, resultaron mansos.Andr¨¦s V¨¢zquez: pinchazo, estocada que asoma por un brazuelo y descabello (ovaci¨®n y saludos). Tres pinchazos (silencio). Jos¨¦ Mari Manzanares: dos pinchazos y descabello (silencio). Pinchazo y estocada baja (silencio). Julio Robles: pinchazo y bajonazo (aplausos y saludos). Dos pinchazos, media estocada y rueda de peones (oreja).
Y estuvo torero Julio Robles, en una actuaci¨®n plet¨®rica de detalle, tanto con el capote como con la muleta; lidiador sin reparo alguno que ponerle; fin¨ªsimo en largas, recortes y lances a una mano; y valiente adem¨¢s, con una valent¨ªa que daba sitio a la inteligencia para dominar a unas reses dif¨ªciles.
Su primer toro, el de Alipio, era un manso sin recorrido, y Robles, despu¨¦s de intentar ¨²nos derechazos, se desanim¨®. El ¨²ltimo, un buen mozo, serio ejemplar de Baltasar Ib¨¢n, un¨ªa a la mansedumbre el mal estilo; reserv¨®n e incierto, ten¨ªa un pit¨®n izquierdo que parec¨ªa imposible. Y precisamente con este toro surgi¨® la gran faena.
En el centro del ruedo, decidido como jam¨¢s le hemos visto, Julio Robles encontr¨® la distancia para el cite y con el secreto del temple como ¨²nico recurso -?y qu¨¦ gran recurso!- para librar la tarascada, fue desgranando series de derechazos de trazo bell¨ªsimo, hondura y limpio remate. La faena estaba ah¨ª, en esas series, y nadie habr¨ªa podido pedir m¨¢s. El p¨²blico, entregado, volcado en ovaciones, no hubiera exigido otra cosa que el colof¨®n de la estocada. Pero el torero, crecido en su obra, se ech¨® la muleta a la izquierda, aguant¨® imp¨¢vido dos achuchones y una tarascada que habr¨ªa podido partirle en dos y, finalmente, cuaj¨® tres naturales de ensueho; tres naturales que valdr¨ªan de modelo para una escultura con la que se quisiera inmortalizar el arte de torear.
Aqu¨ª hay figura del toreo; figura verdadera, no prefabricada por los monopolios y toda esa corte de intereses que han tomado por asalto la fiesta. Julio Robles, en un gran momento de torer¨ªa, no puede dar cuartel a nadie, porque nadie de los que se encuentran en activo son capaces de torear as¨ª. Empezando por el capote. Porque el toreo, digan lo que digan los que s¨®lo reparan en el ¨²ltimo tercio, empieza en el primer capotazo.
Por eso Manzanares, figura porque s¨ª, a¨²n no ha podido cuajar en torero importante. Daba pena ver en la corrida concurso c¨®mo no daba la talla; c¨®mo le supon¨ªa un esfuerzo terrible poner a los toros en suerte, y no digamos instrumentar una ver¨®nica cabal, que ni eso dio. Con la muleta, frente a toros de media arrancada, estuvo envarado y sin recursos. Los dos pases no le sal¨ªan y no ten¨ªa m¨¢s pases en su repertorio. Y es figura, dec¨ªamos; figura porque s¨ª.
V¨¢zquez le anduvo por la cara y sin facultades al feote, grand¨®n y manso buend¨ªa, y prolongaba el trasteo sin necesidad, porque ese toro no ten¨ªa faena. Manso, hemos dicho del animal; y mansos fueron todos, menos el de Juan Pedro. Tanto escarbaban que convirtieron el ruedo en un sembrado. Y aunque su mansedumbre estaba m¨¢s que comprobada, se empe?aban los lidiadores en colocarlos de largo, para la suerte de varas, de manera que los primeros terclos acababan por no tener sentido y se convert¨ªan en una pesadez.
Robles, en cambio, acort¨® distancias con el de Ib¨¢n y le di¨® la lidia que requer¨ªa. Hemos dicho, Julio Robles: un torero que puede hacer mucho por el futuro de la fiesta.
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