El fondo de la crisis
Diputado de UCDHay muchos datos para confirmar que atravesamos una crisis profunda. Tanto, que casi no es necesaria la lectura de los indicadores correspondientes.
Quienes han diagnosticado el momento presente coinciden en se?alar, junto a otras notas, la de una ausencia de confianza. La atm¨®sfera est¨¢ llena de inseguridad, de decepci¨®n. Justificadas o no se han extendido por el pa¨ªs nubes de desaliento y de perplejidad. No han faltado voces que han advertido del peligro que esos sentimientos pueden acarrear a la naciente etapa democr¨¢tica.
Los puntos de referencia que se juzgaban establea han perdido su valor. Qu¨¦ es justo, qu¨¦ es legal, constituye, a veces, una preocupaci¨®n sorprendente para cuya satisfacci¨®n no hay siempre respuestas seguras. Ser¨¢ que pervive un ordenamiento jur¨ªdico inadecuado; ser¨¢ que perviven estructuras alienantes. Cualquiera que sea su justificaci¨®n -o su coartada-, la cuesti¨®n es que la vida espa?ola discurre. sobre un terreno movedizo, desde lo fundamental a lo m¨¢s ordinario.
Van a cumplirse cuatro meses desde las elecciones del 15 de junio, y la flor de la democracia crece espigadamente sobre un erial. Y lo que es su savia, el contacto del pueblo con las instituciones en las que deposit¨®, con su voto, la confianza, se distancia en lo, que es m¨¢s preocupante: la incomprensi¨®n. ?Qu¨¦ hac¨¦is?, es la pregunta que repiten electores desconcertados y desencantados a sus te¨®ricos representantes, no m¨¢s ilusionados y l¨²cidos.
?Qu¨¦ ha sucedido en este pa¨ªs en estos cuatro ineses para que se haya producido un cambio tan significativo de ambiente colectivo?. El 15 de junio se alumbr¨® para muchos -pienso que para la mayor¨ªa- una esperanza. Desilusi¨®n, escepticismo, cuando no despecho y arrepentimiento, es la cosecha que recoge cualquiera de los d¨ªas ordinarios de este oto?o luminoso, por debajo de las evasivas declaraciones de las fuentes fidedignas.
No han cambiado las constantes de la coyuntura econ¨®mica. Se han agravado l¨®gicamente por el simple transcurso del tiempo. P¨¦ro no son un dato nuevo. Tampoco lo son las afortunadamente espor¨¢dicas sacudidas de la sensibilidad colectiva en forma de muertes de agentes del orden p¨²blico. La tensi¨®n del Pa¨ªs, Vasco tampoco ha surgido ahora, y hasta podr¨ªa afirmarse que no ha empeorado. M¨¢s a¨²n, una cuesti¨®n pendiente como la catalana se ha encarrilado. ?Por qu¨¦ entonces esa mutaci¨®n del escenario? ?Cu¨¢l es su profundidad y su clave?
A mi juicio no hay que buscarla en el campo de las recetas t¨¦cnicas, de las jugadas, m¨¢s o menos afortunadas de la pol¨ªtica entendida preferentemente como un complicado juego de ajedrez t¨¢ctico. Est¨¢ m¨¢s all¨¢, en donde un pilar de la civilizaci¨®n occidental, como Arist¨®teles, sit¨²a a la pol¨ªtica, ni desgajada, ni confundida con la Etica. No son estas reflexiones trasnochadas ni te¨®ricas. ?Habr¨¢ que recordar varios hechos. decisivos de la pol¨ªtica americana reciente?
Lo que hundi¨® a Johnson fue creer que para aligerar la pesada carga de la guerra del Vietnam podr¨ªa enga?ar ligeramente al pueblo americano. El pueblo se. dio cuenta y reaccion¨® contra esa manipulaci¨®n con tanta fuerza como contra la guerra misma. Error parecido y tr¨¢gico fue el de Nixon, al pensar que la opini¨®n p¨²blica no conocer¨ªa nunca lo que estaba ocultando en el asunto Watergate. Nixon cay¨® no por sus desaciertos en los asuntos de Gobierno, en el enfoque general de la pol¨ªtica interior o exterior americana, donde obtuvo indudables bitos. Dimite porque el apodo de ?mentiroso Dick? hab¨ªa dejado de ser un arma esgrimida por sus adversarios, para convertirse en una amplia convicci¨®n nacional. El pueblo, que tiende a ser comprensivo con los defectos, no admite ser enga?ado.
Todo esto acaba de recordarse con el asunto Lance. El ¨¦xito de Carter, en el acceso a la Presidencia, despu¨¦s, de Watergate, va ligado a una cierta conciencia nacional de regeneracionismo, que casaba con la figura y hasta la predicaci¨®n moral del entonces candidato. Parec¨ªa como si un poco de aire limpio o menos contaminado del Sur pudiera restablecer la confianza en los sofisticados entresijos de Washington. El apoyo del presidente a su paisano y jefe de la importante Oficina del Presupuesto -ya dimitido- ha hecho bajar puntos en la credibilidad de Carter.
Es por ah¨ª por donde hay que buscar ahora, entre nosotros, el sentido y la profundidad de la crisis. La esperanza del 15 de junio ha sido maltratada porque ha faltado en la acci¨®n de Gobierno grandeza, claridad, coherencia -un programa- y han sobrado ratoner¨ªas y chalaneos detr¨¢s de las puertas cerradas golpes de efecto, aisladas y desconcertantes declaraciones, intrigas de poder e intereses personales. Y lo m¨¢s grave, que est¨¢ en la base de la desilusi¨®n creciente que se respira, es el convencimiento de que no hay correspondencia con lo que millones devotos entendieron respaldar.
Todas y cada una de las afirmaciones que se acaban de hacer podr¨ªan ilustrarse con ejemplos concretos y conocidos. Bastar¨¢ quiz¨¢ con uno reciente y exitoso. El doble lenguaje que se ha utilizado para presentar el restablecimiento de la Generalitat -y hasta su forma jur¨ªdica- han generado recelos y humillaciones donde tendr¨ªa que haber satisfacci¨®n general. Querer rebajar el acontecimiento a un hecho ordinario, al amparo de la ley de Bases de R¨¦gimen Local es afrentar a los catalanes y tomar a los dem¨¢s espa?oles por incapaces de darnos cuenta de la trascendencia e irreversibilidad del hecho.
La soluci¨®n de la crisis hay que encontrarla en el mismo terreno en que est¨¢ planteada. No, desde luego, en los libros de econom¨ªa, sino en lo que pueda desentumecer los ¨¢nimos de los espa?oles, atenazados por el desaliento y aun por el mal humor. M¨¢s que habilidades, el pa¨ªs necesita autoridad moral, ejemplaridad. La conciencia de gravedad de la crisis es tal que, aunque no fuera m¨¢s que por instinto de conservaci¨®n, el pueblo se acoger¨ªa a unas medidas que fueran adoptadas con convicci¨®n por un Gobiemo que no tenga complejos de parecer lo que no es.
Hoy, m¨¢s que nunca, por encima de aciertos o errores, la Presidencia debe encamar un liderazgo moral para la consolidaci¨®n de la democracia prometida. El gran patrimonio del presidente Su¨¢rez es la esperanza que despert¨® en el pueblo espa?ol. Es un capital al que no debe alcanzar la inflaci¨®n. Porque, perdida, la confianza es irrecuperable.
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