Manuel Carballo: "El arte del virreinato y la conciencia nacional nacen del mestizaje"
EL PAIS: ?De qu¨¦ criterio se han servido ustedes, a la hora de seleccionar las obras del arte del Virreinato, en el que, a lo largo de casi cuatro siglos, coinciden y conviven lo llegado de Espa?a y lo propiamente mexicano?Manuel Carballo: Trat¨¢ndose de un arte mestizo, hemos elegido lo que mejor pudiera simbolizar el mestizaje, con preponderancia de lo aut¨®ctono, o de aquello que la mano ind¨ªgena agreg¨® a lo espa?ol.
EL PAIS: ?Qu¨¦ per¨ªodos abarca la muestra?
M.C.: Comprende los siglos XVI, XVII y XVIII, con un ap¨¦ndice del siglo XIX.
EL PAIS: El apartado del XVI parece el menos nutrido de la exposici¨®n. ?Hay, dentro de ¨¦l, alguna obra especialmente representativa?
M.C.: Existen pocas colecciones de dicho siglo. En la que va a exponerse en Madrid hay, sin embargo, una obra muy significativa: una escultura en piedra, procedente del convento de Tepeaca, en el estado de Puebla. Se trata de un perro emplumado, cubierto de aquellas mismas plumas con que se ven adornados los coyotes de la ¨¦poca prehisp¨¢nica. Un ejemplo, pues, de pervivencia de lo ind¨ªgena en plena ¨¦poca colonial. Otras obras del XVI son un estribo en cruz de hierro, un frontal de madera de tres hojas, un San Jorge, realizado en la blanda madera, llamada de tzompantle...
EL PAIS: ?Se destaca tambi¨¦n en las muestras del siguiente siglo, las diferencias aut¨®ctonas sobre las constantes hisp¨¢nicas?
M.C.: Al ser m¨¢s amplia la coleccion, son mas f¨¢ciles de advertir las peculiaridades en la forma, en el color, en la capacidad del nativo a la hora de modificar los dibujos y grabados que le llegan de Espa?a.
EL PAIS: ?Es mayor el influjo del arte de Espa?a en el siglo XVI que en el XVII?
M.C.: No. El influjo espa?ol se va acentuando en el XVII, cuando, parad¨®jicamente, empieza a aflorar y a consolidarse el sentimiento nacional, del pueblo mexicano.
EL PAIS: ?Puede decirse que la conciencia de nacionalidad surge en el XVII?
M.C.: Antes incluso. En el primer viaje que se hace de Nueva Espa?a a Filipinas, a finales del XVI, una carta redactada en Sevilla, habla ya expl¨ªcitamente de los mexicanos. Ahora bien, el sentimiento de nacionalidad se halla del todo desarrollado en el siglo XVIII, al haberse consolidado el mestizaje.
EL PAIS: ?Siguen, pese a ello, delatando un origen espa?ol las formas expresivas?
M.C.: S¨ª, pero claramente trasformadas. El arte mexicano va a afincarse, a lo largo del siglo XVIII, en un legado leg¨ªtimamente espa?ol (el estilo de Churriguera), al que se logra conferir una definici¨®n y una personalidad propias. Por obra y gracia del estilo churrigueresco, nuestra arquitectura, la civil y la religiosa, va a hacerse inconfundible: una especie de frenes¨ª barroco tiende a anular la supervivencia del horror al vac¨ªo, sobrecargando de decoraciones (¨¢ngeles, cornucopias, flores, frutos...) la arquitectura; una arquitectura de origen espa?ol, ciertamente, pero definitivamente provista de carta de nacionalidad mexicana.
EL PAIS: En el recorrido de la exposici¨®n he contado cerca de una treintena de obras del XVII. ?Es representativa esta muestra?
M.C.: S¨ª, lo es. Se ofrecen en ella, al visitante, pinturas populares de car¨¢cter religioso, exvotos, retablos, escudos de monjas, alfombras, retratos..., obras suficientes, en fin, para ofrecer un resumen de ese per¨ªodo.
EL PAIS: ?Y del XVIII?
M.C.: El mestizaje, que ha sido el genuino promotor del sentimiento nacional, sie refleja palmariamente en el arte de esa ¨¦poca (la propia y peculiar asimilaci¨®n del estilo de Churriguera es un caso t¨ªpico de mestizaje). Son alrededor de cincuenta las obras del XVIII que constan en la exposici¨®n de Madrid: cuadros de santidad, retratos, alegor¨ªas, mapas, atriles, cajas de viaje, cornucopias, braseros, ramilleteros, lebrillos, roperos, alhajeros, chinacos, sillas, escritorios, custodias, relicarios, ciriales...
EL PAIS: ?Destacar¨ªa usted alguna obra, en particular?
M.C.: No es f¨¢cil. Voy, no obstante, a elegir un cuadro de los llamados de castas que, como todos los de su especie, ha dado lugar a equ¨ªvocos, en M¨¦xico y fuera de M¨¦xico. Se ha cre¨ªdo, en efecto, que estos cuadros de castas obedec¨ªan a ornato u ostentaci¨®n her¨¢ldica, cuando realmente eran instrumentos de trabajo en las parroquias a la hora de identificar a los habitantes, empresa nada f¨¢cil si se tiene en cuenta la variedad de razas y mestizajes que por esa ¨¦poca se daban en M¨¦xico.
EL PAIS: En la amplia secci¨®n del siglo XIX los t¨ªtulos y los argumentos de las obras cambian con relaci¨®n a los de las precedentes, de una forma radical, y se abren a todo un espect¨¢culo costumbrista (la peluquer¨ªa, el mercado, el baile, el aguador, el vendedor...,) ?Obedece este cambio a una de las facetas en que se plasm¨® el romanticismo?
M.C.: Es muy posible. Nuestras miras se han centrado de lleno en destacar ese car¨¢cter popular, eminentemente costumbrista. El arte abandona, en este per¨ªodo, templos y palacios para instalarse, digamos, en la calle. En la exposici¨®n de Madrid hay una excelente colecci¨®n de un pintor popular, llamado Icaza, y unas cuantas muestras de artesan¨ªa en las que se puede admirar la t¨¦cnica de las lacas mexicanas que en pleno siglo XIX siguen manteniendo la ascendencia o la remembranza prehisp¨¢nica.
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