La pasi¨®n del conocimiento
?Conocer, penetrar, indagar: una pasi¨®n que dura toda la vida.? La poes¨ªa de Vicente Aleixandre se convierte as¨ª en biograf¨ªa de una pasi¨®n inagotable por el conocimiento. La imagen del maestro tumbado en Velintonia, los ojos sagaces del poeta que ha recorrido aquel camino que ya intu¨ªa en Historia del Coraz¨®n son como el dardo vigilante que nos da la verdadera esencia de la poes¨ªa: la b¨²squeda de la verdad desnuda, aquella verdad po¨¦tica que Vicente Aleixandre aprendi¨® amar desde sus primeras lecturas de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Conocer, penetrar, indagar, para llegar a ese momento en que el poeta solidario con el todo, en una continuada confesi¨®n pante¨ªsta exclama: ?una sola criatura viviente, padecida, de la que cada uno sin saberlo, es totalmente solidario?. No hay soluciones, nos ha dicho el poeta, no pretendas encontrarla. ?Has mantenido tanto tiempo abiertos los ojos?, que aquella oscuridad que aparec¨ªa como respuesta en el poema, empieza a iluminarse para dejarnos el aura de una indagaci¨®n ininterrumpida, indagaci¨®n que la poes¨ªa de Vicente Aleixandre ha ido trazando desde aquellos primeros momentos en que el poeta se enfrentaba con la palabra para encontrar, en la sorpresa del lenguaje, los sentidos ocultos, hasta ese gran libro de la madurez que resume todo su intento: ?Di¨¢logos del conocimiento?. El poeta es el vidente, hab¨ªa proclamado Rimbaud, y Vicente Aleixandre, convertido en rapsoda de una Espa?a que entre los lienzos de la mordaza quer¨ªa acceder a la luz, ha sido la voz que nunca ceja, el poema que ayudaba a otras voces, la mirada impenitente que se convert¨ªa en testigo de las cosas oscuras y de aquellas que empezaban a germinar. Vicente Aleixandre, maestro de maestros, poeta con esa insondable dimensi¨®n del que todo lo ha visto y nada espera, forjador del verso como espada, que penetra en la realidad y la destruye para devolverla transfigurada. Cuando ?la grande y sedosa mano que cierra tus cansados ojos vividos? intente destruir la fuerza desveladora de su palabra po¨¦tica no quedar¨¢ la oscuridad a la que Vicente Aleixandre pensaba, compasivamente rendirse, sino la luz renovada de un conocimiento que se nos ha ido dando a lo largo de toda su obra. Nadie como Vicente Aleixandre, que confesaba escribir sus versos ?para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el triste, para la voz sin materia y para toda la materia del mundo? ha sabido convertir a la tarea po¨¦tica en canto de amor ininterrumpido al todo, en el que el hombre es devuelto a su corporalidad en un insondable eterno retorno que destruye el tiempo. El poeta, como el fil¨®sofo, capaz de la contemplaci¨®n, nos ha legado en ese pante¨ªsmo optimista un acto de fe que anula las desdichas de la historia y rescata al hombre fundido en ?esa vibraci¨®n sola que a todos suma?. Todo es presente, nos ha dicho el poeta. Y ese presente, que inscribe en s¨ª mismo la edad del hombre el transcurrir temporal es el presente que nos da tambi¨¦n la eternidad a la que se llega a trav¨¦s de la creaci¨®n, porque creaci¨®n es conocimiento y la poes¨ªa de Vicente Aleixandre nos da la medida de ese desaf¨ªo.
Babelia
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