Salvar la empresa
UNO DE los hechos m¨¢s preocupantes de la actual coyuntura es la delicada situaci¨®n por la que atraviesa la empresa en Espa?a. Una situaci¨®n comprometida y dificil, frente a la que nadie define concretamente l¨ªneas de actuaci¨®n sobre las que basar la defensa de su supervivencia; a la que por cierto se comprometieron todos los partidos, desde el Comunista a Alianza Popular, en sus -m¨¢s o menos perfilados- programas electorales.Hay que decir que la empresa, el empresario, no gozan en este pa¨ªs de buen cartel. Su imagen, deteriorada por m¨²ltiples circunstancias, no ha sido rehabilitada, ni siquiera por los propios empresanos, reacios en todo momento a facilitar informaci¨®n, a prestarse a cualquier tipo de di¨¢logo y normalmente p¨¦simos receptores de cualquier modo de cr¨ªtica hacia su gesti¨®n. En la empresa espa?ola se adolece de una cada vez m¨¢s necesaria dosis de profesionalidad. Son demasiados los que han estructurado su labor en base a privilegios coyunturales y algunos carecen de imaginaci¨®n, preparaci¨®n y humildad para adaptarse a las actuales circunstancias. Ello perjudica, obviamente, a la generalidad del mundo empresarial y muy especialmente a sus sectores m¨¢s profesionalizados.
Ahora, el empresario no conf¨ªa en el Gobierno, en buena parte porque ¨¦ste no se con porta como tal. El retraso en la puesta en marcha del programa econ¨®mico -ni siquiera presentado- provoca la impresi¨®n de que el actual Gabinete est¨¢ inmerso en el mar de la confusi¨®n filos¨®fica, sin decidirse a actuar como ser¨ªa preciso y con todas las consecuencias. La imagen de un Gobierno indeciso y temeroso de no contar con la suficiente cobertura pol¨ªtica para llevar a cabo su plan de saneamiento -en el supuesto de que cuente con uno- no es el mejor instrumento para concitar la confianza de nadie. Por si ello fuera poco, resulta que el ¨²nico instrumento utilizado por el Gobierno -la pol¨ªtica monetaria restrictiva- ha sido aplicado sin explicar y definir previamente sus ambiciones y objetivos, provocando un p¨¢nico generalizado en el mundo empresarial, no del todo inju stificado. P¨¢nico que se suma a las preocupaciones provinientes del anuncio de la reforma fiscal.
En el plano interno de las empresas, sigue sin arbitrarse una configuraci¨®n de la actividad sindical realista y ponderada. Las elecciones parecen atascadas en un callej¨®n sin salida, provocado por la falta de visi¨®n pol¨ªtica de las centrales y la carencia de autoridad gubernamental para decidirse a definir un marco de juego, al que deban adaptarse los sindicatos si quieren consolidar su presencia en el marco de libre juego sindical.
Todo ello genera una absoluta carencia de expectativas, ante la que el empresario no se decide a invertir sus propios recursos, ni puede arbitrar planes a medio plazo, porque tampoco cuenta con ninguna garant¨ªa de aportaci¨®n de capital proveniente del ahorro privado. El desconocimiento del marco real en el que va a desenvolverse la econom¨ªa en los pr¨®ximos meses imposibilita cualquier tipo de actividad, como no sea la de la -cada vez m¨¢s comprometida- supervivencia.
Si la empresa y la libre iniciativa constituyen elementos b¨¢sicos y aceptados por todos para la preservaci¨®n del sistema econ¨®mico; si el prop¨®sito esencial del Gobierno es el de sostener, sanear y consolidar una econom¨ªa libre de mercado; si, en definitiva, este pa¨ªs debe integrarse definitivamente en la comunidad occidental industriafizada, es necesario tener bien claro que s¨®lo salvando a la empresa, concebida libre, sana y sin privilegios ni trabas, se lograr¨¢n esos objetivos. Y en ello, todos, Gobierno, partidos, centrales sindicales y empresarios, deben abandonar la mec¨¢nica viciada de las grandes y ret¨®ricas o dram¨¢ticas palabras.
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