Una biograf¨ªa interior de B¨¦cquer
Gustavo Adolfo B¨¦cquer: sin discusi¨®n, el m¨¢s grande poeta espa?ol del siglo XIX. Con Blanco White y Larra, el prosista del XIX m¨¢s generoso en precisi¨®n, plasticidad, belleza, aunque aventajando a ambos en ese jadeo misterioso que proporciona al habla el sentimiento de la temporalidad. Maestro de maestros: el mejor Dar¨ªo, el primer Juan Ram¨®n, cierto Machado, parte de Cernuda.El poeta de fama p¨®stuma menos erosionada por los vaivenes de las modas, las escuelas, las bander¨ªas. B¨¦cquer, el se?alado como una de las ra¨ªces fundamentales de la poes¨ªa castellana en el ¨²ltimo siglo, tanto por los m¨¢s grandes poetas de esta etapa, como por sucesivas generaciones de lectores deslumbrados y emocionados. Gustavo Adolfo, el escritor de heroica sencillez, de inconcebible y casi siempre oculta astucia t¨¦cnica: ?Cada una de sus rimas tiene una forma ¨²nica, necesaria y distinta: por ello son tan varias? (Rosales). El renovador decisivo desde el subsuelo de la tradici¨®n, el portador de tradici¨®n constante, es decir, el siempre moderno, que en vida no publicara m¨¢s all¨¢ de una quincena de sus rimas (en ocasiones sin firmarlas, o firmando con una B) y que muy poco antes de morir pidiera dos ayudas que nos parecen igualmente conmovedoras; una: ?Cuidad de mis ni?os?; otra: ?Me muero. Sab¨¦is que yo no soy pretencioso; pero si es posible, publicad mis versos.? Despu¨¦s vendr¨ªa la gloria p¨®stuma, como una injusticia. Inexorable, como una venganza.
Becquer
Biograf¨ªa e imagenRafael Montesinos. Edit. RM. Barcelona, 1977.
Gustavo Adolfo Dom¨ªnguez Bastida Insausti Vargas B¨¦cquer, hu¨¦rfano de padre a los cinco a?os y de madre a los once, notable dibujante (a¨²n no se ha escrito el hondo libro de su entra?able relaci¨®n con Valeriano B¨¦cquer) y pianista de o¨ªdo; novio a los dieciocho (esa Julia Cabrera, tempranamente abandonada, que parece obstinada en sobrevivirle ¨²nicamente para recordarlo) y a los diecinueve redactor, por encargo y para comer, de biograf¨ªas de diputados. Censor de novelas con Gonz¨¢lez Bravo (uno de sus amigos entregar¨ªa a la posteridad el dato de que B¨¦cquer le confiaba el sello de censura para que ¨¦l mismo, s¨ªrvase, autorizara sus escritos). Llamado un hombre sucio por la mujer a quien m¨¢s am¨® y para quien, presumiblemente, fueron escritas parte de sus mejores rimas amorosas. V¨ªctima, con Casta, de un desafortunado matrimonio. Hombre interior, viajero lento, capaz de convertir su mirada en memoria; sifil¨ªtico y fr¨¢gil, muerto en diciembre de 1870, ?a consecuencia de un grande infarto de h¨ªgado, complicado con una fiebre intermitente, maligna o perniciosa? (doctor Joaqu¨ªn de Higuera). Este poeta que jam¨¢s caer¨¢ donde habite el olvido merec¨ªa homenajes inolvidables. Uno de ellos lo ha compuesto, en edici¨®n ejemplarmente hermosa, Rafael Montesinos, su paisano.
