Las dificultades de la negociaci¨®n
DE LOS tres pa¨ªses que han solicitado la entrada en la Comunidad Econ¨®mica Europea, Espa?a es, indudablemente, el que m¨¢s problemas suscita. La inclusi¨®n de Grecia en la Comunidad no presenta obst¨¢culos graves para ¨¦sta -las exportaciones griegas no pueden competir con los productos comunitarios, salvo en contadas excepciones-. El caso portugu¨¦s es distinto. Si se profundiza en las razones lusitanas se comprueba en seguida que su inter¨¦s por entrar en Europa es m¨¢s bien tibio. El acuerdo firmado por Lisboa con el Mercado Com¨²n en 1972 se cuid¨® muy bien de lograr una protecci¨®n adecuada para sus nacientes industrias. Lo que los portugueses buscan fundamentalmente de la Comunidad son cr¨¦ditos para industrializar su pa¨ªs y convertirlo en una potencia de orden medio. Rec¨ªprocamente, Portugal no constituye amenaza alguna para los comunitarios, pues sus exportaciones s¨®lo adquieren cierta entidad en el campo de los textiles, conservas de pescado y concentrados de tomate.Como se indicaba en un editorial anterior, las cosas cambian cuando de Espa?a se trata, puesto que numerosos intereses comunitarios se sienten amenazados con la posible entrada espa?ola y van a plantear una resistencia bien organizada con el fin de retrasarla lo m¨¢s posible o conseguir que se realice en las mejores condiciones posibles para sus objetivos. Ante esta postura, la posici¨®n espa?ola debe consistir en no dramatizar los inconvenientes derivados de una dif¨ªcil y dilatada discusi¨®n con la Comunidad y mantener bien claro cu¨¢les son las propuestas comunitarias que se pueden aceptar y qu¨¦ embites deben r¨¦chazarse, aunque ronde la tentaci¨®n de aceptarlos con objeto de conseguir una entrada r¨¢pida en Europa.
De momento, lo que parece claro es que la CEE desea negociar una prolongaci¨®n del Acuerdo Preferencial de 1970, con la intenci¨®n de llevarnos a una mayor¨ªa de libre comercio. En dicha zona, y a cambio de reducciones sustanciosas en el terreno industrial por parte espa?ola, la Comunidad nos ofrece concesiones m¨ªnimas en el agr¨ªcola. Exactamente lo contrario de lo que nos conviene. A?¨¢dase a ello el que las concesiones agr¨ªcolas, adem¨¢s de limitadas, son de car¨¢cter arancelario; es decir, que de prosperar las propuestas de los negociadores comunitarios, Espa?a no entrar¨ªa a formar parte del sistema de precios agr¨ªcolas de garant¨ªa ni participar¨ªa en las subvenciones que tal sistema comporta. Para comprender mejor cu¨¢les ser¨ªan las perspectivas que nos deparar¨ªa la generosa oferta europea baste recordar que, aproximadamente, un 40 % de nuestras exportaciones a la CEE son de car¨¢cter agr¨ªcola, y que una tercera parte de las industriales est¨¢ compuesta por productos sensibles, en los cu¨¢les tendr¨ªamos problemas importantes.
La postura comunitaria respecto a Espa?a implica un per¨ªodo de negociaci¨®n previo a la adhesi¨®n largo y un per¨ªodo transitorio corto, tal y como ha sucedido con Gran Breta?a. Ahora bien, el Inter¨¦s espa?ol exigejustamente lo contrario; un per¨ªodo de negociaci¨®n corto y un per¨ªodo transitorio largo con un desarme arancelario dilatado en el tiempo. Lo que en ese per¨ªodo deber¨ªa conseguirse de la Comunidad es una protecci¨®n paulatinamente decreciente y una situaci¨®n final de desaparici¨®n de todos los obst¨¢culos arancelarios por las dos partes, tanto en los productos agr¨ªcolas como en los comerciales.
Por desgracia, la posici¨®n espa?ola en las negociaciones no parece estar ajust¨¢ndose a ese esquema. Al parecer existe un entendimiento, fraguado en el pasado mes de julio, entre el Ministerio de Asuntos Exteriores y la CEE, en el cual nuestra diplomacia ha aceptado la prolongaci¨®n del Acuerdo Preferencial de 1970. En otras palabras, los negociadores espa?oles, en su pol¨ªtica de ?abrir puertas?, habr¨ªan aceptado de antemano, acaso sin darse cuenta, la tesis comunitaria de un per¨ªodo de negociaci¨®n largo y otro, de car¨¢cter transitorio, corto.
Las razones de esa postura de Exteriores son dif¨ªciles de entender, pero queda la sospecha de que nuestra delegaci¨®n ha intentado asegurarse ciertas concesiones de tipo agr¨ªcola. Lo curioso es que el Ministerio competente, el de Agricultura, no ve con buenos ojos esas concesiones por estimarlas insuficientes.
La existencia de divergencias ministeriales en la postura espa?ola revela la inexcusable necesidad de poner en orden la casa antes de salir a discutir con extra?os. Para ello es preciso comenzar por desterrar para siempre el antiguo s¨ªndrome franquista seg¨²n el cual, sinti¨¦ndonos d¨¦biles en el terreno pol¨ªtico, est¨¢bamos dispuestos a aceptar cualquier concesi¨®n econ¨®mica sin estudiar las contrapartidas que nos impon¨ªa o sin estudiar alternativas m¨¢s favorables a los intereses espa?oles. Esta patolog¨ªa de la ¨¦poca de la dictadura debe desaparecer. De no ser as¨ª, las repercusiones que para el futuro econ¨®mico espa?ol podr¨ªan tener unas negociaciones mal llevadas ser¨ªan tales que ni siquiera los espectaculares viajes del presidente Su¨¢rez lograr¨ªan enderezar una actitud inicial inexplicablemente d¨¦bil.
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