Billones para la Seguridad Social

En una reuni¨®n informal con un grupo de periodistas, el ministro de Sanidad, Enrique S¨¢nchez de Le¨®n, ha tenido la delicadeza de informar a los espa?oles que los gastos de su Departamento -antes Direcci¨®n General en el Ministerio de Trabajo sumar¨¢n 1,1 billones de pesetas a finales del presente a?o, muy por encima de los 860.000 millones que la SS ten¨ªa presupuestados inicialmente y que, en su d¨ªa, se calificaron de equilibrados, financieramente hablando. Sin embargo, el ministro no ha explicado c¨®mo y por qu¨¦ se ha producido ese incremento del gasto; al menos no lo ha hecho con el rigor que ser¨ªa de desear para el titular de un Ministerio que, ¨¦l s¨®lo, maneja un presupuesto muy similar al de toda la Administraci¨®n del Estado.Al mismo tiempo, los espa?oles han tenido conocimiento de que la Seguridad Social -sufragada y disfrutada o padecida por todosproyecta gastar el pr¨®ximo a?o 1.3.50.000 millones de pesetas, cantidad que.supone un 57 % m¨¢s que .lo presupuestado para 1977 y un 23 % por encima del gasto real del mismo. Las cifras contradicen, cuando menos, los anunciados criterios de austeridad que el Gobierno preconiza y con los que, desde la sociedad misma hasta sus representantes en las Cortes, la mayor¨ªa est¨¢ plenamen-te de acuerdo.

Pero hay m¨¢s.

Hasta el momento, el presupuesto de la SS ha estado sometido a la ley de Juan Palomo (yo me guiso, yo me lo como), con un ¨²nico control aposteriori, con retraso, sin rigor y tan opaco como independiente, en el menos amable sentido de la palabra. Esto parece que deber¨ªa cambiar radicalmente, pero el ministro responsable de ello se muestra ambiguo y contradictorio al respecto, desmintiendo una oposici¨®n al control estatal de las cuentas de la SS, pero afirmando al mismo tiempo que el organismo no pertenece al Estado y que, por tanto, no debe corresporider a ¨¦ste el control de la gesti¨®n.

Saa como fuere, lo cierto esque el control efectivo y riguroso de la gestion se impone y que, si el propio, ministro. demanda una mayor participaci¨®n del Estado en la financiaci¨®n de los presupuestos, parece l¨®gico que la intervenci¨®n del Estado participe en ello. Que, adem¨¢s, el control se extienda a otros estamentos no es descabellado. pero la-discusi¨®n de qui¨¦n o qui¨¦nes deban ejercerlo no puede servir de excusa para retrasar reiteradamente el fin del actual y pret¨¦rito descontrol.

Acaso para distraer la atenci¨®n, el ministro pretende hacer valer los prop¨®sitos eminentemente sociales de la SS como medio quejustifique el incremento presupuestario. Con ello, parece olvidar que la funci¨®n social m¨¢s id¨®nea y aut¨¦ntica que el organismo puede cumplir en estos momentos es racionalizar, de una vez por todas, gesti¨®n-y gasto, para que la labor asistencial de -la Seguridad Social deje de ser cara einsatisfactoria y parte de sus recursos puedan destinarse a otras partidas mayormente necesitadas de atenci¨®n y apoyo presupuestarios.

Cuando est¨¢n en danza 1,3 billones de pesetas, aportados por todos los espa?oles, cualquiera, incluso el ministro se?or S¨¢nchez de Le¨®n 7-como responsable del destino de este presupuesto-, tiene la inexcu sable oblipci¨®n de -aun sin lucir se- dar todo tipo de explicaciones someti¨¦ndose a un au -t¨¦ntico debate.