Paisano de B¨¦cquer, poeta a su vez y aficionado a la fotograf¨ªa, Montesinos concibi¨® este libro-¨¢lbum en 1960. Pacientemente fue reuniendo material fotogr¨¢fico y biogr¨¢fico, pacientemente fue haci¨¦ndose un especialista. Cuando ahora anota un dato, podemos creer en ¨¦l. Cuando duda, conviene dudar con el autor. Cuando refuta algo relativo a Gustavo Adolfo, haremos bien en celebrar a su refutaci¨®n, o en resignarnos a ella: por ejemplo, en el centenario, Montesinos demostr¨® la inexistencia de un presunto amor de B¨¦cquer (con Elisa Guill¨¦n) y arrebat¨® al poeta la paternidad de la famosa rima A Elisa, lo que hiciera exclamar melanc¨®licamente a Jos¨¦ Luis Cano: ?Es una pena que B¨¦cquer pierda esta rima.? Pero Montesinos no ignora que el amor y la verdad son simult¨¢neos. Su dedicaci¨®n a la busca de la verdad en la vida de B¨¦cquer, est¨¢ fuera de duda. Su amor a la imponente po¨¦tica del sevillano inacabable lo prueban sus a?os de investigaci¨®n, y lo prueba este libro.
Tres peculiaridades
En el espacio de una nota no puedo comentarlo: s¨®lo elogiarlo, celebrarlo, recomendarlo. Se ha dicho que el denuesto y el elogio son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la cr¨ªtica (Borges). Tengo mis dudas sobre esa opini¨®n tan tajante. En cualquier caso, estas l¨ªneas no son -no pueden serlo aqu¨ª- una cr¨ªtica. Son un acto de gratitud. Se?alar¨¦ no obstante tres peculiaridades de este libro que me parecen particularmente acertadas. Una: Montesinos se apoya en la aproximaci¨®n a las mujeres a que amara el poeta (?Casi toda la vida de B¨¦cquer es un solo y largo cap¨ªtulo amoroso?, escribir¨¢ el autor) para proporcionarnos los instantes m¨¢s significativos de su biograf¨ªa (aqu¨ª cabe notar el laborioso rastreo que llev¨® a Montesinos a perfilar la figura de Julia Esp¨ªn, el gran amor frustrado del poeta, un amor que, casi con seguridad, B¨¦cquer desplazar¨ªa hacia la hermana, Josefina Esp¨ªn). Dos: para completar la biograf¨ªa, Montesinos se sirve de abundantes fragmentos del mismo B¨¦cquer y de contempor¨¢neos que fueron sus amigos e iniciales bi¨®grafos y defensores: el resultado es una imagen construida a base de rigor y calor inmediato. Y tres: con los textos (el extenso de Montesinos, y los m¨¢s breves de Gustavo Adolfo, Julia B¨¦cquer, Blasco, Campillo, Lusto?¨®, Moreno Godino, Nombela, Rodr¨ªguez Correa, etc¨¦tera) se entrelazan un total de 154 l¨¢minas, la mayor parte espl¨¦ndidas, treinta de ellas in¨¦ditas hasta hoy, y que dan a este volumen un escalofriante perfume de temporalidad y de veracidad.No son un simple ¨¢lbum fotogr¨¢fico: su selecci¨®n y adecuaci¨®n, su disposici¨®n en el conjunto del volumen y sus informativos pies de foto, su puntualidad para mostrar las etapas y los lugares del poeta, desde su infancia hasta su muerte, desde Sevilla hasta Toledo, Veruela, Madrid, desde el amor a los viajes, desde los sue?os m¨¢s constantes hasta la m¨¢s brutal o hermosa realidad (?esas fotos de Julia Esp¨ªn y, sobre todo, el impresionante retrato de Julia Cabrera, la primera novia, la ¨²nica!) asaltan por los ojos al lector y esp¨ªa de este libro ya imprescindible, se introducen en su emoci¨®n; nos entregan -casi dir¨ªa que por la fuerza- una biograf¨ªa interior de B¨¦cquer, de sus amores, sus sue?os, su desdicha, su bondad, y nos dejan, finalmente, la congoja del tiempo, la congoja de sus amores y de las vidas acabadas entre los pliegues del pasado, y la pena de las ciudades ya modificadas y de las calles alucinadas por los a?os. Esas l¨¢minas llenan al libro de siglo diecinueve. Y este libro llena al lector con un rumor de siglos que, sin ninguna, duda, seguir¨¢ celebrando a uno de los poetas m¨¢s serios, sabios y acongojados de la Tierra.
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