Plan de desestabilizaci¨®n
LA VIOLENCIA no es ciega. Por si faltaba alg¨²n dato, la sangre del capit¨¢n Hergedas Carretero otorga la prueba de que en Espa?a las fuerzas que atentan contra el inter¨¦sde la naci¨®n obedecen a un plan premeditado y fr¨ªo. Este se ha producido -calculadoramente- en el segundo aniversario de los fusilamientos de tres miembros del FRAP y dos de ETA, pretendiendo, sin duda, te?ir el crimen de motivaciones pol¨ªticas. Pero por encima de toda filosof¨ªa, la muerte del capit¨¢n Hergedas es un asesinato, sin otra explicaci¨®n posible que la de la provocaci¨®n pol¨ªtica.La democracia espa?ola ha conocido ya demasiada sangre vertida. Pero hay que dejar m¨¢s claro que nunca, que no existe relaci¨®n de causa a efecto; que no ha sido la democracia quien ha causado esta cadena de v¨ªctimas, sino precisamente sus enemigos y que la incipiente democracia espa?ola se desangra en cada uno de estos muertos. El leg¨ªtimo impacto emocional, que los atentados producen intenta por eso ser explotado por los terroristas.
En el clima de terror que alguien intenta provocar en el pa¨ªs, hay un hecho que es necesario destacar, adem¨¢s: con el capit¨¢n Hergedas, ya son diecinueve los funcionarios de las fuerzas de orden p¨²blico que han ca¨ªdo v¨ªctimas de atentados, desde el 20 de noviembre de 1975, fecha de la muerte del general Franco. Ning¨²n otro estamento del pa¨ªs puede presentar tan tr¨¢gico balance ni tal cantidad de sangre vertida en defensa de la sociedad: las fuerzas de orden p¨²blico est¨¢n sufriendo en carne propia la acci¨®n de quienes intentan desestabilizar el proceso democr¨¢tico espa?ol. Y las Fuerzas Armadas en su conjunto est¨¢n siendo tomadas como la mejor de las dianas por los elementos provocadores. De este modo se ataca a uno de los centros neur¨¢lgicos de la naci¨®n; a una instituci¨®n de cuya serenidad depende en gran parte que la nueva sociedad espa?ola encuentre asiento definitivo.
Hoy y aqu¨ª, en la Espa?a de 1977, no hay m¨¢s que agravantes para este terrorismo calculado. Y ni siquiera consuela contemplar la unanimidad de todos los sectores de la naci¨®n, de todas las instituciones, de todos los partidos y sindicatos en manifestar su repulsa total y absoluta del asesinato. Es preciso que esta actitud adopte un car¨¢cter positivo, de marcha hacia adelante. Y que, en esta ocasi¨®n, el pueblo entero manifieste ante las fuerzas del orden no s¨®lo su dolor y comprensi¨®n, sino su reconocimiento y su apoyo.
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